Así terminó todo, con la moral desecha y unas irreprimibles ganas de gritarle a todo el mundo que me dejara en paz. Mi madre se ofreció a ayudarme con la maleta, lo que no fue buena idea porque Lucía no dejaba de enredarlo todo.
— Y cuando lleguemos te voy a vestir de chándal y te voy a poner una felpa de la Nancy que está ya muy vieja, y nos vamos a ir al parque a "juegar" con los niños y Víctor se va a venir y va marcar un gol y ahora te vas a ir a dormir porque ya estás cansada. ¡Toma! —Lucía se empleó a fondo con la muñeca pegándole en la nalgas, y muy enfadada la arropó con las sábanas deshechas de la cama.
—¿Quieres estarte quieta de una vez y dejar lo que no es tuyo?— dijo mi madre, que por primera vez dirigía su atención a alguien distinto a mí.
— Y no tienes que tener miedo si te quedas sola porque te vamos a dejar la luz encendida, a que sí mamá, ¿a que se va a quedar la luz encendida? Venga dime que sí, anda.
—Sí.
—Sí qué.
—¡Lucía por el amor de Dios ya está bien!
Dejé lo que estaba haciendo y la cogí en brazos.¿Nunca te has preguntado lo mucho se odia a los hermanos en la infancia y lo mucho que se les quiere después?
—¿Estás triste? —me preguntó.
—No, solo un poco resfriado —le respondí.
—Ah bueno, entonces di que sí.
—Sí, se va a quedar la luz encendida.
—¿Ves, tonta, como se va a quedar la luz encendida? —consoló a la muñeca de sus miedos.
—Víctor, hijo, nosotros vamos a salir a tomar algo. ¿Por qué ...? — calló cuando me vio la cara. Se acercó a mí y me acarició la mejilla— Tienes que cenar algo —continuó con un nudo en la garganta que le dificultaba articular cualquier palabra — No quiero que esta noche te quedes aquí solo, ¿por qué no te vienes al hotel? — negué con la cabeza y añadí que estaba bien allí y ella fue incapaz de seguir, así que cogió a Lucía de un brazo y se fue de allí. Mi padre ni siquiera subió a mi habitación, esperó a que bajaran mi madre y mi hermana, fumándose un cigarrillo tras otro, incapaz de hacer frente al nuevo fracaso.
Sentí que las piernas y los brazos me pesaban y una extraña sensación en la garganta me consumía el aliento. Asomado a la ventana los vi alejarse en el coche camino del hotel y entonces me dispuse a salir, a pesar de que el cielo amenazaba lluvia. En la entrada tropecé con Patricia.
—¿Dónde vas?
—Dejo el club.
—¿A las nueve de la noche?
—Bueno, ha sido un poco más complicado.
—¿No te irás sin despedirte?
Me quedé callado, pero improvisé una respuesta convincente.
—Echaba de menos mi ciudad.
— Si eso es lo que quieres
—Es lo mejor.
— ¿Y dónde vas ahora?
—Tengo que hacer una cosa. Bueno, adiós.
—¿No me vas a dar un beso? —le acerqué la mejilla y cuando se aproximó giré la cabeza y la besé en los labios. Recuerdo que sonrió y yo le volví la espalda sin decir nada, y me llevé pegado el presentimiento de que Patricia se había quedado mirándome. Dudaba, pero el deseo era tan fuerte que no pude evitar volverme y cuando lo hice solo encontré un remolino de polvo. Una ráfaga de aire húmedo presagiaba tormenta.

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Cuando sea mayor
Fiksi RemajaVíctor está muerto pero sigue vivo. Es un zombi que no da miedo, lo único que quiere es que leas su historia: te está esperando en las páginas de Cuando sea mayor. Víctor quiso ser futbolista profesional, y si quieres saber cómo llegó a convertirse...