MARCEL
Charlotte me había llamado para contarme todo lo que le paso el fin de semana. La mataría eso era seguro; pero primero tenía que contarme todo, se le notaba... ¿entusiasmada?, la verdad no le preste mucha atención a tooodo lo que me dijo, en primera, ¡me despertó a las 8 de la mañana! ¡En domingo!, y en segunda, tengo un dolor de cabeza por la resaca –leve–de ayer por la noche; no planeaba levantarme mínimo hasta la hora de comida, pero no. Lo único que logre escuchar fue: La abuela, Nicolás – ¿Qué diablos con mi primo?– parque de diversiones, café, y casa de Eduardo, ah sí, también desayuno, bueno da igual primero me cuenta, me da comida, que la pido a gritos, y después la asesino, con un cuchara.
No tenía ganas ni tiempo de arreglarme así que me fui con mi cómoda pijama, una chaqueta negra para el frio y mis lentes de sol para el dolor de cabeza a la casa de Eduardo, seguro me quedaría dormida ahí mismo.
Pero bueno, eso hacen las mejores amigas.
˜***˜
Toque la puerta y de inmediato Charlotte me abrió.
—Sabes, pareció como si estuvieras esperando a Taylor Lautner ¿quedaste con él?— pregunté sarcástica entrando a la acogedora casa, estaba calientito ahí dentro así que me quite mi chaqueta y mis lentes de sol.
—Claro que sí Marcel, lo conocí ayer por la noche y quedo conmigo— ironizó volteando los ojos en forma graciosa.
— ¡Te asesinare! lo conociste y no lo presentaste— respondí en mi mejor tono de ofensa.
—Ya, no eleves la voz, todavía están durmiendo— explicó.
—Oh, ¡O sea que me hiciste venir aquí cuando aún no están despiertos!— le grité en un susurro, ella asintió e hizo una carita inocente.
—Vamos arriba, hay mucho que contarte.
Subimos hasta su habitación y me desparrame entre la cama, que aún no estaba hecha, por suerte. Ella cerró la puerta y me miro con el ceño fruncido — ¿Te fuiste de fiesta cierto?— preguntó mientras negaba con la cabeza.
—Pues, veras, era Sábado por la noche, nada que hacer, y chicos lindos, pero bueno… gracias a eso ahora tengo las bolsas en los ojos más grandes y feas de toda la historia, un dolor de cabeza gracias a la resaca, y me tienes que dar comida— explique con mi cabeza enterrada en las almohadas.
—La comida para después, ahora levántate, tengo que decirte algo— me dijo quitándome las sabanas y las almohadas.
—Bien, desembucha, que mi estómago tiene hambre— ella negó con la cabeza graciosa y comenzó a hablar, me volví a tumbar en la cama, con la intensión de solo escuchar 3 palabras, –hora del almuerzo– pero... cuando comenzó a relatar me levante de golpe y le presté total atención.
— ¡Nooo! ¡Me lo estas jurando!— exclamé dando brincos en la cama de la emoción.
—Sí Marcel, por enésima vez, ¡SÍ!
— ¡OH MI DIOS! ¿Te tomaste una foto cierto?, ¡dime que lo hiciste!— dije apuntándola con mi dedo índice y los ojos entrecerrados, seguía arriba de la cama y Charlotte estaba abajo, así que me veía intimidante, no, la verdad no, pero trataba de parecerlo.
—No Marcel, no quería recordar en lo que me convertí.
—Si no aguantas eso, no aguantaras que…— me tape la boca con ambas manos inmediatamente al darme cuenta de que casi le revelo mi plan.
— ¿No aguantaré... qué Marcel?— interrogo acercándose peligrosamente a mí; cambiamos los papeles, ahora ella es la matona. Baje de la cama y traté de escapar.
—Na-nada— tartamudeé topando con pared, estaba acorralada y Charlotte se acercaba a mí.
—Dime la verdad.
—Charlotte a desayu… ¿Marcel?— Uff, salvada por la campana, y mira que la campana se ve muy bien sin camisa.
—Hola Josh— saludé liberándome de Charlotte, caminando a la puerta con una sonrisa y saludando a Josh con un beso en la mejilla.
— ¿Pero qué haces aquí Marcel? y... en pijama.
—Bueno, pues Charlotte tenía una emergencia código tres, y tuve que venir así, no me dio tiempo de arreglarme.
— ¿Código tres?
—No preguntes— contestó Charlotte. Él solo asintió con la cabeza y los tres salimos al pasillo directo a la encimera de la cocina, a kilómetros de distancia se percibía el olor del desayuno.
— ¡Macel!— saludó abalanzándose sobre mí la pequeña Madeleine.
—Hola pequeña ¿Cómo has estado?— pregunté dándole un beso en la frente.
— ¡Muuy Bien! La abuela pepadó huevos con tocino ¡tengo hambe!
—Vamos, yo también— hice señas a Charlotte y a Josh y ambos nos siguieron a Madeleine –que aún seguía en mis brazos– y a mí hasta la cocina, entramos y el olor se impregno directamente en mis fosas nasales, la abuela estaba de espaldas a nosotros.
—Buenos días abuela— saludó Josh.
— ¡Josh! ¡Calabaci...!— ella paró de inmediato, y me miró de arriba abajo — ¿Trajiste a tu novia a desayunar con pijama?— preguntó, —espera durmi…
—Soy Marcel, no sé si me recuerde, soy la mejor amiga de Charlotte, Josh... no, no es... mi novio— interrumpí a su no tan atinada predicción antes de que pudiera decir algo incoherente.
Ella soltó un suspiro de alivio —Gracias, porque no me quiero sentir vieja.
— ¿A qué te refieres abuela?— preguntó Charlotte con dos platos del exquisito desayuno en las manos.
—A... qué bueno, ustedes saben... son jóvenes y en la escuela se los han dicho, es normal que una pareja se quiera, y quiera…— Ok, entendí el punto; tengo 16 años –casi 17–, no me quiero traumar con esas cosas.
—Bien, bien, bien, ya entendimos el punto abuela, no te preocupes que no pasará— le paró Josh, a su discurso.
—…Entonces deben cuidarse y usar…; Espera ¿qué?; oh Madeleine calabacita, ven ayúdame con el jugo de naranja— dice cambiando rápidamente el rumbo de la conversación ya que se dio cuenta... de la presencia de Madeleine.
Los tres salimos hasta el living donde nos sentamos en el cómodo sofá a degustar de nuestro desayuno.
—Saben... es Domingo, no tengo ganas de quedarme en casa— comentó el de castaño claro mirándonos.
—Ni yo... Oh, ¡Marcel! ¿Qué haces aquí? ¿Y ese milagro?
—Pues ya vez, las exigencias de tu hermana... por cierto bien hecho— Charlotte me fulmino con la mirada y yo me encogí de hombros mientras Josh y Meri reían.
—Ok, iré por mi plato, ya vengo.
—Ya no vuelvas— dijo Charlotte.
— ¡Te escuché!— contestó Meri desde la cocina.
— ¡Ese era el punto!
— ¿Sigues molesta con Meri?
—No, bueno, sí, bueno no... Digo no estoy enojada..., solo estoy un poco molesta, sabes que no soy de rencores y menos para esa castaña Josh— Los dos sonrieron mutuamente mientras yo seguía comiendo.
— ¿Y si vamos al parque… en pijamas?— propuso Meri sentándose junto a su hermano. Todos la miramos inmediatamente — ¿Qué?, no tengo ganas de cambiarme de ropa.
—Ni yo— la apoye, ella me sonrió y me extendió su mano para chocar las palmas.
—Creo que sería... raro— comentó Charlotte.
— ¡Qué va! Raro, que en esta familia no pasen cosas raras— dijo Josh apoyándonos.
—Tres contra uno, te aguantas Charlotte, iremos así— le dijo Meri con una sonrisa triunfante.
—Bien— respondió resignada.
Terminamos el desayuno y ya eran las 10:45; los chicos les avisaron a Eduardo, Emma y a la abuela, que por cierto se nos pegó como chicle con el pretexto de llevar también a Madeleine. Para aclarar ella no iba en pijama... y solo porque Josh se lo prohibió.
Estábamos caminando por la calle como todos unos tipos de esos de las pelis, todos rudos... pero, en pijamas, con nuestras gafas de sol, y nuestros Vans. Súper cool. Todas las personas que pasaban se nos quedaban viendo con una cara que daba risa.
— ¡Qué! ¿Nunca han visto a personas caminar por las calles en pijama?— ataqué haciéndome la ruda. La pareja de ancianos negó con la cabeza y se fueron diciendo cosas como: “la juventud de ahora”, “en mis tiempos, esto habría sido una verdadera barbaridad”, etcétera.
—Qué abuelitos— comenté con mi semblante rudo. A Meri también se le habían metido los aires de “malota”, y no paramos de hacer travesuras en todo el transcurso. ¡Le quitamos el dulce a un niño! (mientras su mamá no miraba, claro) Yeah, esto si es rebelión. Charlotte y Josh estaban que en cualquier momento se hacían pi-pi en los pantalones. La abuela se hacia “la que no nos conocía”, y se mantenía a metros de nosotras.
Llegamos al parque y éramos el centro de atención de todo el mundo. A ninguno nos importó y nos dirigimos a los juegos. Había solo un columpio desocupado y Charlotte corrió para arrebatármelo, pero fui más rápida y se lo quite. De un momento a otro comenzó a reír a carcajadas sin razón alguna, todos la miraban extraño incluyéndome.
— ¡En-En el...se Columpio se ca-cayo Ni-ni-colás!— trató de decir entre risas, pero solo de imaginar a mi primo tratando de imitar el salto imposible de Charlotte (Créanme, es imposible, yo también pase por lo mismo) me eche a reír junto a ella.
—Sí que están locas— nos dijo un niñito de unos diez años levantándose del columpio.
— ¡Chicas vengan!— gritó Meri.
— ¡Vamos!— dijimos Charlotte y yo al unísono.
— ¿Subimos? Es un nuevo juego, y... esos niñitos también quieren subir, vamos antes de que nos ganen... por favor.
—Está bien Josh, vamos.
Los niñitos estaban a punto de subir, pero se los impedí.
— ¡HEY niñitos!
Ellos se acercaron a nosotros, eran cuatro, igual que nosotros, cada uno se puso cara a cara –Claro, teníamos que agacharnos– con uno de ellos, eran de unos nueve años aproximadamente, yo estaba frente a la que aparentemente era la líder del grupito. Una rubia, de ojos verdes y botitas color rosa, con un gorro a conjunto.
— ¿Quieren impedir que subamos, eh?— desafió la líder.
—Nosotros lo vimos primero— respondí de la misma manera.
—Pero nosotros llegamos primero— retó.
—Mira, niñita chiquita, nosotros lo vimos primero, así que pueden irse.
—Claro que no nos vamos, ¿Quieres competir por él?
—Lo que sea niñita chiquita.
—Bien, competiremos— retiró su vista de mí y hablo en no sé qué idioma, supongo inglés –no sabe pronunciarlo– a sus otros acompañantes. Se separaron de los demás y se unieron en bolita; comenzaron a hablar y yo hice lo mismo con mi “equipo” por así llamarle.
— ¿Competiremos con esos niñitos?— preguntó Charlotte.
—Claro que no, fuimos niñitos como ellos, ¿Verdad?— ellos asintieron — y saben, que cuando hacen “un plan” duran horas, ¿Cierto?— volvieron a asentir —pues no necesitamos competir, están tan ocupados en una prueba difícil para nosotros que no se darán cuenta de que nos fuimos.
—Ohhh— respondieron al unísono.
—Tú, eres una malota Marcel— me dijo Meri. Nos separamos, hice unas señas y los cuatro comenzamos a correr; la cara de los mocosos fue memorable. Se quedaron estupefactos, y con la mandíbula hasta el piso. Llegamos hasta el juego y... bueno, digamos que el letrero decía: Menores de 12 años.
Y bueno, se… rompió (fue una pequeña ruptura solamente, nada importante). Los cuatro nos miramos y salimos del lugar a todo lo que nos daban las piernas.
Ni siquiera nos molestamos en avisarle a la abuela, se daría cuenta luego de que no estamos.˜***˜
Este día seria memorable, después de comer, Josh se ofreció a llevarme a casa, y claro que acepte. No es que me guste, si no que me parece atractivo, en realidad ¿a quién no?, en su colegio, la mayoría de las chicas babean por él.
Josh es alto, de cabello castaño claro, ojos color café , tez tostada, sus facciones son rudas, por decirlo así. Bueno, ni tanto, su cara es tan tierna, pero a la vez tan... es una combinación inexplicable, que solo él puede tener. Tiene un cuerpazo, juega basquetbol, como no.
Me dejo en mi casa poco después de las 5:40; mamá y papá no estaban, por su trabajo. Ambos son abogados y últimamente les llueven clientes, por eso decidí llamar a Nicolás, así no me siento tan sola. Además tengo que darle unas clasecitas de cómo comportarse en una cita.
¡Comerse todo el pastel no es nada correcto!===================
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¿Apostamos?
Teen Fiction—Esto será sencillo. Y después descubrirás por ti misma primita, que un hombre como yo no cambia, hombres como yo no nos fijamos en ese tipo de chicas. —No estés tan seguro. Charlotte Gómez: el objetivo. Nicolás Western: el apostador. Marcel Col...