Capitulo 25

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El fin de semana fue el más largo que pude haber vivido.
El examen en la UDLAP fue al rededor de las diez de la mañana, duró casi tres horas, sin descanso alguno. Conocí a Israel, un chico de cabello rubio, ojos azules, de mi estatura, sonrisa perfecta, piel blanca, una voz hermosa, y un cuerpo atlético; no puedo negar que estaba buenísimo el tío. Pero bueno, volviendo a lo anterior, él es del Distrito Federal, y va a vivir aquí hasta que termine la universidad; también tuve la oportunidad de conocer a Angelique, una chica francesa; Isabella, de Estados Unidos; Ricardo, de Cholula. Los tres me agradaron bastante, nos pasamos nuestras cuentas de Facebook, para mantenernos en contacto hasta que entremos a clases.
Eso ocurrió el sábado.
El domingo estuve más solo que un perro, y estuve con uno: Bruno.
No hice gran cosa, me limité a ver películas todo el día, ordené pizza para el desayuno, comida y cena.
Lunes, un día normal de escuela; hablé por teléfono con mi padre, que sigue en Monterrey, y también con mi madre, quien me depositó dinero en mi cuenta y me notificó que llega el domingo, porque la mandaron al departamento de publicidad a organizar unas cuantas cosas para una serie de eventos.

Hoy ya es martes.
Estoy en clase con Penélope, la odiosa e irritante Penélope, solo tres semanas más y ya no tendré que soportarla.
Bryan regresa de Francia mañana, pero solo estará unos dos meses, como máximo, para recibir el certificado, porque va a seguir con la universidad en París. No lo culpo, es una gran oportunidad que ni yo desaprovecharía.
Me apuro a copiar los apuntes que Penélope ha hecho en la pizarra, al mismo tiempo que escucho sus explicaciones sobre los hidrocarburos y todo ese rollo; la verdad me vale un bledo todas estas cosas, no voy a llevar química en la carrera, así que no tiene por qué importarme la clase.
En cuanto termina la clase, salgo con Hecuba a comprar algo en la cafetería; aunque solo lo uso de pretexto para salir del salón, aún no me siento bien como para estar en un espacio cerrado, pero, ahora que lo pienso mejor, un café no me caería mal.
La cafetería está abarrotada de chicos, no se puede ni pasar, pero Hecuba se abre paso entre la multitud y llega hasta el mostrador.
-Dos cafés medianos y dos croissant dulces, por favor - le dice a uno de los chicos que atienden.

Le dan los cafés y los panes, regresa conmigo y nos vamos a buscar un lugar para degustar nuestro almuerzo.

-¿Qué tal el examen? - me pregunta.
- ¡Ni me lo recuerdes! - salto - tres horas sentado, resolviendo un examen donde el ochenta y cinco por ciento de las preguntas eran de cálculo integral, y el otro quince por ciento de software. Pero al final estuvo bien, conocí a unos chicos extranjeros.
- ¿En verdad? - pregunta, notablemente asombrada.
- Sí, de Francia y Estados Unidos. Y también un chico buenísimo.

Hecuba se ríe.
- ¿Qué tan buenísimo?
- En calificación, se lleva un diez muy bien ganado.
- ¡Júralo! - chilla Hecuba.
- Oh sí, él es del Distrito Federal.
- ¿La escuela? He escuchado muy buenas críticas de esa universidad.
- Créeme que se ha ganado esas buenas críticas; está enorme la escuela, yo solo recorrí la facultad de arquitectura, y está el doble de tamaño que ésta preparatoria - señalo con mis manos al rededor - y tiene una hermosa vista panorámica a los volcanes, que cualquier fotógrafo de alto prestigio moriría por capturar la escena.
- Mataría por estar en esa escuela. Tienes mucha suerte, Charlie, todo mundo quisiera entrar a esa lujosa escuela, pero pocos lo hacen, y tú tienes el privilegio de ser uno de ellos; yo no me puedo quejar, recuerda que en una semana iré a hacer el examen de admisión en el Instituto Politécnico Nacional.
- Sería un crimen olvidarlo - le digo, con un bocado de pan en la boca - ¿A qué carrera? ¿Ingeniería robótica?
- Así es, Charlie, ya sabes que tampoco soy muy conformista.
- Eso me admira de tí, Hecuba, siempre sabes salir adelante.

El timbre suena marcando el final del descanso, y el inicio de una hora y media de clase de filosofía.
No me puedo quejar.
Se pasan volando los noventa minutos de clase, y ahora sigue otro descanso, quizás el más largo, dura media hora, y después, solamente cuarenta minutos de la clase de administración, la última de este día.

Durante el descanso, Hecuba y yo vamos a buscar a Jesús, que, se supone, está (o estaba) en una conferencia sobre un proyecto de ecología, me parece que innovaciones en las metodologías de reciclaje, junto con otros nueve chicos. Vamos al auditorio, donde tienen la conferencia, y lo vemos parado en el umbral de la puerta.

- Justamente los estaba buscando - nos dice a Hecuba y a mí - tengo que, bueno, tenemos que hablar.
- ¿Sobre la fiesta de bienvenida que le vamos a hacer a Bryan? - pregunto.
- Pero ¿no se supone que llega mañana en la noche al aeropuerto? - interviene Hecuba - Entonces sería hasta el día jueves, llegará exhausto del viaje; hay que pensar en eso.
-No, Hecuba - le dice Jesús a Hecuba - hablé con su madre esta mañana, su vuelo llega a la Ciudad de México a las dos de la tarde y a su casa, Bryan va a llegar alrededor de las cinco.
- ¿Algo en mente? - les pregunto.
- Sugiero que sea en tu casa, Charls - dice Jesús - Ya sabes, tienes casa sola y también alberca; apuesto a que Bryan se muere de ganas por echarse un chapuzón con todos nosotros.
- De acuerdo - contesto - pero ¿para convivir? Ya saben, para que se ponga bueno el ambiente.
- Vodka - responde Hecuba, notoriamente emocionada - Judas tiene varias botellas en su casa.
- Claro, también cerveza, unos chicharrones, guacamole, tostadas, chilaquiles. Apuesto lo que quieran a que ya extraña la variedad de comidas de México.
- ¿Tú no lo harías? - me mira Jesús, como si la respuesta no fuera más obvia - trata de imaginarte viviendo en un país donde no hay tacos, chilaquiles, tostadas, chicharrón, carnitas y guacamole; ¡es obvio! Yo llevaré carne para tacos árabes, y unos chicharrones botaneros con guacamole.
- Yo un plato de chilaquiles - dice Hecuba.
- Y creo que solo me queda poner tostadas y la casa- digo, entre risas - bueno, eso define las cosas; Jesús, te llamo por teléfono esta tarde, espero que a esa hora ya tengas confirmado un horario fijo para la llegada de Bryan.
- De acuerdo.

Nos despedimos, ya que él debe regresar a la conferencia, mientras Hecuba y yo nos vamos de regreso al salón a recoger nuestras mochilas.
No hablamos durante la pequeña caminata, puesto que no hay tema de conversación que nos parezca interesante a alguno de los dos; nos limitamos a mover los pies y avanzar.
Cuando llegamos, todos están adentro, esperando el toque de salida; llegamos a nuestros asientos, y justo cuando cojo mi mochila, el tan esperado toque de salida entra en acción, marcando así el final de otro día más.
Mi amiga trae su auto, lo que significa que tal vez me permita conducir hasta mi casa, o al menos, que ella me lleve. En cuanto me tiende las llaves, sé que acierto con mi primera intuición.
-I'm a fucking masterpiece- pienso.
El camino de regreso a casa está lleno de las estrofas de canciones que reproducimos en Spotify, o al menos, fragmentos de ellas, ya que cantamos únicamente pequeños versos, y en cuanto hay una parte que no nos gusta a Hecuba o a mí, cambiamos la pista por otra que sí sea de nuestro agrado.
Llegamos a mi casa, nos bajamos del auto, yo para entrar a mi casa y ella para sentarse en el asiento del chofer.
- Nos vemos mañana Charlie - me dice- trata de estar mejor, no me gusta verte así, extraño al Charls Stiffler que desborda alegría y la contagia, por favor, no estés así.
- ¡Ay Hecuba! - suspiro - no sabes cuánto agradezco que seas mi amiga, siempre tratas de subirme el ánimo, aunque esté pasando situaciones de mierda.
- Vamos, Charls, sonríele a la vida, te falta mucho por vivir.
- Lo haré, Hecuba, muchas gracias.

Nos despedimos, ella sube al auto y se va, y yo entro a mi casa, que sigue igual de solitaria como la dejé ésta mañana, con Bruno como mi única compañía.
Sinceramente, la ausencia de mis padres en mi casa fue, y sigue siendo, el remate de todo lo que he pasado en estos días; nunca pensé llegar a extrañarles tanto, ya que en mi mente estaba la costumbre de estar sin ellos durante largos periodos de tiempo; pero ahora es diferente, me doy cuenta de cuánta falta me hacen.

-Sólo unos días más- pienso.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora