Capitulo 4

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Abro los ojos y siento que mi cabeza pesa el doble de lo normal. Me llevo mi mano derecha a mi nuca y se moja y me provoca un gran dolor.
Una herida.
No se exactamente qué magnitudes tenga la herida, ni la gravedad de esta, solo se que me hice un agujero en la cabeza.
Miro mi celular y son las tres con cuarenta y cinco minutos. Eso significa que estuve poco mas de una hora inconsciente. Voy al baño para curarme la herida del cráneo, abro el botiquín y saco vendas, gasas, peróxido de hidrógeno y un poco de cinta adhesiva.
Por fortuna no es algo que requiera de sutura, de lo contrario, volvería locas a mi madre y a Jen.

Una vez, hace unos seis meses, estábamos Jen y yo en el parque Paseo Bravo, jugando a atrapar palomas, como si tuviésemos ocho años, y no dieciocho. Yo corrí detrás de una paloma gris con blanco, y justo antes de que hechara a volar, salte para atraparla, y al hacerlo, tropecé con una banca del kiosco del parque, y fui a dar a la banqueta de una jardinera. La sangre brotó al instante de mi boca y nariz. En el interior de mi boca sentí tres o cuatro objetos diminutos, que supuse eran mis dientes. En cuanto el arco de mis brackets de los dientes superiores se salió de su lugar, confirmé que no eran dientes, si no los mismos brackets que se despegaron de mi dentadura. Jennifer empezó a gritar con una voz muy chillona, que parecía que quien se había herido era ella y no yo; se acercó y me levantó, y en cuanto vio la herida, puso una cara de verdadero horror.
Inmediatamente, un joven alto, cabello negro azabache, de aspecto fornido, se acercó y entre Jen y él, lograron detener un poco el sangrado, aunque necesité una cirugía de reconstrucción de nariz, ya que con el impacto me rompí el tabique nasal. Camino al Hospital Betania, en el auto del chico que me ayudó, ya me imaginaba el susto que se llevaría mi madre en cuanto se enterara. Saqué el celular que tenía en ese entonces, un Samsung Galaxy S3 Mini, busqué el numero de mi mamá, lo marqué pero me mandó al buzón de voz, entonces le marqué a mi padre, que por fortuna, si contestó.
-Dime, Charls-dijo mi papá.
-Voy camino al Hospital Betania - dije con serenidad.
-¿Al hospital? ¿Que te pasó, hijo? ¿Estás bien?.
-Todo lo contrario a bien. Caí de bruces en la banqueta de una jardinera del Paseo Bravo y creo que me rompí la nariz y también se me cayeron los brackets.
-Vamos para allá.
Cuando llegamos al hospital, había un doctor y como cuatro enfermeras en el estacionamiento, que al verme con la camisa manchada de sangre, la nariz torcida y los labios rasgados, corrieron rápidamente hacia mi y me metieron en la sala de urgencias. Jen y David, el chico que nos trajo, se quedaron en la sala de espera.
Una vez dentro, me tomaron signos vitales, me hicieron quitarme la ropa excepto la interior, y me prepararon para entrar al quirófano.
Pero no me llevaron al quirófano, me metieron al cuarto de rayos X, donde me colocaron unas gafas de sol extremadamente oscuras, y me tomaron una radiografía. En los diez minutos que tardaron en revelar la radiografía, me llamó mi padre.
-Charls, tardaremos un poco, hay mucho tránsito por aquí, al parecer hubo un accidente automovilístico.
-No te preocupes, tengo mi credencial del seguro.
Apenas colgué y me dieron mi veredicto, que confirmaba una ruptura del tabique.
Fue entonces cuando me llevaron al quirófano, me introdujeron una aguja en el brazo izquierdo que contenía una especie de suero, me hicieron firmar unos papeles de seguro, y me anestesiaron para la cirugía.
Cuando desperté, estaba en una habitación de observación, pero no había nadie más que yo. El aire era frío y se respiraba un ambiente como el de una sala funeraria. Cuando miré entre mis ojos, había unas vendas cubriendo toda mi nariz, y sentía unas especies de hilos en la parte de adentro de mi labio superior, que supongo, eran las suturas de la cirugía. Pero ya no tenia los brackets de arriba, solo tenía el arco de mis dientes inferiores.

Entro mi madre a la habitación y me dijo que en dos horas me darían de alta. Salí del hospital y al llegar a mi casa, Jen me había decorado mi cuarto con muy hermosos detalles, tal y como yo lo había hecho. En ese momento, corrí a sus brazos y me deje llevar por un profundo impulso que me hizo avanzar con ella, como si no hubiese nadie más que nosotros dos. Mis padres salíeron al centro comercial y nos dejaron a nosotros dos en mi cuarto. Comenzamos a jugar como infantes, riendonos, y si, besándonos, lo cual nos llevó a desnudarnos poco a poco, y fue ahí, cuando ocurrió nuestra primera relación sexual. La cosa no fue tal y como lo esperaba, ya que fantaseaba con follar en una habitación con velas aromáticas, pétalos de rosas y a la orilla del mar, con el calor del aire interrumpido por el de nuestros cuerpos; Jen llevaba un sostén rojo, a juego con sus pantaletas, pero había algo que no me cuadraba, algo que me decía que ella estaba lista para follar conmigo, ya que llevaba un liguero en ambas piernas. Ya había tenido encuentros sexuales anteriormente, de distintas maneras, claro, pero aquella vez, cuando ocurrió con Jennifer, me hizo sentir mejor que nunca.
Ya se, parezco chica hablando de esta manera, pero es así.
Jennifer ha sido de esas personas que marcan tu vida de una forma tan única, como si yo fuese un rompecabezas incompleto y ella la pieza que encaja a la perfección.
                            ...

Salgo de la cochera y escucho el claxon del auto de Hecuba, salgo al patio y veo los autos de Hecuba y Tobias (el novio de mi amiga) estacionados en la acera.
-Charls, te dejo mi auto- dice Hecuba - Tobias me llevará en el suyo.
-Ah, claro - respondo titubeante de la alegría.
Se saca las llaves de su bolsa y me las tiende.
-Por si lo necesitas.
Me da un beso en la mejilla y se sube al Dodge Avenger de su novio.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora