Capitulo 26

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Por suerte, el colegio suspendió clases el día de hoy, así que tengo un montón de tiempo para asearme, ponerme ropa cómoda y limpia, preparar mi parte para el pequeño convivio de bienvenida de Bryan, y hasta me sobra tiempo para limpiar la casa, o al menos, las partes que no limpié la vez pasada.
Son las ocho en punto, ya he desayunado un tazón de cereal con leche, fruta picada, y una gelatina que hice ayer por la noche, después de ir de compras a Walmart.
Al parecer los niveles de cloro en la alberca están normales, así que no tengo de qué preocuparme; la cocina está limpia, la sala, el recibidor y el comedor también lo están, sólo falta poner las dos mesitas de picnic en el jardín trasero.
Pero antes de comenzar con eso, voy hasta donde se encuentra el equipo de sonido, lo enciendo con el control remoto en modo Bluetooth, sincronizo mi móvil con el aparato, y entro a Spotify.
He escuchado de todo durante los últimos días, pero realmente, ningún genero me ha gustado lo suficiente como para llamarlo "uno de mi agrado".
Hay un playlist de sugerencia llamado Folk Rock, y la verdad suena prometedor.
La abro y descubro unas cincuenta canciones de una sola banda: Mägo de Oz. En primer lugar aparece una canción llamada Satania, y sin vacilar, la reproduzco.
Tengo un orgasmo auditivo nada más escucharla.
Es tan genial.
La dejo reproduciendo y me voy a montar las mesitas en el jardín trasero; voy hacia el búnker, que es donde se encuentran guardadas.
No son unas mesas muy pequeñas, pero tampoco son grandes; se podría decir que tienen el tamaño ideal para poner todas las cosas del convivio sobre ellas sin ningún problema.
De repente, me suelto a llorar.
No entiendo qué es lo que pasa conmigo; había superado relaciones amorosas en tan poco tiempo, y ésta no tiene que ser la excepción.
Jennifer ya es parte de mi pasado, y es algo que tengo que aceptar lo más pronto posible, o de lo contrario, terminaré en un severo cuadro depresivo, quizás hasta tomando antidepresivos. Es tan difícil superar la partida de una chica a la que quisiste mucho; con la que compartiste gran parte de tus experiencias; la chica que te vio triunfar, la que te apoyó incondicionalmente; ahora sólo quedan recuerdos, y así será por el resto de mi vida.

El teléfono de la casa suena, corro a contestar y me encuentro con la voz de mi padre.
-Charls - me dice - ¿cómo has estado, hijo?
-Algo depresivo, pero siempre haciendo todo bien, ¿qué tal por allá?
- De maravilla hijo, la empresa sí va a construir la obra de BMW, y también un centro comercial, pero eso no es lo importante - se aclara la garganta - ¿por qué depresivo?
- Un par de cosas que ocurrieron por acá - hago un esfuerzo muy grande para no quebrar mi voz en cuanto las palabras salen de mi boca - eso y la presión de los finales.
- Dudo que los exámenes tengan que ver - su voz refleja incredulidad - nunca te pones así en periodos de evaluación, ¿qué ocurre?
- Papá - comienzo, y me derrumbo - Jennifer me dejó.
- ¿Y por eso lloras? - dice, con evidente asombro - hijo, hay un montón de chicas en el mundo.
- Ese no es el problema, papá.
- Entonces ¿cuál es el problema?

Reúno todo el valor que me es posible, y las palabras salen solas de mi boca.
- Terminamos porque soy gay.

Como era de esperar, hay un silencio que se prolonga tanto que me comienzo a asustar.
- Papá - digo - ¿sigues ahí?
- Aquí estoy - se escucha algo desconcertado - no me he ido, ni me iré; ya hablaremos de eso en cuanto esté en casa. Trataré de llegar el domingo para que lo hablemos los tres - se aclara la garganta - ¿ya llegó Bryan de Europa?
- Ya - respondo inmediatamente - celebraremos su llegada aquí en la casa.
- Sólo te pido que el desastre que hagan lo levantes - dice mi padre - me tengo que ir, llegó el material, nos vemos el domingo hijo, cuídate, te quiero.
- Yo también, papá.

Se corta la llamada.

No sé qué pensó mi papá al respecto, y temo por lo que vayamos a hablar el domingo; si va a pedir permiso sólo para hablar del tema, es por dos posibles razones: una (la que es muy poco probable que suceda) apoyarme con esta decisión; y dos, venir y repetirme cuán decepcionado está de mí. Cualquiera de las dos probables razones que sea el motivo por el cual se regresa, lo mantendré hermético, o al menos hasta que hayamos charlado al respecto mis padres y yo; pero mientras eso no ocurra, nadie, ni siquiera Hecuba sabrán que he hablado por teléfono con mi padre y he salido del clóset por segunda vez, y ahora es definitivo.

Seco las lágrimas que he dejado salir, me dispongo a seguir ordenando la casa cuando llaman a la puerta.
- ¿Quién es? - pregunto.
- Soy yo - me responde una voz rota; abro la puerta.

Es demasiado raro.
Al parecer, México es el único país en donde abrimos la puerta cuando responden "soy yo". No me había dado cuenta de eso, o al menos, no le había prestado suficiente atención, pero suena algo gracioso.
Judas llega antes que todos.
Tiene los ojos hinchados de llanto.

- Déjame entrar.
- Estás hecho un asco - lo miro de pies a cabeza - ¿qué te ocurrió?
- Déjame entrar, en seguida te cuento.

Lo dejo pasar.
Lo sigo hasta el primer escalón de la escalera, valga la redundancia, y me siento a su lado derecho.

- Yannick terminó conmigo esta mañana - dice entre sollozos - me dijo que yo no valía la pena, que había encontrado alguien mejor que yo - se lleva sus manos a las mejillas, codos a sus rodillas y se apoya en las palmas -y también me dijo que llevaba dos meses saliendo con un chico que sí valía la pena - se derrumba a llorar y le paso mi brazo por encima de los hombros.
- Oye - le digo - mírame a los ojos.

Lo hace.

- ¿Qué? - pregunta, aún sollozando.
- ¿Acaso no lo ves? También estoy destrozado, terminé una relación de poco más de un año y medio, y trato de llevar todo bajo control, y a veces no tengo éxito.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Quiero decir que compartimos el mismo dolor, y por lo tanto, te comprendo, Judas - hago una pausa para acomodarme - hoy es la fiesta de bienvenida de Bryan, y hay que estar felices de tenerlo de vuelta; hay que tratar de sonreír, no por nosotros, por él. Ha esperado mucho para vernos, y lo menos que podemos hacer es recibirlo con una sonrisa. Déjemos esto de lado, Judas, ya habrá tiempo para charlar, pero por el momento, tenemos una fiesta que organizar.
- Ya lo has dicho, hermosura.
Me quedo perplejo.

- ¿Qué? - pregunto.
- Hermosura - responde Judas, riéndose - ay, por favor, es que la neta estás bien bueno, si no fueras mi amigo, te ligaría y te haría mi novio.
- Y me follarías - respondo, entre risas.
- Eso no - dice, tratando de recuperar el aliento - sólo te besaría.
- Pero soy tu amigo, y por lo tanto ya lo dijiste, sólo lo harías en caso de que no fuera tu amigo.
- ¿Quién dice que los amigos no se besan? - me mira a los ojos con una expresión muy seria.
- Yo no he dicho eso - encojo los hombros.
- Entonces, ¿qué esperamos? - Judas me toma del cuello de una forma muy cachonda, acerca sus labios a los míos; al principio vacilo un poco, pero las ganas me vencen y yo cedo.
Le tomo las caderas para acercarlo a mí, luego rodeo su cintura con mis brazos. La cosa comienza a ponerse caliente cuando comienza a besar mi cuello, y sus manos comienzan a descender por toda mi espalda hasta mi trasero, en donde aprieta mis nalgas; yo hundo mis dedos en su espalda para contenerme, ya que no puedo tener sexo con uno de mis mejores amigos; pero él sigue prendiéndome, y lo hace de una manera muy placentera, recorriendo con sus manos gran parte de mi cuerpo por encima de la ropa que llevo puesta. Regresa a mi boca, y nos besamos apasionadamente, tanto que me logra causar una erección bastante notoria.
Él se da cuenta de eso y me vuelve a besar el cuello. Agacho la mirada y veo que también tiene el pene erecto, ya que hay un bulto en su entrepierna que se nota con las bermudas que trae puestas. También la tiene grande el tío.
Sus manos comienzan a desabrochar mis jeans, y cuando lo logran, me baja el pantalón hasta los tobillos, dejándome únicamente en bóxer, donde se hace más notoria la erección.
También comienza a sacar mi pene del bóxer, y me sorprendo cuando veo que está más grande de lo que recuerdo, y más grueso también.
Judas está a punto de llevárselo a la boca cuando lo detengo.
- Espera - lo aparto de mí - no podemos hacer esto, está mal, Judas.
- Charls, ¿por qué está mal?
- Somos amigos, y no tenemos que hacer este tipo de cosas, me haría sentir incómodo follar contigo y hacer de cuenta como si nada hubiese pasado.
- Charls - dice con un tono muy seguro, mirándome fijamente- esto no tiene por qué afectar nuestra amistad, descuida, si no quieres, no.
- Es que sí quiero - respondo.
- Ay, Charls. Vamos a darle, yo seré pasivo.

Y así es como descubro por segunda vez que los amigos sí pueden follar.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora