Capitulo 8

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-¡Hola, Charls Stiffler!Me alegra poder hablar nuevamente con usted - dice Jafet en un tono burlón.
-Dejame en paz, ¿quieres?
- Ah, no, me disculpas pero no, aun no te dejaré en paz, debo cobrar mi vendetta.
- ¿Vendetta? ¿Que... De que demonios hablas? No te debo nada.
- ¡Me debes mucho Stiffler ! ¡Es algo que no tiene perdón de Dios ni de nadie! No entiendo que cosa me faltó para que fueras feliz conmigo, preferiste a las mujeres y no a mi. Pero ¿sabes? La venganza es dulce, y la mía estará muy alta en glucosa y sacarosa.
-¡olvídalo, ¿ok?! - le espeto.
- ¡CLARO QUE NO LO OLVIDARÉ! ¡Me abandonaste como un perro sin importar lo que yo sintiera! Pusiste por delante como siempre tu integridad, y no pensaste en las repercusiones que te pudiera causar esa mala decisión que tomaste de ser heterosexual, o al menos, fingir serlo. A tí no te gustan las mujeres, y lo sabes perfectamente; andas con ella solo para encajar en los hilos de esta desastrada sociedad.
- ¡Vete a la mierda, Jafet!
Cuelgo.
-Charls, no puedes quedarte así de tranquilo, ya recibiste una amenaza directa de Jafet, y eso no es bueno - me dice Hecuba, agarrándome de los hombros - wey, haz algo; tu vida o la de Jennifer pueden correr peligro.
- ¿qué se supone que puedo o debo hacer? - contesto, entre sollozos - No puedo pensar con racionalidad, estoy inmerso en el vacío, no se que hacer, estoy desesperado, Hecu, me siento muy débil frente a Jafet.
Es ahí cuando me hecho a llorar otra vez.
Y también es cuando se me ocurre una idea.
Pero no se la digo a Hecuba.
Salgo de su casa y me voy caminando hasta la parada de autobús, tomo el primero que veo, y voy directamente a casa de Jafet.
Es una tontería, e incluso un crimen lo que tengo en mente, pero frente a la amenaza que acabo de recibir, creo que es la solución más cercana que tengo.
Espera un momento.
Jafet sabe Box, y me puede madrear en un santiamén.
Bajo del autobús en una plaza comercial y voy directamente a una tienda Walmart. Busco el pasillo de artículos de cocina, estoy a punto de elegir un cuchillo, cuando me doy cuenta que seria muy sospechoso. Así que mejor elijo un juego de dos cucharas, tenedores y obviamente, los cuchillos.
Los pago y me voy con toda la seguridad posible que puedo reunir. Ahora si estaremos en igualdad de condiciones.
La casa de Jafet está a dos calles de aquí, así que no me es muy difícil y no tardo llegar hasta ahí. En menos de cinco minutos me encuentro escondido en el terreno baldío que está al lado de su casa.
Lo veo que viene caminando.
Soy muy bueno lanzando cuchillos, así que no tendré que arriesgarme a acercarme tanto a él. Salgo de mi escondite con mi mano en el cuchillo, dentro del bolsillo de mi pantalón.
Me ha visto.
-Miren quien vino a hacer justicia - dice entre risas - Charls Stiffler, un placer volver a encontrarte, amor mio.
- Lamento no tener el mismo placer de volver a verte, Jafet - le digo con un brío arrogante.
- Y dime, ¿Cual es el motivo de tu visita? - me dice, en el mismo tono que utilicé con él.
- No vengo a darte explicaciones, Jafet, y no tengo que dártelas; tú sabes perfectamente a que vengo, no te quieras hacer el inocente.
- ¡Hay, por favor ! No me hagas reír, Stiffler.
-No Jafet, tu eres el que no me debe hacer reír. ¿Piensas que vengo a pedir indulgencia? Te equivocas. No vengo a eso. Y nunca lo haré.
-¿Entonces, a qué vienes? - veo que comienza a apretar los puños.
Es entonces cuando saco el cuchillo y me abalanzo hacia él.
Como cabría esperar, se pone en guardia, listo para responder al ataque. Bloquea mi mano y me propina una patada en la cadera, lo que me hace caer al suelo.
Se coloca encima de mi, y me voltea.
-Eres un idiota - me espeta, con rabia - sabes que nadie me puede vencer, y mucho menos con un cuchillo de cocina.
Comienza a golpearme en la cara, y yo trato de cubrirme; en varias ocasiones muevo la cabeza y escucho como sus manos dan contra el suelo. El cuchillo salió proyectado hacia el otro lado de la calle, a unos tres o cuatro metros de mi mano.
Espera.
Tengo el tenedor.
Me armo de valor, meto la mano a mi bolsillo, lo saco y apuñalo en la pierna a Jafet, provocando que caiga de lado.
Me reventó la boca y nariz, por lo que mi ropa está manchada de rojo.
Jafet yace en el suelo, agarrándose la pierna, retorciéndose de dolor, e intentando parar el sangrado.
El cuchillo está a mi alcance, lo cojo y lo clavo en el brazo de Jafet.
Veo que la sangre comienza a salir de inmediato, y él se quita el arma, echándose a llorar y maldecir.
No desaprovecho la oportunidad, y le propino unas patadas en las costillas.
Se hace un ovillo y deja de moverse.
No reacciona.
Esto no esta bien.
Busco su muñeca para tomarle el pulso, y no logro sentirlo.
¿Acaso lo asesiné ?
Acerco mi oreja a su pecho, donde espero poder encontrar el sonido de su corazón.
Sin embargo, solo encuentro silencio.
Sigo mi instinto natural de correr ante situaciones de peligro.
Cuando voy corriendo mi mandíbula y mis manos comienzan a temblar desenfrenadamente, y eso no es buena señal.
Por fortuna, llego a la parada de autobús, y tomo el primer camión que encuentro. Me miro las manos y por suerte, no tengo ninguna mancha de sangre (además de mi suéter) o algo que pueda delatarme en caso de que me señalen como culpable de la paliza que le di a Jafet.
Me quito la sudadera y la enrollo.
Creó que me he calmado lo suficiente como para contárselo a alguien, porque necesito desahogarme, o de lo contrario, entrare en un ataque de nervios de tercer grado.
En la transmisión de radio del chófer de la unidad, están transmitiendo una noticia sobre un choque en la autopista que dejó dos muertos. En cuanto termina la noticia, comienza automáticamente otra, y es una que me hiela la sangre y se me eriza la piel.
"Gracias a una llamada anónima, nós acabamos de enterar que a solo unas calles del barrio de Bugambilias, un joven fue golpeado fuertemente y herido con un objeto punzo cortante, al parecer un tenedor, el responsable de dio a la fuga y la víctima, Jafet Pacheco se encuentra en estado de coma, según reportes de los servicios de salud".

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