Capitulo 27

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Tardamos una hora follando.
Tuvimos un pequeño problema con los condones, ya que no estábamos usando lubricante, y terminamos yendo a la farmacia a comprar uno.
El punto es que terminamos unos cuantos minutos antes de que llegara Hecuba a ayudar con el adorno de la casa.
En este momento está dando los últimos toques al arreglo de globos en la entrada. El resto también tiene globos, aunque se limitan a una forma de flor; algo sencillo pero muy elegante. Todos estos tienen los colores de la bandera mexicana (verde, blanco y rojo) y de la bandera francesa (azul, blanco y rojo). La decoración de bienvenida incluye un gran cartel que dice bienvenue à nouveau (bienvenido de nuevo).
- Chicos - grita Hecuba desde las escaleras- ¿Qué estaban haciendo antes de que llegara? Parece que estuvieron picando cebolla, tienen los ojos hinchados como si hubieran llorado.
- Porque estuvimos llorando - responde Judas - Charls y yo nos encontramos en situaciones similares, vine a buscar consuelo con él porque pensé que me comprendería.

Hecuba comienza a bajar de las escaleras y se agacha a recoger algo, acto seguido se comienza a reír.

- Sí que se consolaron bien - nos dice, enseñándonos el envoltorio del condón - sólo digan que follaron y punto, saben que a mí no me importa.
- Bueno - contesto - follamos duro antes de que tú llegaras.
- No pedí especificaciones, pero bueno, ya me las dieron - Hecuba se ríe - bien, ahora ya sólo falta la comida, ¿dónde está Jesús? Ya debería estar aquí.
- Hecuba -interviene Judas - ¿ya le has llamado a su celular?
-Lo hice unos veinte minutos antes de llegar aquí, pero me respondió la contestadora automática.
- Sólo queda esperar a que llegue lo más importante de esta reunión- digo.

Justo en ese momento el timbre suena, voy a abrir y es Jesús, quien trajo la camioneta de su madre, una Jeep Grand Cherokee.
-Chicos- dice Jesús - ayúdenme a bajar la comida, está en la cajuela.
- ¿Acaso trajiste muchos cuencos o algo así? - dice Judas, un poco sarcástico - Es decir, como nos pediste ayuda, supongo que sí.
- Así es - responde Jesús, mirando con algo de desdén a Judas - sólo ayúdenme a bajar todo.

Vamos a la parte trasera de la camioneta, y en cuanto abre la puerta, veo que no jugaba.
Hay al menos doce contenedores pequeños llenos de distintos guisos, ensaladas y aderezos, todos ellos parte de la gastronomía típica  mexicana.

Los llevamos dentro de la casa y los dejamos en las mesas de picnic que puse en el jardín trasero.
Jesús es el último en entrar.

- Charls - Jesús mira la decoración a su alrededor, y suena muy entusiasmado- ¿cómo hicieron todo esto en tan poco tiempo? Se ve increíble.
- Todo por darle una bienvenida a nuestro buen amigo y hermano - respondo.
- No comiences, Charls - dice Hecuba, con un pequeño tono de burla - él regresó a México sólo para despedirse de nosotros, no te pongas chulo.

Suena el teléfono fijo.
Corro hacia él, contesto y me encuentro con la voz de Bryan.
-Charlie, amigo mío - chilla - llegaré en media hora, hay un poco de tráfico por aquí.
- No te preocupes - respondo - tómate tu tiempo.

Esperaba que dijera algo más, como "nos vemos" o algo por el estilo, pero sólo cortó la llamada.
Siento que algo ha cambiado, no era de los que colgaban sin despedirse.

- ¿Quién era? - dice Hecuba, sosteniendo una tortilla con guacamole.
- Era Bryan - respondo - dijo que tardaría un poco más de lo pensado.
-¿Sólo eso?
- Sí, sólo dijo eso y colgó.
- Pero qué diferente actitud tiene el chico, ¿o no? - habla Hecuba mientras tiene comida en la boca, algo que hace sólo con personas a las que les tiene mucha confianza, demasiada como para hacer a un lado los modales.
- A decir verdad, siento que no volverá a ser el mismo - comenta Judas - ya saben, vivir en otro país, conviviendo con personas que tienen hábitos muy diferentes a los nuestros, es decir, otro estilo de vida; todo eso tuvo que influir en la forma de ser de Bryan.

Vuelve a sonar el teléfono, y yo vuelvo a contestar.

- ¿Quién habla?
- Tenemos secuestrada a tu hija, así que quiero que hagas todo lo que yo te diga o tu hija se muere, ¿de acuerdo? - dicen desde el otro lado de la línea.

Hecuba, Jesús y Judas me hacen señas y gestos de duda.
Tapo la bocina del teléfono con una mano para responder.
- Es una extorsión - digo casi susurrando - dicen que tienen a mi hija secuestrada ¿sigo la corriente o cuelgo?
- Cuelga - dice al instante Judas - es una pérdida de tiempo con esos idiotas.

- ¿Cuánto quieres, cabrón? - respondo al teléfono - te doy todo lo que quieras porque yo no tengo hijos.

Se corta la llamada.
Río un poco.
- Colgaron - exclamo.
- Te ahorraron el trabajo - dice Jesús.
- Vaya que sí.

Estoy por soltar un comentario cuando escucho el rugido del motor de una camioneta, acto seguido el sonido de un claxon.
Salimos a toda prisa a ver de quién se trata y vemos a Bryan detrás del volante de una Ford Raptor, la personificación de la misma belleza y perfección. Lleva puestas unas gafas de sol oscuras que, sinceramente, lo hacen ver muy atractivo.
Me pregunto de dónde la sacó.
Da igual.
Bryan viene acompañado de cuatro primos: Yoali, Richard, Francesco y Henry.
Detrás de la Ford Raptor llega un Audi Q7, un Volkswagen Touareg, una Dodge Durango, una Nissan Pathfinder y un Alfa Romeo Giulietta.
Me quedo atónito ante la presencia de los vehículos de lujo que se han estacionado a lo largo de la calle, ya que en parte se me hace muy extraño, más aún porque todos los automóviles tienen vidrios oscuros.
- Hola Charlie - saluda Bryan - espero y no te moleste que haya invitado a todos mis primos y sus novias - se quita las gafas de sol y se las cuelga en el último botón de su camisa.
- No, claro que no - respondo - ¿Todos esos autos son de tus primos?
- Sí - se ríe en tono de burla - la familia está en la ciudad, vino a despedirse de mí.
- Adelante, pasen - señalo la entrada con mi mano derecha.

Las puertas de los automotores se abren y de cada uno de ellos sólo dos personas bajan.
Imaginé que habría al menos cuatro ocupantes por auto, pero ahora me doy cuenta que cometí un grave error al hacerme esas ideas.
Justo cuando me dispongo a entrar detrás de los últimos primos de Bryan, logro ver por el rabillo del ojo un último auto estacionándose, se trata de un Volkswagen Passat CC.
Ahora sí es hora de hacer especulaciones.
Del conductor baja alguien. Es un chico alto, casi tan alto como yo, de pelo negro, piel losana y blanca, ojos grises.
Lo conozco perfectamente.
Es Roberto Jauregui, un chico que me pidió ser su novio hace dos años.
Se acerca y huelo su aroma.
¡Oh, por Dios! ¡Huele riquísimo!
- Ludwig Stiffler - exclama al mismo tiempo que pone una fastidiosa, pero sexy y hermosa sonrisa - ¡Qué gustó me da volverte a ver! ¿Puedo pasar a tu casa? Necesito platicar contigo, no te he visto en mucho tiempo.

Me quedo atónito, vacilando ante la idea de dejarlo pasar o echarlo.

- Hola Roberto - finalmente mis labios se abren y dejan escapar esas palabras - adelante, es tu casa.

Camina por delante de mí hacia el interior de mi casa en dirección a la sala; al parecer tiene una excelente memoria, ya que solo ha entrado una vez.

- Iré al grano Charls - se sienta y junta las palmas de sus manos - esta mañana recibí por correo una carta, la abrí y había lo que al parecer era una nota suicida.

Mi corazón se paraliza ante la palabra suicida.

- ¿Hay un remitente? - le pregunto, con una clara muestra de asombro.
- Sí, hay un remitente - contesta Roberto - se trata de Jafet Pacheco.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora