La espesa niebla de la lejana e irreal tierra de los sueños me envuelve en sus empalagosas volutas de gas y me hace caer una y otra vez; pero al estar en este lejano mundo, apartado de toda cosa tangible y real, recuerdo que tengo que despertar en cuanto suene mi despertador, que puede ocurrir en cualquier momento. Sin embargo, no sucede asi, me despierto por mis propios medios y al abrir mis ojos, veo que la escasa luz del amanecer se filtra entre las persianas.
¡Ya hay luz solar!
Me levanto de mi cama dejando las pulcras sabanas hechas jirones y veo mi Samsung Galaxy Note III. ¡6:35 a.m.!
¡¿Como fue que no escuché la alarma para despertar?!
La primera clase que tengo en la preparatoria hoy, es historia universal, y si llego tarde, me vetará el profesor hasta quien sabe dónde, y no haré examen.
Si tuviera alguna prenda más, aparte de mi ropa interior, tomaría mi mochila y saldría pitando de mi casa; pero tengo que vestirme. Tomo las primeras prendas que encuentro en el armario y me las pongo lo mas rápido que puedo.
Ya no hay tiempo para revisar si llevo todo. Cojo la mochila de mi banco y estoy a punto de salir, hasta qué me doy cuenta de que no llevo zapatos. ¡Que mierda! ¿olvidé ponerme zapatos?
Tampoco hay tiempo para hacer una elección, me limito a ponerme unos Converse negros sin agujetas, solo tengo que meter el pie. Bajo la escaleras, que dan de la segunda planta de mi casa hasta la sala,de tres en tres.
Abro la puerta de la entrada y comienzo a correr a toda prisa. La escuela está a cinco kilómetros de aquí, así que si corro a una velocidad promedio de veinte kilómetros por hora, llegaría a la escuela justo a las 6:59. Osea en veinte minutos. ¿solo han pasado cuatro minutos desde que me levanté?
Parece que han transcurrido horas.
Corro jadeante camino a la escuela; repaso la lista de los acontecimientos en los últimos doce minutos, la lista comienza a darme vueltas en la cabeza: mi despertador no sonó y me he levantado tarde, llevo ocho minutos corriendo en dirección a clases, casi olvido ponerme zapatos, tropecé dos veces con mis propios pies, y me está comenzando a bajar el sudor por la frente y las sienes.
Si acelero un poco mas el paso,pueden ocurrir dos cosas; una, llegaría a la escuela justo a la hora de entrada a la primera clase; y dos, sufriría un paro respiratorio.
Me cuesta bastante respirar a gusto, porque el aire está muy frío, y me provoca dolor de garganta; y todo ¿por qué? Porque anoche me dormí muy tarde y hace unos minutos me costó levantarme de mi letargo. Ningún autobús pasó por la carretera y llevo dos kilómetros corriendo como loco para llegar a tiempo; además, estoy empapado de sudor, al igual que parte de mi ropa.
¡Carajo!
Algo bueno es que ya casi llego a la escuela, faltan seis minutos para que el profesor entre a dar su sermón de cincuenta minutos, y a mi solo me faltan unos quinientos metros para dejar de correr. Sigo avanzando al mismo ritmo que he tenido desdé que salí de casa y cuando veo hacia enfrente, logro vislumbrar la puerta de entrada de mi destino; pero no me detengo.
Cuando consigo llegar, entro y me recargo en el muro de la dirección, jadeante e intentando recuperar el aliento. Veo que una persona se acerca a las escaleras hacia la planta alta de la hilera de salones, Eugene, el profesor de historia, que está por iniciar su clase; me recupero lo bastante como para correr hacia las escaleras y aventajar al profesor hasta mi salón. Paso de lado junto a el a mitad de los escalones, y no puede evitar lanzarme su típico comentario cuando llegas tarde.
-Va un poco tarde, señor Stifler-dice con un brio casual.
-Algo así, profesor-digo,entre jadeos.
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Hoja de papel
Teen FictionCreo firmemente que todo llega a su tiempo, y aunque me muera de ganas por ser abrazado, por recibir besos y caricias en la oreja, por sentir la compañía y el calor de alguien que esté a mi lado acariciando mi cabello mientras escribo sobre mis "p...