Capitulo 30

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Los edificios de la calzada de Tlalpan van quedando atrás de nosotros al pasar de lado junto a ellos. Hoy es un día muy tranquilo en comparación con la última semana que estuvo llena de automóviles y conductores desesperados intentando llegar a tiempo a sus destinos. Suerte que hoy está así, de otra forma perdería mi vuelo que me llevará a mi nuevo destino de trabajo y residencia: Montreal.
Son aproximadamente las diez de la mañana, nos faltan al menos cuarenta minutos de camino hasta el aeropuerto y tenemos hasta la una de la tarde para que aborde el avión.
Mi padre se nota muy tranquilo, al igual que mi madre. Ambos van en los asientos traseros de mi auto, un Volkswagen Arteon. Papá dejó de viajar conmigo desde hace seis años, cuando se dió cuenta que alguien más ya iba a viajar conmigo a mi lado derecho: Jesser, mi acompañante de vida.
Eso que dicen por ahí es muy cierto, ya sabes, de eso que lo mejor tarda en llegar y llega de la manera menos pensada. Nos conocimos por casualidad en un congreso de negocios en Argentina. También es mexicano, y vivía a media hora de mi casa en Puebla, pero no fue con la misma empresa con la que fui yo. Charlamos sobre unas cuantas cosas sobre las innovaciones a las técnicas de trabajo en la arquitectura y como financiar proyectos piloto de mentes jóvenes, estuvimos saliendo cerca de un año antes de que yo le propusiera algo formal. Porque desde el primer momento en que ví a ese chico de 1.70, moreno, ojos avellana, cabello castaño, delgado y con una mirada penetrante, no pude evitar enamorarme de él.
Llevamos seis años juntos, y aunque es cinco años menor que yo, a ninguno de los dos nos importa la diferencia de edad.
En cuanto se presentó Jesser con mi familia obtuvo una aprobación desde el primer momento. Es muy meticuloso y cuidadoso con todo lo que hace, especialmente para su forma de hablar.
A pesar de que los asientos del Arteon son sumamente cómodos a la hora de manejar, mi columna y cadera me molestan un poco, aún no se recuperan del accidente, a pesar de que ya han pasado trece años.
Mis huesos no son las únicas señales de lo sucedido, de esas hay al menos siete en mi espalda, una por cada cirugía que tuvieron que practicarme para poder devolverme la movilidad de mis piernas. Incluso tengo dos ingertos de hueso de un muerto en mi fémur.
Pero eso ya no importa, ha quedado en el pasado, aunque mi cuerpo tiene recuerdos de ello, sé que ya no volverá a afectarme en nada.
En cuanto a Jafet Pacheco, ha estado interno en un centro de rehabilitación psiquiátrica, ya que padecía delirio y esquizofrenia paranoide, al menos así recuerdo su veredicto, ya que fui yo quien tuvo que denunciar los hechos de aquella vez.
Me remuerde un poco la conciencia al saber que fue por una mala decisión mía, y que lamentablemente mis padres lo pagaron con dos años de rehabilitación en el hospital hasta que estuve totalmente recuperado.
Jesser conoce todo mi pasado, cómo es que sigo vivo y cómo es que he llegado hasta este punto trascendental en mi vida.

Llegamos al aeropuerto en el tiempo previsto, aparcamos el auto y vamos hacia la sala de la terminal que indica en mi tarjeta.
Entre charla, risas y más charla, se nos pasa el tiempo hasta que anuncian la hora de abordaje, y como mi vuelo es en primera clase, voy primero.
No me queda más que despedirme de las tres personas más importantes para mí e ir directamente a abordar.
Ya en el avión me pongo cómodo y como en los vuelos anteriores, me ha tocado mi lugar favorito: la ventana.
En cuanto todos han subido, el avión comienza a moverse para iniciar el despegue. Veo como la Ciudad de México se va haciendo más pequeña a medida que vamos ascendiendo.
Estoy muy inspirado, así que saco de mi mochila de lado un pequeño cuaderno en el que escribo cuando suelo sentirme mal. Solía hacer lo mismo cuando Jafet y yo éramos novios, pero él siempre se quejaba que dejara de escribir sobre mis problemas amorosos, así que decidí deshacerme de él.
Sin embargo, ahora que estoy renovado, me siento totalmente libre de hacer lo que yo quiera, lo que mi corazón me diga.
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que me sentí tan bien, que ya ni siquiera lo recuerdo, es una vaga sensación que creía perdida, pero ahora ha regresado.
Las experiencias de mi vida me han servido de lección para aprender y darme cuenta que cada persona es literalmente un libro, una hoja de papel. Mis viejos amigos Hecuba, Jesus, Bryan, todos ellos tienen muchas cosas que contar, de todo tipo, que realmente me gustaría saber, pero no todo está escrito para ser entendido por todo el mundo.

Creo firmemente que todo llega a su tiempo,  y aunque me muera de ganas por ser abrazado,  por recibir besos y caricias en la oreja, por sentir la compañía y el calor de alguien que esté a mi lado acariciando mi cabello mientras escribo sobre mis "problemas amorosos",  ya no llevo tanta prisa,  también me he vuelto más flexible.
En este mundo, no soy mas que una simple hoja de papel,  que espera pacientemente que alguien escriba sobre ella.  No espero la mejor caligrafía,  ni los mejores escritores; espero buenas experiencias.
Entiendo que quien me acepte me aceptará con la libertad que me caracteriza, con mi necesidad de respeto a mi espacio y mi tiempo,  que se enamorará de mi cuerpo,  pero más de las notas musicales que toca mi corazón.
He vivido lo suficiente como para tener la seguridad de que así es, y será por el momento y hasta que este libro llamado Charls Stiffler se termine de escribir.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora