Las cortinas de la ventana que da a la calle están abiertas, por lo que me dejan ver la noche que acaba de caer en la ciudad.
Tengo a Bruno dormido en mis pies, a juzgar por su temperatura, hemos estado durmiendo al menos una seis horas, porque yo también estoy calentito, y con algo de hambre. Algo muy casual en mí.
Salgo de la cama, y en el acto Bruno se despierta; también da un salto de la cama y comenzamos a bajar las escaleras juntos.
En la sala, cocina, recibidor y pasillo está todo oscuro, lo cual es demasiado inusual, ya que mi madre debió haber llegado al menos desde hace dos horas; me detengo un momento para sacar el móvil de mi bolsillo, miro la hora, 20:35 , lo cual me dice que efectivamente dormí unas seis horas, aunque no recuerdo muy bien si hice algo cuando llegué del hospital , pero todo está tal y como cuando llegué de la escuela.
Bajo los últimos tres escalones que me faltan para llegar al suelo, prendo la luz y lo que veo me deja con la sangre helada.
Es Bruno.
Mi difunto amigo.
Lo que acabo de ver no tiene explicación lógica, bueno, tal vez sí, teniendo en cuenta la situación que acabo de pasar. La silueta, no, no era silueta, era Bruno tal y como solía ser en vida, desaparece al instante, así de la nada, sin dejar rastro alguno.
Me quedo parado al final de la escalera, intentando decidir si busco a mi amigo por toda la casa, o dejar las cosas en calma.
Opto por lo segundo.
Voy al baño a lavarme la cara, y lo que veo en el espejo me deja sin aliento: bolsas bajo los ojos, que están hinchados y rojos; un rostro sin color, sin el reflejo de las ganas de vivir; los labios secos y ásperos como si fuesen una bola de papel; lo que una vez fue una sonrisa se ha convertido en una simple línea seño curva surcando la parte inferior de mi cara; y la sombra de barba, que ha comenzado a crecer un poco.
Cierro los ojos para intentar calmar el frenesí de emociones que tengo en mi cabeza, y de repente, escucho una voz inconfundible, la misma voz que solía darme ánimos cuando más lo necesitaba, la misma voz que dejó de ser escuchada hace dos años.-Tranquilo, todo estará bien, eres fuerte, no estás solo, yo te apoyaré siempre - los decibeles son muy bajos, y no producen eco en el gran cuarto de baño.
Definitivamente es Bruno.
No soy de esas personas que creen en fantasmas y cosas así, pero sí creo que las personas que ya se han marchado nos ayudan desde el más allá a resolver los problemas terrenales, sin la necesidad de reencarnar o resucitar.
La aparición de Bruno en el recibidor, y ahora una psicofonía suya diciéndome que todo estará bien, es algo aterrador y alentador al mismo tiempo; hace que me de cuenta de las personas que me dan su apoyo.
Unos cuantos segundos después, lo único que hago es echarme a llorar nuevamente, recargándome en el mueble del lava manos, que tiene el peculiar aroma a lavanda del jabón de manos que usamos.
Bruno, mi perro, entra al baño, se para en dos patas, apoyándose en mi pierna izquierda, y comienza a hacer pequeños gruñidos, como cuando quiere jugar.
Lo cargo y lo acerco a mi regazo, lo abrazo y me pongo a llorar, él sólo frota su cabeza contra mi mejilla y comienza a lamerme.Es en ese momento cuando despierto de verdad.
Todo fue un sueño, pero me ha dejado perplejo.
La luz del día indica que son al rededor de las seis de la tarde. Ahora que estoy despierto de verdad, recuerdo exactamente todo lo que pasó después de llegar del hospital, aunque para ser sincero, no fue mucho lo que hice.
Estacioné el auto de mi padre en su lugar, bajé, entré a la casa, donde Bruno me estaba esperando, acostado en su cojín; fui directamente a la cocina a buscar algo de comer, y me encontré con un estofado de arroz y pollo, y con un fetuccini a la crema; también había una jarra llena con lo que parecía ser agua de mango, a juzgar por la pulpa que estaba asentada en el fondo junto con el azúcar; tomé un plato del cajón de platos, abrí el cajón de cubiertos cubiertos y saqué cuchara, cuchillo y tenedor; me serví una buena ración de estofado y pasta en el mismo plato, y me senté a comer. No tardé ni media hora en comerme todo, junto con la mitad de la jarra de agua.
Todo estuvo delicioso.
Pero no estaba de ánimo, así que me subí a mi habitación a dormir.
Y ahora sigo sin ánimo de nada.
No quiero ver TV, ni salir a caminar con Bruno, ni nadar en la alberca del patio trasero, ni salir a conducir.
Llamo a Bruno para que me haga compañía, pero no hace caso, no ha hecho ruido desde que me desperté, hace unos cuatro minutos.
Supongo que está durmiendo en la sala.
El móvil comienza a sonar en tono de llamada, lo saco y veo que es la mamá de Jennifer. Algo sucedió.
- Hola - contesto la llamada.
- Charls - me dice su mamá del otro lado del teléfono -¿Jennifer está contigo? Se salió de la casa hoy en la mañana, tú madre le llamó por teléfono y le pidió que fuera a verte al hospital, así lo hizo pero no ha llegado desde hace casi siete horas, es por eso que te llamé.
- Lamento decirle que no está conmigo - respondo, algo asustado - ¿ya intentó llamar a su celular?
- Claro, pero no responde, y me tiene bastante perocupada.
- Le llamaré de todas formas.
- Gracias Charls, pero además de eso, ¿se te ocurre dónde puede estar?
- No, pero si me responde, sería un gran alivio, en otro momento le devuelvo la llamada.Nada más corto la llamada y comienzo a teclear el número de Jennifer, quien contesta al segundo tono.
- Jennifer - digo, asustado - ¿dónde demonios estás? Tú madre me marcó preguntando por tí, y le he dicho que no estás conmigo, que la última vez que te vi fue...
- ¿Eh? - me interrumpe - ¿que mi madre qué? - su forma de hablar no es normal, habla con pausas y un poco acelerada - estoy bien mi querido Charlie, solo vine por unos tragos con mi prima, son a tu salud, por besarte con ese wey de Jafet.Está borracha.
Y con su prima, lo que aumenta al doble el riesgo de un accidente, ya que ambas manejan bien, pero demasiado por encima del límite de velocidad, incluso más rápido que yo.
- ¿En dónde demonios estás, Jennifer? -En Cholula, ¿conoces alguna otra zona de antros y bares de calidad? Es obvio que estoy aquí, no me iba a meter a esos lugares lacras, yo valgo mucho, y si tú no me valoraste, me toca ahogarme en alcohol.
- Deja de tomar - le digo, muy calmado.
- ¡Vete a la mierda! - acto seguido, se comienza a carcajear fuertemente, y cuelga.
No dudo en ir por las llaves del auto, le sirvo un poco de croquetas a Bruno, salgo de la casa junto con el auto, y me voy a Cholula.
En todo el camino no dejo de devanarme los sesos pensando en lo peor que le puede suceder a Jennifer, y todo por mi culpa.
Por suerte, el fraccionamiento está a unos doscientos metros de la salida a la carretera Periférico Ecológico, que me lleva directamente a Cholula.
En cuestión de cinco minutos, me encuentro en la zona conocida como Angelópolis, donde viven los más pudientes del estado, una zona de edificios, restaurantes de lujo, hoteles de lujo, gimnasios de lujo, y la Estrella de Puebla, una rueda de la fortuna gigante; ésta zona es un indicador de aproximadamente la mitad de distancia que hay entre Xilotzingo (así se llama la zona donde está el fraccionamiento donde vivo) y Cholula, lo que significa que ya solo tengo que conducir otros cinco minutos más para llegar hasta Jennifer, antes de que le ocurra algo malo.
No puedo creer que Jennifer haya llegado al punto de emborracharse por haber terminado conmigo; ni siquiera yo lo tomé tan mal. Bueno, sí, pero decidí guardarme ese dolor, como siempre.
Tomo la desviación hacia el Camino Real a Cholula, el bulevar donde está ubicada la zona de bares, la cual es muy famosa en todo el estado, me incorporo al mencionado bulevar, y comienzo a avanzar tan rápido como llegué.
Pongo atención en donde comienzan los establecimientos, a unos cuantos metros de la entrada de la Universidad De Las Américas Puebla, veo un Volkswagen Beetle rojo, el auto de Jennifer, estacionado en un pequeño cajón de estacionamiento. Sin dudarlo un solo segundo, entro al estacionamiento, y aparco el auto junto al Beetle. Bajo y entro al bar, en busca de mi ex novia.
Hay un sujeto de un metro ochenta de aspecto fornido que resguarda la entrada, me pide mi credencial de elector, se la muestro y me deja pasar. Una vez adentro, mis ojos buscan desesperadamente a los ojos que una vez los tuve a pocos centímetros de mi cara, pero que ahora no sé donde están.
Me siento aliviado cuando la veo, a unos ocho metros de distancia, sentada en la barra, pidiendo un shot de alguna bebida alcohólica que, por el aspecto que tiene la botella, supongo que es whisky, al parecer Buchanan's 12, porque la botella es color verde.
Corro hacia ella, nada más llego y Janet, su prima, me ve con tanto odio que creó que va a golpearme.
-Jennifer - le digo - vámonos, este no es lugar para una señorita decente.
- ¿Y tú que sabes de la decencia? - su aliento delata que ya ha bebido bastante - no supiste comportarte como un caballero conmigo, y yo, no tengo por qué comportarme como una dama, ¡salud Stiffler! Por nuestra puta relación que se fue a la mierda - apoya su mano izquierda con mi hombro, y con la derecha se bebe el licor.
- Wey, dame la cuenta - le digo al barman, que mira algo asombrado la escena con Jennifer.
- ¡Yo no me voy! - salta Jen - yo me quedo aquí.
- Ayúdame - le digo a Janet - está muy ebria, y no puede conducir en este estado, vas a tener que manejar su auto.
- Lo haré - responde Janet - pero ella se va conmigo.
-Lo siento, pero no creo que a ella se le ocurrió la brillante idea de venir a embriagarse, ya la metiste en bastantes problemas por ahora.
- No tantos como los que tú le causaste.
- Por favor, ayúdame a subir a Jennifer al auto.
- De acuerdo.Pago la cuenta de Jennifer, que increíblemente se bebió ochocientos pesos de whisky, tequila y vodka.
Tomo a Jennifer de la cintura, mientras que su prima la toma de las piernas, la sacamos a regañadientes del bar, la subimos a mi auto, y emprendemos el camino de regreso, pero esta vez, Jen se queda conmigo, en mi casa, bajo mi cuidado, le dije que la estaría con ella en las buenas y en las malas.
Y así lo haré, sin importar qué tenga que pasar.
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Hoja de papel
Roman pour AdolescentsCreo firmemente que todo llega a su tiempo, y aunque me muera de ganas por ser abrazado, por recibir besos y caricias en la oreja, por sentir la compañía y el calor de alguien que esté a mi lado acariciando mi cabello mientras escribo sobre mis "p...