Capitulo 14

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Escondo la flor en mis pantalones que están en donde antes estaba la caja de chocolates.
Lo hago justo a tiempo, porque entran mis padres; en cuanto me ven, corren hacia mí, me abrazan y se sueltan a llorar.
-Hijo - dice mi mamá entre sollozos - perdón por haberte dejado solo, todo esto es nuestra culpa, no tenemos perdón por haberte dejado en la casa y no llevarte con nosotros.
- No te preocupes mamá - la tranquilizo - no pasó nada grave, ya los detuvieron y a mí solo me tocó la mala suerte de recibir un tiro, pero estoy bien mamá, enserio.

Veo que la expresión de mi padre se endurece.

- Charls Ludwik - odio que me llamen por mi segundo nombre, pero cuando mi padre me llama con mis dos nombres, es porque está enfadado - te dije claramente que no intentaras nada, te hubieses quedado en el escondite y no hubiese pasado nada, pero sin embargo ¿que hiciste? Tomaste el revólver, quisiste hacerte pasar por francotirador, y ¿que sucedió? Recibiste un balazo, Charls, y un impacto de bala no es algo que se toma a la ligera, pudiste haber muerto ¿sabes cómo nós sentiríamos nosotros si hubieses muerto? No te imaginas por lo que nós hubieses hecho pasar. No debí haberte enseñado a disparar.
- Papá, ayudé para que no se escaparan - le digo - los cristales de la casa son blindados, pero ¿qué hay de la puerta? Es de madera y hubiesen entrado y robado todo lo de la casa, o peor aún, me hubiesen encontrado en el búnker y me secuestraban.
- Hijo, me has decepcionado - dice mi padre, al mismo tiempo que se le quiebra la voz - entonces ¿por qué estoy tan orgulloso de tí al haber tomado una decisión en una situación de vida o muerte?
Me abraza mi padre y también se suelta a llorar.
Pasamos unos cinco minutos así, y cuando por fin nós soltamos, me dan la buena noticia que a la una de la tarde me darán el alta.
Se abre la puerta y entra el doctor Ricardo Pacheco, es como si Jafet hubiese entrado.
- Joven Stiffler - me dice, con alegría - dígame ¿cómo se ha sentido?

No tengo opción más que responder.

- Ya me siento mucho mejor, ya no me duele la herida y ni siquiera la siento, estoy mucho mejor, listo para irme a casa.
- La buena noticia es que te irás a casa en unas horas, y podrás volver a la escuela en un par de días más.
Voltea a ver a mis padres.
-Señores, me temo que la hora de visitas ha terminado, solo uno se puede quedar aquí a cuidar del joven.
Mis padres se miran uno al otro, y al final, deciden que mi padre se quedará.

En cuanto nós quedamos solos, le pregunto a mi padre.
-¿A qué fuiste a Monterrey?
- Tuve que ir a una conferencia con los directivos de la empresa - dice, pacíficamente - ya sabes, para que vieran los proyectos de Jacqueline, la arquitecta. Y yo tuve que presentar la estimación de material para la obra, pero en cuanto Will me llamó, tuve que pedir permiso para venir aquí.

Mi padre trabaja en una empresa constructora, es ingeniero civil y está a cargo del área de supervisión de obras, no solo aquí en el estado de Puebla, sino, en diferentes construcciones que hay en Durango, Monterrey, Guadalajara, Chiapas y Michoacán, es por eso que viaja constantemente, y casi nunca lo veo, salvo cuando la supervisión tiene prioridad aquí en el estado. He ido un par de veces con él a las construcciones, que son, básicamente hospitales, centros comerciales, edificios empresariales o autopistas. Hace unos cinco meses, estuve trabajando con él en un edificio de unos veinte pisos, en Guadalajara; lo ayudé a pasar estimación de avances, logística del material de la obra y supervisando que los trabajadores, valga la redundancia, trabajaran. Se supone que antes no iba mucho con mi papá porque era menor de edad y si me veían ahí, la empresa recibía una multa, pero desde que cumplí dieciocho años (hace casi un año), y obtuve mi identificación oficial, ahora si puedo trabajar con él. Pero por cuestiones de trabajos, exámenes finales y el examen de admisión a la universidad, ya casi no estoy con mi padre ayudándole a supervisar las obras.

-Y bueno - digo, con un brío curioso - ¿ahora que proyecto van a realizar?
- Es el edificio de ventas de BMW, porque van a llevar a vender sus autos a Monterrey, y quieren que la constructora presente proyectos, vamos a competir contra otras dos empresas para ver quien se queda con la obra.
- Seguramente va a quedar el proyecto de tu empresa.
- Puede ser, pero no hay que asegurar nada hasta tener una respuesta concreta.

Llega el doctor a la sala.

- Joven Stiffler - me dice, sonriendo - por favor, permanezca tranquilo y recostado, en unos minutos vienen las enfermeras a hacer curación de su herida y a quitarle todos esos tubos, porque ya le han dado el alta, pero necesito que venga cada tres días durante una semana a curaciones, esa herida necesita ayuda para sanar.
- Está bien doctor.

- Bueno Charls - me dice mi padre - ¿listo para ir a casa?
-Claro que si, pero necesito decirte algo.
-Dime, hijo.
-Tengo un reporte por parte del profesor Dante, si preguntas por qué, es porque estaba leyendo en clase de química.
-¡Ay hijo! - dice mi papá, soltando un suspiro - eres un desastre, pero déjame decirte que eres el desastre que me inspira a vivir.
- Gracias papá, no te preocupes, aquí estaré para causarte muchos problemas más - le digo, entre risas y golpeándolo suavemente con mi mano en sus bíceps.

Cuando mi papá tiene que ir al baño, cojo la flor que escondí y la comienzo a despedazar; lanzo los restos a un bote de basura que hay a un metro de mi cama.
La puerta se abre, y entra la sexy enfermera que se parece a Katnisss Everdeen, con un formato de alta voluntaria.
-Joven ¿cómo se siente? - dice, con un tono carismático.
- Muy bien, ya no siento molestia alguna, salvo cuando hago fuerza.
Se acerca y comienza a quitarme el catéter de mi antebrazo izquierdo, y también comienza a aflojar las vendas de la herida de la cirugía. Supongo que me va a hacer curación antes de que me vaya. Lo confirmo cuando veo que saca unas gasas y peróxido de hidrógeno de un botiquín que traía consigo y que no había visto antes.
-Eso va a doler solo un poco, quiero que te relajes y no saltes cuando sientas ardor.
- Ok, lo haré - digo, con un tono ininteligible.
La enfermera se pone unos guantes de látex, y comienza a empapar las gasas con el agua oxigenada; la acerca a la herida, y lo único que hago es cerrar los ojos y pensar "No hay dolor ". Pero sí que lo hay, aunque es menos intenso de lo que imaginé, es como cuando tocas algún objeto metalico que ha pasado bastante tiempo bajo el sol.
-Listo - dice la enfermera Katnisss (decidí llamarla así en mi mente) - ¿quieres verla?
-Sí - respondo.
Bajo mi vista hacia mi hombro derecho y me encuentro con una franja de piel unida con seis puntos de sutura. Apenas la veo y siento un profundo instinto de repulsión y horror, pero por alguna extraña razón, me gusta ver este tipo de heridas.
Katnisss ajusta las vendas de mi hombro, y me extiende las hojas de alta voluntaria.
-Charlie, necesito que llenes éste formulario para que el doctor pueda venir a darte de alta y puedas ir a casa.

Tomo la tabla con las hojas de papel y comienzo a leer las cláusulas que se dictan en el formato, que básicamente, son las mismas que un formulario normal.
Nombre: Charls Ludwik Stiffler Swift.
Edad: 18 años.
Motivo se hospitalización : Extirpación de bala.
Estatura: 1.77 m.
Peso: 62 kg.
Doctor: Ricardo Enrique Pacheco Figueroa.
Motivo de alta:
1.Autorizada por el médico. 2.Voluntaria.
Nombre y firma de quien solicita:
Charls Ludwik Stiffler Swift.

Una vez llenas las hojas, la enfermera me dice que me va a ayudar a ponerme la ropa, cosa que me sonroja, porque no tengo nada de ropa puesta, salvo mi bóxer. Pero termina ayudándome. Me quito la bata de hospital, y la enfermera hace un comentario que me deja boquiabierto.
-Por lo visto va al gimnasio, joven Charls, porque tiene muy trabajado su cuerpo.
- Bueno - digo, tartamudeando - no había ido desde hace dos semanas a ejercitarme al gym.
-Pues déjeme decirle que no lo hará por unos largos seis meses.
- No estará hablando en serio ¿o sí?
- No había dicho algo más serio que esto, joven - me responde, con una gran sonrisa en la cara - debe guardar reposo durante una semana antes de regresar a la escuela, y otros seis meses hasta que su herida y su clavícula sanen a la perfección, porque el impacto casi le cuesta un hueso, y debe esperar hasta que se recupere, no debe alzar cosas pesadas ni hacer esfuerzos innecesarios.

La única respuesta de mi parte es un silencio total.
Una vez que me ayudó a ponerme la ropa, sale de la habitación, y entra mi madre, saltando de alegría, literalmente.
-Hijo, ya es hora de irnos.

Recojo mi celular y mi cartera que están en la mesa, y salgo de ésta vertiginosa habitación.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora