Capitulo 3: "Eres Especial"

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Unos golpes en la puerta lograron despertarme. Vi la hora 8:10am. Hice una mueca de fastidio, no tenía clases hasta las once y hoy tenía el día libre en el trabajo.

Me levante y fui hacia la puerta, no tarde mucho en llegar considerando el pequeño tamaño de mi departamento. Abrí y lo primero que vi fue una hilera de blancos y perfectos dientes, seguido por unos ojos castaños y dos hoyuelos muy pronunciados. Mi cara automáticamente cambio de fastidio a molestia.

—¿Iras a la universidad así? —pregunto en broma.

—Sí ¿No te gusta? —dije fingiendo una sonrisa falsa.

Ignoro mi respuesta y miro a mi espalda.

>> Veo que aparte de molesto eres chismoso.

—Ya te dije Liz, me gustan más los términos «Curioso» y «Perseverante» —bufé— ¿No me invitaras a pasar?

Fruncí el ceño y luego me moví para que pudiese pasar. Entro y se puso a mirar todo; por si no lo había mencionado antes, este hombre era muy molesto.

—Toma una foto, te durará más.

—Tal vez lo haga Liz.

Rodee los ojos y me puse frente a él, cruce mis brazos.

—No me digas Liz, lo detesto.

—¿Cómo quieres que te llame? ¿Sirena? Seria irónico porque nadar no se te da muy bien —rio.

La verdad es que aún tenía mucho sueño, no es que ayer haya dormido casi un día entero, aunque creo que, si dormí casi todo el día, pero aun así tenia sueño y él no evitaría que lo hiciera.

—Volveré a dormir, no rompas nada niño molesto.

Sé que dejar a prácticamente un desconocido solo en tu departamento no es muy buena idea, podría decidir robar algo o simplemente secuestrarme y llevarme a algún lugar donde me picara en pedacitos; pero el sueño no me deja pensar con claridad.

—¿Faltaras a la universidad?

—Tengo clase a las once, señor perseverante.

Me acosté y cerré los ojos dispuesta a dormir. Ne se cuanto tiempo paso pero un ruido logro despertarme, o más bien, mucho ruido. Me asome a ver que hacia el niño molesto. No lo vi donde lo había dejado, caminé hasta la cocina y ¡Eureka!

Estaba con mi delantal rosa haciendo panqueques. Ni siquiera sabía que tenía los ingredientes para prepararlos. Además de eso estaba tarareando una canción que me sonaba familiar, no tenía una voz espectacular, pero había oído peores.

—Así que asaltaste mi heladera, niño molesto.

—Tu heladera daba ganas de llorar, en serio, casi me encierro a llorar en el baño. —reímos— Tranquila sirena, fui a comprar esto en la tienda de la esquina. —me acerque a ver mejor lo que hacía— También compre café, toma, —me lo entrego— te vi cara de que te gusta el café negro.

Claro que me gustaba, era lo mejor para comenzar el día. Creo que si no tomaba mi café todas las mañanas terminaría de enloquecer.

—Gracias, supongo.

Le di un sorbo y suspiré, estaba justo como me gustaba. Fui a mi habitación, tomé algo de ropa y me encerré en el baño. Después de haber tomado una ducha y haberme vestido con unos jeans azul oscuro, una camisa blanca con alguna frase en otro idioma y unos convers negros, salí de nuevo.

Connor se volteo y sonrió al verme, voltee los ojos al mismo momento.

—Lindo.

—Ahórrate los cumplidos niño molesto.

Me senté en una de las sillas junto a la mesada, él sin quitarme la vista de encima me entregó un plato con una torre de panqueques, la miel y mi café.

—¿Tu no comerás? —pregunte mientras llevaba un pedazo a mi boca. Delicioso.

—Desayune en mi departamento, gracias —ahí estaba esa sonrisa de nuevo.

Asentí y seguí comiendo. Era muy incómodo, no dejaba de mirarme, cada movimiento que hacía era registrado por un par de ojos claros, ni siquiera trataba de disimularlo.

Con mucho esfuerzo logre terminar de comerme esa gran torre de panqueques. Me iba a levantar para lavar el plato, solo que él me gano y lo tomo.

—Yo lo hago sirena.

Entrecerré los ojos y lo vi fijamente a través de mis pestañas. Se veía gracioso usando ese delantal rosa, ahora que lo pienso no sé porque lo tengo, yo odio el rosa.

—Te queda lindo el delantal —dije riendo.

—No es el delantal, soy yo.

Solté una carcajada y el me acompaño. Se lo quito y lo dejo colgado donde había estado como desde hace cuatro años. Se acercó a mí y reviso su reloj.

—¿Nos vamos?

—Bien.

Volví a mi habitación, tomé mi mochila y salí. Bajamos y nos acercamos a su auto, me causo risa que hizo eso de abrir la puerta para que yo subiera, siempre me pareció estúpido, las mujeres no somos lisiadas, podemos fácilmente abrir una puerta.

Nos mantuvimos en silencio durante el viaje, me extraño ya que en el poco tiempo que lo conocía no había parado de hablar. Eso me hizo pensar en lo raro que es Connor, la verdad es que no entendía que pretendía.

—¿Porque haces esto? —pregunte mirándolo.

—Porque si no lo hago no llegaras a clases —rió.

—Hablo en serio Connor ¿Porque haces todo esto por mí?

—¿Quieres saber? —asentí fastidiada, no me gusta que den vueltas— Lo hago porque como que me gustas —dijo como si fuese lo más normal del mundo.

—¿Es una broma? —pregunte molesta.

Negó con la cabeza, volteo y me sonrió.

—Es sólo eso sirena, desde que te vi despertar hubo algo en ti que me llamo la atención, no sé, se puede decir que me llenas de curiosidad.

—Curiosidad y gustar no es lo mismo, no confundas las cosas niño molesto.

—Me gusta sentirme curioso por alguien, hay muy pocas personas interesantes a mi alrededor, eres especial.

Desvíe mi mirada a la ventanilla del auto. Estaba lloviendo, siempre me ha gustado mucho la lluvia. No le di muchas vueltas a lo que dijo, estoy segura que solo es una forma de conquista, ya que puedo asegurar que soy la persona más común, aburrida y menos interesante que él puede conocer.

Llegamos, detuvo el auto. Nos quedamos callado viendo las millones de gotas cayendo sobre el auto y el suelo cada segundo, era una imagen perfecta para mí, casi la podía ver plasmada en mi mente con colores fríos.

—Toma, usa esto —me dio un suéter blanco.

—No es necesario.

—Te vas a mojar mucho, anda, úsalo —pidió.

No pensaba hacerme de rogar, más aún cuando imaginaba lo fría que debía estar el agua. Lo tome y deslice mi cuerpo dentro de él. Me quedaba grande, pero estaba caliente.

Estaba por bajarme del auto cuando hablo nuevamente.

—Querías saber en qué trabajo ¿Aun quieres saberlo? —sonrió.

—La curiosidad me está matando —dije medio en broma y medio en serio.

—Deje una nota pegada en tu heladera, aparece la dirección de mi trabajo, estaré allí toda la noche, —me miro— si quieres ve.

—Tal vez lo haga.

—En verdad espero que lo hagas.

Por primera vez desde que lo conocí le regalé una pequeña sonrisa sincera. Abrí la puerta y me bajé, corrí hasta estar dentro. No pudo evitar como la noche anterior quedarme viendo el auto hasta que desapareció en la esquina siguiente.

Mi Razón para VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora