Capitulo 10: "La definitiva"

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Me desperté algo agitada. No había podido dormir bien en toda la noche, cada vez que lo intentaba esos extraños sueños, o mejor dicho pesadillas volvían. Nunca me había pasado algo así, cada vez era peor; me despertaba con la respiración agitada y en varias ocasiones con los ojo y mejillas humedecidas por mis lágrimas.

Me levante en silencio cuando me di cuenta que no podría dormir más. Observé a Connor todo doblado en el sillón, me sentí mal por haberlo hecho dormir ahí, se veía muy incómodo.

Baje las escaleras con cuidado de no despertar a nadie. Llegue hasta la cocina y me sobresalte al ver al señor Wells allí.

—Oh, disculpe, no sabía que estaba aquí. —Eran como las cinco de la mañana, ni siquiera amanecía aún.

—Tranquila Eli, suelo despertarme todos los días a esta hora. —tenía en su mano una taza de café— ¿Quieres?

—Si por favor. —me tendió la taza y no dude en tomarla y darle un sorbo, definitivamente un muy buen café.

—¿No puedes dormir? ¿Hay algo malo con la habitación cariño? —dijo con suavidad.

El señor Wells era de esos hombres que transmitían amor y paz en la mirada. Era como la mirada de un padre preocupado por sus hijos, que solo quiere lo mejor del mundo para ellos.

—No, no, solo que... —lo pensé por un segundo— dormí mucho de camino para acá.

Asintió y me invito a sentarme junto a él. Suspire luego de dar un sorbo más, mi mirada se perdió entre la oscuridad de la noche; en tan poco tiempo todo se había vuelto extraño.

—Gracias. —dijo mientras bebía de su café.

Lo mire confundida.

—¿Gracias por qué?

—Por querer a Connor, es un hombre muy tonto; —una risita escapo de entre mis labios al igual que de los suyos— siempre ha sido muy guapo, y las chicas han estado detrás de él. Aun así, nunca le importo mucho, estuvo pendiente de otras cosas.

>> ¿Te contó lo de su madre? —asentí— no fue fácil para él crecer sin el amor de una madre, yo di todo de mí, pero a veces pienso que no fui lo suficientemente bueno.

—No diga eso, Connor es un buen hombre gracias a usted, le enseño bien.

—Yo trabajaba demasiado para darle todo a Connor, aun así cuando llegaba jugaba con él y lo ayudaba con su tarea. Cuando creció empezó a cocinar para mí, se daba cuenta lo agotado que llegaba, limpiaba la casa y se hacía cargo de ambos.

—Lo hizo porque usted seguramente lo merecía, porque lo ama, y eso me consta.

—Eres una buena chica, —dijo mientras palmeaba con sus manos las mías de forma fraternal— estoy feliz de poder ver que el corazón de mi hijo está en buenas manos.

—Yo... —me interrumpió.

—Él nunca me había presentado a ninguna chica, decía que solo me presentaría a la que él sintiese que sería la última, la definitiva.

Trague grueso y desvíe mi mirada hacia él, tenía una sonrisa en sus labios y me veía de una forma difícil de explicar.

—Para mí es un gusto haberlo conocido señor Wells.

—Oh por favor, no me digas señor Wells, llámame Richard.

—Está bien —le regale una sonrisa.

Se levantó y camino hacia la puerta.

—Deberías tratar de dormir un poco, no se la verdadera razón por la que no podías dormir, pero debes descansar cariño.

Asentí dándole a entender que si había una razón y agradeciéndole con la mirada por no preguntar al respecto.

Dejé la taza en el fregadero y volví a la habitación. Al entrar Connor levanto la cabeza y entreabrió los ojos.

—¿Sucede algo? —pronuncio con voz ronca.

Negué y le dije que siguiera durmiendo. Me acosté y finalmente pude dormir un poco.

...

Bajé las escaleras y vi a Connor y su padre charlando en la sala. Ya me había dado una ducha y cambiado. Eran como las nueve de la mañana.

No se habían percatado de mi presencia así que seguían hablando entre ellos.

—Papá debo confesarte algo referente a la sirena. —dijo bajando la cabeza.

—Es un encantó esa chica ¿Que sucede con ella?

—Ella y yo...

Me acerque rápidamente para evitar que continuara hablando.

—¡Planeamos un día en el parque para los tres! —dije rápido, fue lo primero que me vino a la mente— Fue mi idea en realidad.

Ambos me miraron sorprendidos, solo que, por razones diferentes, el señor Wells se veía alegre y feliz; por otro lado, Connor parecía que no entendía que estaba sucediendo.

—¡Estupendo! Hace mucho no salía de casa, —frunció el ceño mirando a su hijo— él cree que todo me hará daño, gracias por convencerlo cariño.

Hice un intento de sonrisa que termino en una mueca.

—Papá ¿Me dejas un momento a solas con la sirena?

—Claro, iré a terminar de preparar el desayuno.

Se levantó del sofá y se retiró. Volví mi vista al castaño que me veía cada vez más confundido.

—¿Que fue eso sirena? ¿Porque le dijiste eso? —pregunto expectante.

—Es un buen hombre, tenías razón. —suspire— Me quedare, fingiré ser tu novia mientras estemos aquí.

Una amplia sonrisa lleno su rostro, se levantó y me envolvió en sus brazos mientras no paraba de agradecerme. Se alejó solo un poco y quedo mirándome a los ojos, muy cerca de mi rostro.

Se acercó más y dejo un suave beso en mi frente. Al separarse me sonrió una vez más.

—¡Chicos el desayuno!

—¿Vamos? —pregunto.

Asentí y caminamos juntos hacia la cocina.

Dos días después

—¿Cuándo volverán? —pregunto Richard un poco desganado.

—Yo volveré en un par de semanas papá.

—¿Tú también Eli? —ambos voltearon a mirarme expectantes.

—Ehh claro, me encantará volver a verlo Richard.

—Perfecto, agradezco que hayan venido a visitar a este viejo —reímos.

Él y Connor se dieron un largo abrazo. Cuando se separaron me acerque y abrace a Richard; en estos días realmente le había cogido aprecio.

Subimos al auto. Estábamos ya camino al aeropuerto, mi vista estaba clavada en la ventana, este fin de semana me hizo darme cuenta de algo.

Algo que no quería admitir, que cambiaría todo, que me haría sufrir.

Pero hay estaba yo, en un coche volviendo a mi ciudad, con él, él culpable de todo lo que me estaba pasando. Voltee a verlo, tenía la vista fija en el camino mientras tarareaba una canción vieja. En ese momento me di cuenta que no había nada que negar, estaba muy claro, aunque yo no lo quisiese así, era la realidad y tenía que aceptarla.

Me gusta Connor.

Mi Razón para VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora