Capítulo 22: Damisela en peligro.

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En multimedia: Faded - Alan Walker

~*~

Me la paso todo el día pensando en Ethan, ¿cómo irá todo? ¿Ha tenido algún problema? ¿Las cosas salieron bien? Jamás dijo que me llamaría durante el día, pero tratándose de él y con la inseguridad que carga respecto a Kaleb, no es normal que no lo haya hecho. No confía en ese hombre, ¿quién confiaría? Y sé que no confía tanto en mí como yo quisiera, cree que podría confundirme, lo cual me duele, jamás voy a cambiarlo por nadie y menos por alguien que nos quiere arruinar, que lo quiere alejar de mí para siempre.

Ya son las seis, mi turno termina en una hora y aunque todo se ha desarrollado normal en el restaurante, tengo un mal presentimiento.

¿Y si lo llamo? No, podría interrumpir algo importante, sin embargo él me ha dicho que para mí siempre está disponible. Puedo enviarle un mensaje, eso me tranquilizaría, aunque en este momento es probable que aún esté dentro de un avión arribando a L.A. ¡Qué desesperación! Trato de tener pensamientos positivos, nada tiene que salir mal, todo marcha bien. Me iré en cuanto acabe mi jornada, me pondré un vestido bonito, y a las nueve lo tendré frente a mí aniquilándome con esa mirada gris, como siempre.

Mientras ayudo en la cocina a lavar lo acumulado, observo el lugar a detenimiento, lo cierto es que entre más lo pienso más me sorprendo de cómo han montado todo a la perfección, todos los agentes actúan como si hubiesen trabajado en un restaurante su vida entera, no hay nada extraño en ellos. Quizás no todos son agentes, tal vez hay unos cuantos y no los que pensamos, es lo único que se me ocurre, de verdad parecen cocineros, meseros, y hasta Kaleb el dueño.

—¿Interrumpo? —El plato que estoy lavando casi se me cae de las manos al escuchar la voz de kaleb.

—No, ¿cómo podría interrumpir el dueño?

—Deja eso, ya no falta nada para que termine tu turno. Quiero hablar contigo. —Cierra el grifo de agua y pone una de sus manos sobre la mía para que pare.

—Me hace sentir mal que tengas tantas contemplaciones conmigo.

—No pasa nada, ¿quieres que sea un gruñón?

—A veces quisiera —lo confundo un poco.

—¿Ah sí? —Se cruza de brazos y sonríe un poco.

—Es que te has portado tan extrañamente bien conmigo, que siento que de pronto he abusado de esa ayuda. Muchas gracias por devolverme el trabajo, no sé qué hubiera hecho si no contara con tu caridad.

—No lo llames caridad. Soy un hombre justo, me gusta colaborarles a las personas si está en mis manos hacerlo, sobre todo cuando se trata de gente buena. Transparentes.

—¿Te parezco transparente?

—Sí y justo de eso quería hablarte, sé que no debo ni tengo por qué involucrarme en tus asuntos pero ¿qué ocurre en tu vida? ¿Por qué estás trabajando cuando deberías estar dentro de un salón de clases? ¿Qué hay de tus padres? ¿Tu hermano no te ayuda? ¿Dónde vives? ¿Cómo vives? —demasiadas preguntas, hace que se me disparen los nervios, pero son preguntas de rutina, no debería equivocarme ni mostrarme dudosa con algo tan sencillo.

—Muchas preguntas —susurro.

—Y no tienes que contestarlas si no quieres, solo quiero comprobar si no estoy pecando de ingenuo. Quiero ayudarte, ya te lo he dicho cientos de veces, pero creo que no me crees, o que piensas que solo lo hago para conseguir algo a cambio.

—¿Y no quieres nada a cambio? —Me atrevo a mirarlo. Él suelta un suspiro corto y sereno.

—Sí, si quiero algo a cambio, pero nada de lo que tu alocada cabeza pueda estar pensando.

Peligrosa Atracción II (Almas Perdidas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora