Capítulo 11

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Frank giró en su cama por veinteava vez en el intento de evitar el sol que se filtraba por entre las rendijas de las persianas. Estaba totalmente consiente de que ya era cerca del medio día porque por lo menos durante cuatro horas había estado escuchando los movimientos de su madre, su padre y su hermana menor, incluso creí haber escuchado la rutina mañanera de sus vecinos del piso de arriba, y era entonces cuando deseaba echar abajo ese estúpido edificio para regresar a su casa en Jersey. Una casa grande y con paredes reales en la que no escuchaba absolutamente ningún ruido molesto fuera de sus paredes de madera en un maldito sábado por la mañana. Y es que no creía que fuese un crimen pedir algo de conciencia después de despertarse de madrugada los cinco días de la semana.

— Jódanse todos... —suspiró luego de intentar sofocarse a sí mismo con la almohada. Estaba desesperado por dormir cinco malditos minutos más y de un horrible humor, aunque tenía razones.

Y cuando los sonidos a su alrededor comenzaron a mezclarse, cuando perdió la conciencia del lugar en donde estaba y dejó de ver luces de colores a través de sus párpados, su estúpido teléfono comenzó a sonar y de golpe lo trajo de regreso al mundo real. No iba a poder dormir más. No iba a dormir nada en lo absoluto y era tan malditamente frustrante.

— ¿Qué? —gruñó al contestar.

Una pequeña risita se escuchó al otro lado.

— Creo que acabo de despertarte, lo siento —escuchó decir a Gerard, y descubrió que se sentía culpable por haberle contestado así, y que no estaba enojado con él en lo absoluto. Gerard podía llamar a las tres de la mañana y aun así no se enojaría con él, y eso era mucho. — Aunque te entiendo, yo igual odio despertar temprano. Como sea. Estoy, uh, voy en el ascensor hasta tu casa y mi mamá está esperándonos en el auto junto a Mikey.

— ¿Qué?

— Comic Con, Frankie —rió Gerard—, ¿qué número es tu departamento?

— El cuatro.

— Cuatro —repitió Gerard, y luego cortó la llamada.

Cinco segundos después unos puños golpearon la puerta.

Realmente se dio prisa en ponerse algo encima porque no era una buena idea abrir la puerta en camiseta y ropa interior, pero para cuando salió con un pantalón de chándal a medio poner y una mano acomodando su rebelde cabello al pasillo, corriendo rumbo a la sala, escuchó la inconfundible voz de su madre.

— Gerard, ¿cierto? Pasa, Frankie sigue durmiendo —sonaba tan risueña que Frank dudó que fuese ella, ¿pero quién más si no?

— Gracias señora Iero, y buenos días —respondió Gerard.

Frank se quedó parado ahí, y cuando su madre se giró lo miró totalmente sonriente. Gerard sonreía también, pero era normal verlo sonreír a él. Frank hizo una mueca totalmente falsa y luego invitó a su amigo a su habitación.

— ¿Qué quieren desayunar?

— No se preocupe, señora Iero —dijo Gerard—. Mamá está esperándonos abajo, tenemos que darnos prisa.

— Entonces volveré a la cama —respondió ella—, cuida a mi hijo.

— Lo haré —dijo Gerard. Y Frank escuchó a su madre reír una vez más.

Sintió vergüenza en cuanto su amigo entró a su habitación. Estaba totalmente desordenada y el papelero estaba repleto, la ropa olía terriblemente mal y había un aroma asqueroso inundando el lugar. Se apresuró a las ventanas y movió las cortinas para que la luz quemara los ojos de Gerard y así no tuviera que ver su desastre, o algo así. Y de paso abrió las ventanas para que su pestilencia se fuera, al menos en parte.

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora