Capítulo 5

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Para ser un martes, sus párpados le pesaban horrores. Usualmente experimentaba eso el jueves o incluso el viernes, pero quizás era culpa de sus actividades extra curriculares. Incluso levantarse de la cama era pesado, y cuando sintió algo similar a unos calambres en los muslos recordó que el día anterior había estado en cuclillas durante tres horas seguidas pintando un gran trozo de cartón para que luciera como un muro de piedra, y según Gerard había quedado totalmente fabuloso.

Aunque para Gerard todo siempre lucía genial. Y Frank no entendía cómo demonios podía ser tan positivo y agradable. En un principio le había parecido normal, después de todo lo veía sólo a ratos y era fácil parecer agradable sólo a ratos. Pero después de casi un mes y medio viéndose todos los días en los recesos, caminando juntos a casa y pasando todos los lunes, miércoles y viernes en el club de drama, se atrevía a pensar que ese era su estatus natural. Y le agradaba, no le molestaba ni un poquito verlo sonreír.

Después de todo, sus sonrisas eran bonitas.

Y entonces, con el agua tibia de la ducha bajando por su cuerpo volvía a encontrarse con sus pensamientos matutinos en torno a Gerard. La sonrisa de Gerard. La mirada de Gerard. Era algo tan usual pensar en él que ya ni siquiera se le hacía extraño. Era su amigo, claro. Aunque también lo eran Ray y Bert... aunque en ellos no pensaba tanto. Gracias a Dios.

— ¡Nos vemos en la tarde, mamá! —se despidió cuando bajó del vehículo de su madre. Y él mismo se sorprendió ante la sonrisa que estaba dedicándole. Pero eso tampoco era algo nuevo. Últimamente sonreía mucho, y no odiaba tanto a sus compañeros de clase o al uniforme... o a su hermanita. Gerard le había contagiado parte de su buen ánimo.

Y volvía a encontrarse pensando en Gerard.

Suspiró pesadamente y se despidió de su hermana menor con un gesto de la mano antes de tomar rumbo a su casillero. Iba con casi diez minutos de antelación a su clase, pero no tenía nada interesante que hacer así que de todos modos se dirigió hasta allá. Ya había varias personas ahí, y también estaba la maestra de Literatura. Intentó evitar cruzar la mirada con ella, pero fue imposible y antes de poder llegar a su asiento al final de la sala de clases, ella ya estaba llamando su nombre.

— ¿Sí? —Preguntó desde su lugar.

— Necesito hablar contigo —dijo ella, y Frank no pudo negárselo. Bufó pesadamente y cruzó la sala de clases hasta llegar junto a la anciana profesora de Literatura. Olía a loción de vainilla—. ¿Cómo te has sentido en el Club de Drama?

Frank se encogió de hombros.

— Bien —respondió.

— ¿Has hecho amigos?

Volvió a encogerse de hombros.

— Unos pocos.

— Eso es bueno... pero ya no es necesario que sigas yendo. Conseguiste los créditos extra que necesitabas. Sería un abuso pedirte que sigas ayudando ahí siendo que no quieres ser parte.

— ¿Qué?

— Ya no debes ir, Frank —dijo ella.

Frank frunció el ceño, ¿Era una maldita broma?

— Yo no voy por los créditos extra... bueno, antes sí pero ya no. Me gusta estar ahí, me gusta estar con mis amigos. Estoy yendo tres veces por semana porque Ray me lo pidió y me gusta ir tres veces por semana.

— ¿Raymond? —Preguntó ella, Frank asintió— Ya veo... ¿Entonces quieres seguir yendo al Club de Drama?

— Sí, señora —respondió Frank.

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora