Epílogo

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— No —Frank bufó con total desanimo.

— Oh, vamos.

— No, ni siquiera lo sueñes —insistió.

— ¡Frankie!

— ¡Que no!

Alguien se lanzó sobre él, y luego lo siguieron sus otros dos amigos y antes de poder hacer nada, estaba muriendo en el sofá bajo unos ciento cincuenta kilos de humanidad, o algo así. Raymond fue el primero en liberarlo, apartándose de un salto con la temible hoja —un tanto arrugada— pero totalmente resguardada en su mano. Luego fue Bert, quien simplemente rodó hacia un costado en el sofá, y finalmente Gerard se acomodó sobre las piernas del menor, con sus brazos rodeando su cuello y sus piernas evitando que Frank fuera a buscar el documento que había estado guardando con tanto recelo.

Y es que para llevar solo un par de horas en el apartamento de los chicos, ya estaba totalmente estresado y también habían invadido por completo su espacio personal. Y aunque estaba preparado para que esto fuera mínimo, porque realmente deseaba que Gerard estuviera a su lado día y noche durante los siguientes meses o años o incluso décadas... pero esto había sido demasiado. Mientras él se iba a despedir de su madre y su hermana menor, los chicos se habían encargado de abrir un par de cajas para ayudarle a desempacar y estaba totalmente bien con eso, ayuda extra siempre venía bien, pero en un momento habían dado con una carpeta dentro de una caja, y al abrir esa carpeta habían encontrado los documentos relacionados a la universidad de Frank. Y junto a un contrato y un par de cosas, los resultados de su prueba de ingreso.

Y no era precisamente algo que quisiera compartir con el grupo.

Así que en cuanto regresó al apartamento y vio a los chicos husmeando ahí se lanzó contra ellos para recuperar su carpeta y la bendita hoja, y bueno, eso remonta todo al presente.

— ¿Quieren que los diga? —Ray sonaba especialmente animado.

— ¡Sí! —gritaron Bert y Gerard al mismo tiempo.

— ¿Quieren que los diga? —Repitió Ray.

Esta vez los chicos vitorearon como si estuvieran de espectadores en un partido de futbol fenomenal. Y Frank lanzó un bufido tal como si él fuera público del equipo de futbol perdedor, pero, oh, a sus amigos no le importaba en lo más mínimo lo que él tuviera para decir —o esconder—.

— ¡El recién graduado que ven ahí! —Dijo Ray, apuntando a Frank con su mano izquierda— ¡Es un jodido genio!

— Bromeas —Bert se puso de pie—, déjame ver.

Le arrebató la hoja de las manos y luego alzó la vista a Frank con sus ojos azules totalmente abiertos y sorprendidos. Frank seguía ofuscado, pero Gerard sonreía abiertamente. Él ya había visto esos resultados antes, el mismo Frank le había enviado una foto preso de la emoción cuando los recibió y luego habían estado hablando por teléfono casi por una hora, porque esa hoja decía que sí; que estudiaría en New York y sí; estarían finalmente juntos.

— Obtuviste A en todo —Bert sonaba demasiado sorprendido.

— ¿Y eso qué? —Frank se encogió de hombros.

— Es jodidamente asombroso, Frank —dijo Ray—. Es como... si fuera tu madre te besaría en la frente.

— Por favor no lo hagas —murmuró Frank de inmediato, y se le formó una pequeña sonrisa en los labios—, y me ofende que se hayan sorprendido.

— Mi novio es un genio, perdedores —dijo Gerard, aprovechando la cercanía y la posición de ambos en el sofá para acercarse a besar los labios de su novio sin vergüenza alguna. Frank lo empujó para que quedara de espaldas sobre el sofá, sin romper el beso en ningún momento y cuando Bert soltó un comentario soez al respecto solo alzó una mano enseñándole el dedo de en medio, y ambos chicos supieron que era su señal para retirarse si no querían ver algo que no querían ver.

Y es que todo un año separados había sido terrible, aunque, para ser claros, no había sido el año completo. Gerard descubrió que su horario era más flexible de lo que esperaba y al entrar a su segundo semestre tuvo oportunidad de escoger él mismo sus materias, así que sus viernes eran totalmente libres y los jueves estaba libre a mitad de día, así que conducía hasta Jersey, pasaba a buscar a Frank a la escuela y aunque el viernes tenía que dejarlo ir, tenían todo el fin de semana para ellos, y hacían cosas de novios, y pasaban el tiempo con sus amigos jugando Vampiro: La Mascarada porque, aunque ellos no quisieran aceptarlo, se había vuelto buenísimo en ello. Y así los meses habían ido corriendo, y aunque los últimos dos fueron una pesadilla a causa de los exámenes, Frank pudo terminar con éxito y ahora, a dos semanas de iniciar sus clases en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de New York, no podía creer como el tiempo había pasado tan rápido y todo había ido tan bien para ellos dos como pareja.

Se siguieron besando cuando estuvieron solos y eventualmente Gerard tuvo la necesidad de ir al baño así que lo abandonó en el sofá, mientras tanto Frank fue a servir un poco de papas fritas en una fuente y cuando Gerard regresó encendió la televisión y buscaron algo en Netflix para ver. Gerard estaba totalmente obsesionado con esa nueva serie inspirada en aquél libro que leyó mucho tiempo atrás sobre esa chica que se suicidaba y dejaba unas cintas para los culpables de su suicidio y, aunque Frank pensó que la tipa era una total reina del drama, se quedó quieto en el sofá, viendo capítulo tras capítulo junto a su novio que ya parecía haberse memorizado incluso los diálogos.

Era de noche cuando Ray volvió.

— Apaga la luz —se quejó Frank, girándose a verlo.

Ray no venía solo. Estaba junto a esa chica que se había enamorado perdidamente de él en la escuela y él claramente le había correspondido por completo, porque, vamos, estaban juntos ahí. Frank no recordaba claramente su nombre, pero de todos modos le sonrió al verla.

— Hola Christa —dijo Gerard sin siquiera voltearse a ver.

— Hola Gee —respondió la chica, y luego se acercó a la sala—. Yo igual estoy viendo esa serie, Bryce me agrada muchísimo.

— No todo lo que brilla es oro, Christa. El tipo da asco —Gerard negó severamente y luego de dedicarle una nueva mirada volvió a ver la pantalla.

Frank se encogió de hombros y volvió a sonreírle a Christa, mientras Ray se acercaba a ella y abrazando sus hombros la invitaba directamente a su habitación. Cuando la puerta se cerró a sus espaldas Frank volteó a mirar a su novio, con la boca abierta enormemente.

— Fue directo al grano —dijo en un susurro— ¿Viste eso? Tiene clase.

— Creo que ya es totalmente formal —Gerard volteó a mirarlo—, han venido varias noches seguidas y él se ha ido a quedar a su casa. Además —hizo un gesto con las manos ante su total emoción—, hicieron este extraño pacto de no tener Facebook, así que ambos cerraron sus cuentas.

Frank frunció el entrecejo.

— ¿De qué sirve eso?

— Ni idea —Gerard tomó la última papita de la fuente, aunque estaba un poco blanda ahora—, pero es algo cool, ¿No crees? Nosotros deberíamos hacer lo mismo.

— Ni lo sueñes —Frank replicó—, me gusta subir fotos presumiéndote. Además mi progreso de Candy Crush está conectado con mi Facebook.

— Creo que la segunda razón es más importante que la primera.

— Crees bien —respondió Frank, y luego de dejar ir una ronca carcajada se acercó a abrazarlo, plantándole un sonoro beso en la mejilla al tiempo que Gerard rodeaba sus caderas con los brazos para aferrarlo hacia él.

La vida no podía ir mejor. 

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora