Capítulo 13

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Frank se estremeció. Se arrepentía completamente de haber rechazado el estúpido suéter rojo que su madre le había ofrecido esa mañana para ir a la escuela. Era normal que de vez en cuando fueran con una prenda que no perteneciera al uniforme, pero un enorme y rojo suéter con un hombre de nieve en él de seguro no era parte de la reducida lista de prendas de vestir permitidas en la escuela, o al menos Frank rogaba que fuese así. Frotaba sus manos entre sí en un tonto intento de entrar en calor y realmente resultaba complicado intentar concentrarse en lo que su profesor decía cuando estaba congelándose en su asiento. Unos metros más allá había una estufa, una gran y bastante nueva estufa que nunca había sido usada, al menos no que Frank supiera, ¿y entonces cual era la razón de tenerla ahí si no iban a usarla?

— Mi padre no paga una fortuna de colegiatura para que esté congelándome aquí —masculló para sí mismo, pero obviamente no iba a decirlo en voz alta. Era una tontería.

La voz del profesor recitaba unas fechas y nombres y de vez en cuando pronunciaba algo interesante. Frank había logrado enlazar algunas frases que iban de chivos expiatorios de Hitler, la batalla de Normandía y nombres en clave que habían usado soldados infiltrados para confundir a los nazis. Era un asunto genial, pero la forma en que era explicado no era genial en lo absoluto. Y con las pocas cosas que sabía Frank podía perfectamente armar una escena en su cabeza en donde estaba corriendo en medio de un montón de soldados por una playa en Francia pero entonces uno de los soldados se transformaba en Gerard y todos los demás desaparecían, incluso la maldita guerra y sólo estaba él y Gerard en una playa, ya sin el feo pero sexy uniforme de soldados. Y Gerard sonreía y él sonreía y luego ambos cerraban los ojos y se besaban de manera tan dulce...

— ¡Iero!

Frank se estremeció una vez más, y cuando sus ojos se abrieron notó que gran parte de sus compañeros de clase ya estaban abandonando la sala, incluso el mismo profesor que le había sonreído luego de gritar su nombre. Frank dio un respingo y se puso de pie pesadamente, tomó sus cosas y sin ganas caminó hasta su casillero. Era un acto tan mecánico que se sentía como un maldito zombie en esos pasillos, pero entonces en lugar de salir del edificio se dirigía hacia el auditorio y escuchaba las voces de los chicos y veía las luces centellear y en medio de todos aparecía Gerard y... se sentía bastante humano de nuevo.

— ¡Hola Frank! —gritó Ray en cuanto Frank apareció en el cuarto detrás del escenario, totalmente sorprendido al no ver a nadie sobre él.

— Hola —dijo Frank desordenando su cabello— ¿dónde están todos?

— En sus casas, probablemente —contestó Gerard, poniéndose de pie desde un lugar entre las pilas de caja. Traía puesto una chaqueta bastante abultada y dos bufandas rodeando su cuello. Sonreía.

— Todo el mundo está en casa, excepto nosotros —suspiró Bert desde su lugar sobre el escritorio—. Al parecer va a nevar pronto, de seguro nos quedaremos encerrados aquí como en ese capítulo de los Simpson.

— De seguro moriremos aquí —dijo Gerard, y ante las miradas sorprendidas de sus amigos agregó—: ¿Qué? ¿Acaso nunca han visto una película de terror?

— Nadie va a morir, princesas —murmuró Ray, emergiendo de un enorme armario con una antiquísima radio en su mano derecha. Traía polvo encima, pero a Ray al parecer le daba igual porque su sonrisa era enorme—. Miren lo que encontré. ¿Creen que funcione?

— ¡Genial! —Aplaudió Gerard— Tengo un USB con música que quería enseñarle a Frank.

Ray alzó una ceja.

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora