Capítulo 28

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El rostro de Gerard lucía tan lindo como lo recordaba cuando hicieron esa videollamada. Su sonrisa seguía viéndose igual y sus carcajadas seguían siendo igual de raras y contagiosas. Esa tarde no hablaron mucho porque habían ido agotando los temas, más que nada se limitaron a mirarse y a reír de manera compulsiva a ratos. Y no era extraño en lo absoluto, era totalmente genial y Frank sentía como su corazón se calentaba un poquito más cada vez que ambos volvían a mirarse con corazones en los ojos. Y era genial… porque era como abrazarse, o besarse. Aunque no pudieran hacerlo físicamente.

Bueno, eso había sido hace una semana, al menos. Luego de eso Gerard se había visto envuelto en los últimos dos exámenes que debía rendir para salvar las materias en donde tenía problemas y luego… solo se habían limitado a hablar por teléfono y escribirse mensajes.

Al menos hasta hace dos días.

— Su llamada será transferida a un buzón de mensaje…

Frank sintió la necesidad de lanzar su teléfono por la ventana, pero sabía que su madre no le compraría otro y como cualquier adolescente común; dudaba mucho poder seguir viviendo sin aquél terrible aparato. En lugar de lanzarlo por la ventana, pensó luego que quizás lanzarse él mismo por la ventana fuese una buena opción. Pero no era una altura significativa como para morir o lastimarse de gravedad. Quizás se dislocara un hombro o se quebrara un brazo… y la idea dejaba de ser atractiva entonces. El dolor físico no era interesante en lo absoluto.

En lugar de hacer tonterías prefirió lanzarse de espaldas en la cama, mirando la luz de la ampolleta en el techo hasta que sus ojos comenzaron a escocer y tuvo que cerrarlos.

Cuando volvió a abrirlos ya era de día.

Se dio una ducha porque el calor hacía sentir su piel pegajosa y era asqueroso. Y vistiendo shorts de playa y una camiseta negra bajó a prepararse el desayuno. Su madre estaba ya en la cocina, bebiendo un café humeante y con su portátil abierto ante ella.

— Buenos días cielo —dijo Linda, dedicándole una sonrisa de medio lado—. Tu tía envió tarta de manzanas. Sírvete una porción.

— No tengo ganas, mamá —respondió mientras llenaba un vaso con jugo de naranja. 

Su madre no dijo nada más y agradeciendo el silencio tomó un par de rebanadas de pan desde la bolsa y regresó a su habitación. Se preguntaba qué pensaba su mamá al verlo así, si se culpaba por haberlo arrastrado de regreso a Jersey o simplemente lo veía como a un adolescente rebelde. Se preguntaba también si creía que estaba triste por sus amigos o si sospechaba algo de Gerard… pero analizando, dudaba haberle dado indicios de que había algo especial en torno a Gerard. Y las ganas de correr a la cocina para gritarle en la cara que estaba así de deprimido porque Gerard era su novio y lo extrañaba como el demonio crecían dentro de él, pero, sinceramente, dudaba que a su madre le interesara un poco qué pasaba dentro de su cabeza. O qué pasaba con su corazón.

Frank dejó su vaso y sus rebanadas de pan sobre el velador antes de acercarse al televisor. Metió un DVD con la primera temporada de Game of Thrones y adelantó un par de capítulos antes de regresar a la cama. Eran incontables las veces que había visto esas mismas escenas y por alguna razón le relajaba perderse en aquél mundo medieval mientras todo en torno a él se derribaba lentamente y comenzaba a perder el sentido.

Cuando volvió a dejar su habitación el sol ya había caído y su estómago rugía como si tuviera una especie de alien ahí dentro. Imaginó la icónica escena de aquella película; sería genial morir con un alien saliendo de su abdomen. Pero ese tipo de cosas no le pasaban a él. Lo suyo era más enamorarse perdidamente y luego ser arrojado al otro lado del país. Y quizás estaba exagerando porque habían unas dos horas de viaje… pero tenía todo el derecho a exagerar porque estaba deprimido. Y solo. Y triste. Y tenía hambre.

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora