Gerard había dicho que viajar en autobús resultaría mil veces más emocionante que pedirle a sus padres que fueran a dejarlos, en parte había sido cierto. Pero no había resultado ser tan genial como Frank esperaba, aunque posiblemente esto era culpa de sí mismo al poner demasiado altas sus expectativas ante cualquier mínima cosa que Gerard propusiera. Era un total fanboy, y cualquiera podría notarlo fácilmente.
— Vamos tarde —Ray dijo por enésima vez.
Frank no tenía ganas de seguir defendiendo a Gerard, además estaba cansado y su mochila le hacía doler descomunalmente los hombros. Escuchó a Gerard resoplar. La culpa lo carcomía por dentro porque había sido su idea tomar ese bus de acercamiento hasta Broadway, pero había resultado ser un bus de turistas y en lugar de llevarlos directamente hacia el lugar había comenzado a dar vueltas, y no tenían tiempo para vueltas así que se habían bajado, y para cuando iban a tomar un nuevo autobús descubrieron que no tenían más dinero en efectivo encima, y no había absolutamente ni un cajero automático cerca. Así que caminaron, durante casi dos horas porque nadie se lograba ubicar ahí y Ray no quería molestar a su abuelo así que ni siquiera lo había llamado una vez para pedir indicaciones. Gerard por su parte no quería arriesgarse a pedirle indicaciones a ningún extraño. Y caminaron en círculos hasta que un taxista se ofreció a llevarlos gratuitamente hasta el teatro en donde la obra del abuelo de Ray iba a presentarse.
Para cuando se despidieron del hombre y estuvieron ante el teatro, ya tenían treinta minutos de retraso y aunque las miradas filosas no eran para él, Frank se sentía totalmente incómodo ahí. En silencio siguieron a Ray hasta uno de los balcones superiores, en donde su abuelo les había reservado un lugar privilegiado para ver la obra. Frank recordó un montón de películas de época una vez estuvieron ahí. Más cuando logró concentrarse en la obra, aquella escena de la Naranja Mecánica en donde Alex DeLarge está experimentando el tratamiento Ludovico fue lo único que se instaló en su mente. Y tuvo que forzarse a sí mismo para no hacer una cara de asco. Ahora entendía de donde venía la sangre falsa que Ray adoraba usar en sus obras, aunque esto también tenía mucho lenguaje sucio, gritos innecesarios, vestuarios terribles y una trama argumental bastante pobre. Él no era un experto, pero sentía que la obra realmente era una mierda. Y hasta sentía lástima por los actores. Cuando se giró a mirar a Gerard lo encontró con los dedos abriendo teatralmente sus párpados mientras lanzaba gritos mudos, eso cuando Ray no estaba mirando. Y Frank no pudo evitar reír.
— Apesta —susurró Gerard cuando Frank se acercó a él.
— ¿Se lo decimos? —Dijo Frank, mirando por sobre su hombro a Ray. Quién estaba jodidamente concentrado mirando al escenario. Gerard negó. — Hey, Ray —llamó Frank, y cuando tuvo la mirada de su amigo encima agregó— La obra apesta.
La cara de Ray pasó de aquél semblante serio a uno todavía más serio, y después una sonrisa brotó en sus labios, y volvió a lucir serio.
— Lo sé —suspiró—, pobre abuelo.
Frank rió, y Gerard rió también. Y luego de unos segundos Ray se encontraba riendo junto a ellos. Habían hecho una travesía enorme para una pésima obra, y ni siquiera se arrepentían de haberlo hecho. Tuvieron que aguantar la obra durante cuarenta minutos más antes de ponerse de pie para aplaudir por el abuelo de Ray. Le entregaron un ramo de rosas, y él lloró y luego dijo algunas cosas en español que ni siquiera Ray había entendido porque no sabía nada de su lengua materna, y cuando todo ahí terminó y la gente empezó a salir, ellos pasaron a la parte posterior del escenario, en donde los actores se preparaban para marcharse.
— Felicitaciones, abuelo —dijo Ray en cuanto se encontraron con el anciano. Se acercó a abrazarlo, y Frank sonrió. De tener a sus abuelos vivos él igual mentiría para hacerlos sentir bien.
— Estuvo genial, señor Toro —dijo Gerard desde su lugar—, me encantó la parte en que Roxie lanza al bebé de Margaret a esa trituradora de carne. Buena crítica a la maternidad actual.
— ¡Temía que no fueran a entender esa parte! —Exclamó el hombre— ¿Quieren beber una cerveza?
Los chicos se miraron.
— ¡Claro! —fue Frank quién habló, y divertido recibió el brazo que el anciano pasó por sobre sus hombros invitándolo al camerino de la estrella. Lugar que estaba siendo ocupado por él ese día. Era pequeño, y también traía a su mente escenas de películas. Aunque esta vez no sufría. Tomó asiento en el suelo alfombrado, con la espalda contra una pared, y Gerard hizo lo mismo cerca de él. Ray y su abuelo usaron las sillas, y las acercaron hacia ellos para formar una especie de círculo. Ray repartió las frías latas de cerveza, y fue también él quien le dio el primer sorbo.
— Soy pésimo —dijo el abuelo de Ray luego de un rato, su lata estaba medio vacía—. Siempre lo he sabido, pero esa es mi marca. ¿Entienden? Me gusta lo que hago, y sé que no lo hago bien pero lo hago de todos modos porque me apasiona. Eso es lo que tienen que buscar ustedes chicos, nunca hagan nada por dinero. Háganlo porque les apasiona y sólo así vivirán una vida larga y feliz. ¿Qué te apasiona a ti, muchacho? —preguntó mirando a Frank.
Frank se encogió de hombros.
— Creo que todavía no encuentro ese algo, señor —respondió—. ¿Cómo supo usted que era el teatro lo que le apasionaba?
— No lo supe al principio —dijo él, parecía gustoso de tener tres pares de ojos jóvenes sobre él, sedientos por saber más—. No es fácil saberlo de inmediato, ¿Entiendes? Tienes que arriesgarte y seguir tus corazonadas. Pasé por muchos oficios antes de decidir que lo mío no era el trabajo bruto, y entonces comencé a escribir, y descubrí que me gustaba escribir y luego me ofrecieron un puesto para escribir una obra, y aunque no tenía la menor idea lo hice. Y cuando vi mi obra en una puesta en escena supe que era lo que quería hacer por el resto de mis días. Tenía 21 años entonces.
— Me gustan los videojuegos —murmuró Frank, aunque estaba pensando en voz alta—. Y la música... y...
— Y Ge-
Ray se detuvo en seco cuando recibió la mirada asesina de Frank. Y luego bebió un largo sorbo de cerveza antes de echarse a reír.
— Me gusta dibujar —comentó Gerard, Frank ignoró su enojo para mirarlo a él—. Me gusta crear historias, es... es emocionante. Me gustan los cómics, y poder dedicarme totalmente a eso es un sueño. Me preocupa intentarlo y darme cuenta demasiado tarde de que fallé, quizás deba hacer algo más seguro pero... pero me gustan los cómics.
— Tú puedes ser lo que tú te permitas ser —dijo el señor Toro, apuntándolo con su cerveza—. Suelen decirte que el dinero es lo más importante, esa 'seguridad' de la que hablas. Pero no lo es, no lo es, muchacho. Hay tantas cosas más importantes que los dólares... y si haces lo que te apasiona eso vendrá solo, ¿Sabes? Los que buscan el dinero, esos son los verdaderos tontos.
— ¡Salud por eso! —exclamó Ray, y para cuando terminó el sorbo su lata ya estaba vacía. La de Frank todavía iba por la mitad, y miraba totalmente entretenido el sonrojado rostro de su más serio amigo.
— Creo que mi nieto está un poco ebrio —rió el abuelo—. Ya casi tiene edad para beber pero sigue siendo un niño pequeño, ¿No? —Agregó mirando a Gerard—. Será mejor que se vayan al Hotel. Queda cruzando la calle, pagué por dos habitaciones solamente porque no sabía que vendría alguien más, pero ahí se organizan ustedes. Adiós, chicos. Fue un gusto compartir con ustedes.
— Adiós —dijo Frank al tiempo que se ponía de pie.
Si bien la obra había sido una mierda, el tipo era realmente genial. Se acercó a abrazarlo como despedida y recibió un hálito que apestaba a más que a una cerveza y un par de palmaditas en la espalda que por poco le quitaron el aliento, y luego fue a ayudarle a Ray a ponerse de pie. Gerard llevaba las mochilas de los tres, sus ojos estaban brillantes y no dejaba de sonreír. Era estúpido que una sola lata de cerveza hubiese hecho tanto efecto en dos tipos más grandes que él.
Y también era estúpido que el suelo se moviera tanto bajo sus pies.
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the drama club • frerard
FanfictionEl nuevo colegio privado es todo lo que Frank jamás deseó. Materias demasiado difíciles, profesores demasiado estrictos, un uniforme demasiado aburrido y un montón de idiotas aburridos. Y obviamente el club de drama al que es obligado a asistir para...