Capítulo 2

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Frank dejó caer la cabeza y descubrió que realmente nadie estaba pendiente de lo que él hacía porque se había golpeado realmente fuerte contra la mesa, más incluso ahí había sido ignorado. Era triste, de todos modos, darse cuenta que recurría a cosas tan estúpidas para llamar la atención de la gente. Estaba pronto a cumplir 17 años y se suponía que fuese alguien maduro, no un completo idiota. Aunque era difícil ser idiota cuando tenía sólo a su hermana menor para burlarse de ella. Ahí en clases imaginaba un día en que decidiera llegar a la escuela con bromas listas para todo el mundo, apodos pesados y quizás golpes preparados para aquellos con cara de idiota. Pero seguramente sería expulsado. Y lo que menos quería su padre era un escándalo en la escuela a la que asistían las hijas de su queridísimo jefe.

Tendría que ser un buen chico, ¿pero por cuánto? Aguantar casi dos años era un total martirio. Él quería irse ya, o por lo menos hacerse de un par de amigos.

— Iero, ¿qué obtuviste en la número seis?

De pronto toda la sala de clases se volteó hacia él, al parecer era el último en darse cuenta que el profesor se dirigía a él. Pero se llevó una grata sorpresa al saber que ellos conocían su apellido. Mordió su labio inferior y bajó la mirada a los garabatos en su cuaderno. Llevó una mano a frotar su entrecejo y luego de unos largos segundos pensando sobre la inmortalidad del cangrejo, alzó la vista al profesor.

— Me dio menos seis, profesor.

— Cerca —dijo él, y Frank realmente se sorprendió. Lo escuchó explicar cómo llegar al resultado correcto, pero antes de poder aprender algo su mente había decidido volver a volar lejos de la sala de clases, de regreso a Jersey en donde sus viejos profesores se quedaban toda la hora de clases con el trasero pegado a sus asientos, ordenando resolver ecuaciones que había dado en una hoja un par de semanas atrás. Ahí la vida era simple... pero eso ya estaba lejos y no podía volver por más que lo deseara.

Entre los números escritos al azar descubrió que había escrito la inicial de Gerard, y las demás letras de su nombre un buen par de veces, en diferentes tipografías. Sonrió sin siquiera darse cuenta y luego sacó la hoja para hacerla una bolita. Antes de salir de clases la lanzaría a la basura. Resultaba ciertamente embarazoso hacer algo así, pero no era de extrañar ya que después de todo Gerard había sido la primera cara amigable que había visto en ese colegio, y no le había hablado por obligación. Realmente parecía interesado en tenerlo ahí, quizás incluso le había parecido lo suficientemente interesante como para postular a amigo y si era así, iba a darle todo el dinero en sus bolsillos si así lo pedía. No existiría la palabra "No" en su vocabulario. Pero nuevamente resultaba ridículo. Él era de último año y además parecía, a pesar de estar en el club de drama, demasiado cool como para interesarse en alguien como él.

Su estúpida línea de pensamiento se disolvió en cuanto escuchó el timbre y como respuesta a su interrogante sin voz con respecto a qué hora era, su estómago gruñó. Se levantó con su cuaderno en la mano y la bolita de papel en la otra, y antes de salir la lanzó dentro del bote de basura. Cruzó los pasillos de la escuela con prisa hasta dar con los casilleros y luego de intercambiar su cuaderno por algo de dinero, volvió a cerrar y se dirigió a la cafetería. Si algo le gustaba de ese lugar, eso era la cafetería. Era enorme y sus ventanas también lo eran. Siempre olía bien, las mesas siempre estaban limpias, la música era bastante decente y había una enorme variedad de comida para escoger. Las personas, si bien eran adolescentes, no eran como en esas películas de mierda, así que no tenía que temer que alguien lo golpeara o le robara de su almuerzo. La fila, por lo demás, avanzaba con verdadera prisa así que luego de unos seis o siete minutos ahí salió con una hamburguesa vegetariana, una porción de papas fritas y una botella de agua. Se dirigió con verdadera prisa hacia una mesa vacía y antes de que su trasero golpeara el asiento, ya estaba dándole un mordisco a su hamburguesa. Sólo cuando sació su hambre volvió a respirar, y para entonces había consumido tres cuartas partes de su hamburguesa y media botella de agua.

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora