Capítulo 30

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            Aunque claramente las cosas que uno más disfruta son las que más rápido se acaban. Frank maldijo innumerablemente a aquella fuerza encargada de arrebatarle de las manos lo que más amaba solo horas después de haberse reunido con él, y poco importó que Gerard le repitiera mil veces que dentro de una semana y media podría ir a New York a pasar parte de sus vacaciones de verano con ellos... porque, al menos en ese momento, Gerard se marchaba sin él de regreso a su hogar.

Se quedó en la acera, despidiéndose de él, incluso cuando los vehículos de los chicos desaparecieron de su vista. Y entonces bajó el brazo, y se abrazó a sí mismo... y sonrió. Porque quizás sí era una mierda que Gerard estuviera tan lejos, pero ahí las cosas no estaban tan mal después de todo. Cuando regresó al interior, su madre, su hermana y Bob estaban desayunando tostadas con mantequilla. Había un lugar vacío esperando a Frank, y aunque no tenía hambre, tomó asiento junto a ellos y le dio una gran mordida a su tostada.

— Son agradables —dijo Bob, posando la mirada en su amigo— ¿Sabías que mamá tiene una foto enmarcada y todo, junto al abuelo de Ray?

— ¿Le gusta lo que él hace? —Preguntó Frank, alzando una ceja.

— Es súper fanática, ella y papá solían ir a ver sus obras... por eso siempre me dejaban aquí los fines de semana.

— Woah —Frank estaba realmente sorprendido, se le hacía increíblemente extraño que alguien pudiera ser fanático de las producciones que hacía el abuelo de Ray. Era una locura.

Frank volvió a comer un trozo de su tostada y se preparó un café cargado, le dio un largo sorbo antes de volver a comer. Su hermana le miraba como si quisiera decir algo particularmente gracioso, pero se estaba tragando sus palabras. Y cuando alguien volvió a hablar, fue su madre. Escondiendo una pequeña sonrisa detrás de la taza.

— Así que Gerard quiere que vayas a pasar las vacaciones con él —dijo Linda.

Frank mordió sus labios.

— Uh... serán solo un par de semanas, mamá —murmuró.

— Sí, sí —Linda movió su mano, restándole importancia a sus palabras—. Me pidió permiso esta mañana, antes de que despertaras —agregó, sonaba divertida—, fue bastante formal. Dijo dónde estarían, me dio su número de teléfono y también el de su madre por si es que no lo podía contactar en ese número. Y bueno, no pude negarme. El chico es encantador.

— ¡También me invitó a mí! —estalló su hermana.

— Pero no vas a ir —dijo Frank—, no va a ir. ¿Cierto mamá?

—No, no irá —Linda le dedicó una mirada severa a su hija menor, como si ya hubiesen hablado aquél tema en particular, y luego volvió a mirar a Frank—, Frank tiene derecho a pasar tiempo a solas con Gerard.

Bob comenzó a toser compulsivamente, y cuando terminó, con ojos llorosos y rostro totalmente rojo, murmuró con voz ronca en dirección a Linda:

— ¿Usted sabe lo de Frank y Gerard?

Linda asintió.

— ¿Qué cosa mamá? —Preguntó la niña— ¿Frank y Gerard qué? ¡Mamá!

Pero Linda solo rió, y Frank no pudo evitar reír también, enseñándole infantilmente la lengua a su hermana, lo que generó una pequeña pelea de comida que comenzó con Frank lanzándole una cuchara cargada de mermelada a su hermana menor, pero fue disipada con rapidez por su madre, cuando les lanzó jugo de naranja a los tres chicos en la cara. Incluso a Bob, que no estaba haciendo absolutamente nada.

the drama club • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora