El día en que me confesé fue aquel en el que decidí que ya no quería ocultarte lo que sentía, ya que la noche pasada había combatido junto a Chat Noir un gran oponente... que casi nos cuesta la vida a ambos. Por eso Adrien tome el coraje de decírtelo, si algo llegara a pasarme no deseaba que no lo supieras.
Sus ojos, recuerdo bien como los abrió con sorpresa y luego comenzó a ponerse más y más rojo.
—A-A-...—no podía salir de mi estado de pánico, inspire y luego exhale— Adrien, la razón por la que te pedí que vinieras fue para que...—me voz se fue apagando a medida que hable cuando me concentre en sus ojos.
—Vamos Marinette, puedes decirme. —Me alentó.
—Adrien, tu... tu a mi... ¡Te amo!
—Bu-bu-bu—respire profundo— ¡Me voy!
No esperaba nada con esa declaración, por eso en cuanto mi confesión estuvo hecha planeaba escapar, de hecho me di la vuelta e iba a dar un paso cuando él hablo.
—Te... ¿Te gustaría salir conmigo? —Preguntaste avergonzado.
Me gire tan rápido como pude. ¿Esto no es un sueño?
—S-S- ¡Sí! —Estoy segura de que eso fue un grito. Pero no pude evitarlo.
— ¡Marinette! Seré el mejor novio de todos. —Te veías divertido por mi reacción.
Eso hizo que los dos riéramos.
Y así comenzó todo... para bien o para mal me hiciste la persona más feliz de todas en el mundo.
Es una pena que más tarde supiera que era para mal.
Nuestra primera cita fue inmemorable. No hubo nada trascendental pero yo siempre la recordare.
—Estoy tan nerviosa...—susurre mientras te esperaba en la entrada del cine para elegir la película y comprar los tikets.
— ¡Marinette! —Me saludaste, luego a paso apresurado te acercaste. —Dame tu mano. —Tu sonrisa cálida hizo que mi corazón se detuviera, pero volvió a latir al sentir tus dedos rozando los míos y entrelazándolos. — ¿Sabes? Te vez muy bien. —Tu tal vez solo querías provocarme un paro.
Lucias tan radiante como siempre, ¡No! Aun mejor que siempre, ¿O solo era yo y mis nervios?
A esa cita le siguieron muchas otras, como esa vez en las que paseábamos por las calles de nuestra bella ciudad mientras el sol poco a poco se ocultaba y los faroles se encendían.
—Mira Adrien ¿No son hermosas? —Pregunte dando una vuelta cual bailarina de valed, me atrapaste antes de que tropezara.
Nuestros ojos se enfocaron en los del otro, mi corazón se acelero, no podía evitarlo, cada vez que te tenía cerca sucedía, probándome lo mucho que te amaba con cada latir desenfrenado.
— ¿Estás bien? —Beso mi frente, una costumbre que había desarrollado, ahora lo hacías cada vez que me atrapabas... aunque había veces en que mis "tropiezos" eran fingidos. —Ten más cuidado Mari.
"Mari" podías hacerme tan feliz con solo utilizar el diminutivo de mi nombre, "Mari" indicaba que te sentías cercano a mí, que nos teníamos la suficiente confianza como para darme un apodo, que te sentías cómodo a mi lado, que... aunque sea solo un poco me tomabas como tu novia seriamente.
"Mari" fue también como me llamaste al darnos nuestro primer beso. Nuestro único e inmemorable primer y último beso.
Estábamos jugando videojuegos en tu casa, era divertido hacerlo en el enorme televisor que hay en tu habitación, aunque como siempre me sentía algo nerviosa por estar a solas contigo, cuando festeje mi victoria tú te me quedaste viendo.