9- Roomates

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-Ya estamos -Jimin se quedó quieto frente a la puerta y luego me sonrió-. Habitación doscientos cinco.

La habitación más jodidamente alejada del resto, la última del pasillo. ¿¡Era acaso una broma pesada de alguien!? ¿¡Ahora es cuando abría la puerta y saltaban todos diciendo algo así como "¡caíste!"!? 

Pero no. No parecía ser así.

Metí la llave en la puerta, la giré y la abrí metiéndome a la vez; mirando todo como si se tratara de la casa del terror (y, para rematar, había comenzado a llover torrencialmente en Busan y era bien sabido que yo no era muy amiga de los truenos). 

La habitación no era muy grande, ni tampoco había dado el presupuesto para pagar algo demasiado lujoso; sin embargo todo variaba del blanco al beige, y el olor a vainilla que desprendía toda la habitación resultaba gratificante. Casi junto a la entrada estaba el baño, luego un pequeño pasillo y dos camas separadas por un ropero de puerta interna. 

Es suficiente separación para dormir con un chico, pero no suficiente para dormir con Park Jimin.

El muchacho dejó nuestros bolsos en la entrada, se descolgó la mochila y la arrojó sobre una cama que al parecer ya se había apropiado y se metió en el baño. 

Entonces, fue cuando me puse a pensar mientras me sentaba en el borde de la otra cama y prendía la tele para hacer algo.

¿Y qué si me daban ganas de ir al baño a hacer... lo segundo? O sea, iba a tener que ir en esos cinco días y aunque fuera completamente normal no podría ir si Jimin estaba en las mismas cuatro paredes... Aunque tal vez podría ir cuando él fuese a practicar... ¿¡Y si nuestras prácticas eran a la misma hora!? Bueno, entonces podría ir a la hora de la cena... ¿¡Y bajar tarde los cinco jodidos días!? ¡Aish! ¡Ya me estaba sintiendo la constipación! Además, ¿me vería dormir? O sea, vería mi cara de sapo moribundo mientras dormía... ¡Aigoo! ¡No de nuevo! ¿¡Y qué si él decidía dormir sin camiseta!? ¡O sin pantalones! ¿¡¡¡Y qué si Jimin tenía por costumbre dormir desnudo!!!? Bueno... no es que me molestaba realmente, pero sería terriblemente incómodo. Y lo peor de todo: no podría decir ni una palabra, pues notaría con obviedad lo mucho que me gustaba. Aunque de seguro él ya había contado con eso, o sea: debía ser costumbre que una chica gustara de él. Era tan jodidamente lindo...

Jimin salió del baño y me sonrió, pero yo no le devolví la sonrisa porque de repente estaba enojada con él por ser tan lindo.

-¿Qué haces mirando Bob Sponja? -se extrañó.

-¿Qu...? -había estado tan sumisa en mis pensamientos que apenas si me había dado cuenta que estaba mirando a la esponja amarilla en la televisión-. Oh... no lo sé.

-No te aflijas, también me gusta -Jimin se tiró sobre su cama, haciendo que el colchón rebotara bajo su peso. 

Me animé a mirarlo y al verlo así, con la nuca contra el cabecero, una pierna sobre la cama y la otra cayendo de ésta, me di cuenta que era más sexy de lo que creía. Peor aún: me di cuenta que cinco días teniendo esa espectacular imagen a unos tres metros de mi propia cama sería... 

-... Una tortura -murmuré.

-¿Qué dijiste?

-¿Eh? Nada.

Un trueno resonó, seguido de un relámpago que iluminó con una fantasmagórica luz blanca toda la habitación, y yo pegué un respingo como si tuviera cinco años.

-¿Te asustan los truenos? -Jimin se había incorporado, sentándose en el borde de su cama, de cara a mí.

-No, sólo me sorprenden.

Caramel Macchiato [Park Jimin]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora