Capítulo XXXIX

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Todo el viaje transcurrió en silencio, Sam ni siquiera sabia a donde se dirigían. Tampoco le dio curiosidad ya que estaba mas preocupado por lo que pensaba Daiki.

Fueron horas las que pasaron antes de llegar a su destino, era de madrugada cuando aterrizaron. Sam estaba cansado y solo quería dormir. A pesar de que durmió en el avión, no pudo descansar nada.

Subieron a un auto que lo esperaba, Daiki saludó al chofer, parecía como si lo conociera de antes, pero Sam no quiso preguntar. Temía de esa respuesta.

El chófer conducía y Sam se acomodó en el asiento quedándose dormido. Daiki lo observaba y al ver que se quedó dormido, sonríe tiernamente y colocó la cabeza de este en su regazo, acariciándole su fino y suave cabello azul.

Sam se despertó y estaba desnudo, solo tenía un boxer puesto. Algo de luz traspasaba las gruesas cortinas y Sam pudo notar a un desnudo Daiki durmiendo a su lado.

Sam sonrió al recordar que a Daiki no le gustaba dormir con ropa, acercó su rostro al de él y le dio un pequeño beso en la frente. Se veía tan tierno dormido que no lo pido resistir.

Se paró de la cama con sumo cuidado de no despertarlo, fue hasta la ventana y corrió las cortinas un poco para poder observar mejor la habitación. Hecho esto miró hacia afuera y su mirada se agrando. No podía creer donde estaba.

Sus ojos estaban como platos al ver que su amado lo había llevado a París. Podía verbo la Torre Eiffel desde donde estaba. Su emoción creció y no pudo evitar soltar un grito. Esto despertó a Daiki y Sam se cubrió la boca con sus manos al darse cuenta de lo ocurrido.

—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas así?— dice el mayor sentándose en la cama despacio ya que seguía con sueño.

—Estamos en Pa... — enmudeció de repente al ver la habitación. —¿P-pero que...?

La habitación estaba decorada muy sutilmente, pero lo que llamó la atención de Sam eran los arreglos florales. Habían Tulipanes de todos los colores en varios arreglos. Eran sus flores favoritas y no podía creer ver tantas al mismo tiempo.

Daiki miró fijamente a Sam mientras caminaba en la habitación mirando los Tulipanes y tocándolos. El mayor sonrió y se puso de pié, caminó hacia Sam y lo abrazó por detrás.

— Bienvenue à Paris! (bienvenido a París)— le susurró en el oído a lo que Sam se sobresaltó al escuchar su voz hablándole en francés.

—Merci beaucoup! (muchas gracias)— le contestó Sam sonriendo, se giró entre los brazos del mayor, y enlazó sus brazos por el cuello de este para luego darle un pequeño beso en los labios.

Sam estaba muy emocionado, siempre había querido visitar a París y no podía creer que su deseo se hizo realidad. Pero lo que menos se imaginaba era que estaría en París con su esposo. Ahora ya se sentía tranquilo ya que se dio cuenta que Daiki no estaba enojado, pero, se preguntaba el porqué no le dirigía la palabra. Se abstuvo de preguntar y solo le sonrió.

—Creo que lo primero es darnos un baño que te tengo una sorpresa— le dice el mayor separándose de él ya que lo tenía pegado al cuerpo casi desnudo y se estaba controlando.

—¿¡Más sorpresa!? ¡¡Que bien!!— exclamó emocionado y se fue rápidamente al baño, sin ni siquiera notar que el mayor había contenido la respiración para opacar su deseo.

Al cabo de un rato ambos estaban en el auto, el chófer conducía por la cuidad y Sam estaba mirando a su alrededor por la ventana, no podía dejar de emocionarse por cual cosa que viera, hasta por un edificio de hermosa arquitectura.

—Prenez-nous à Cimetière Pére-Lachaise, s'il vous plait. — le dice Daiki al conductor a lo que este asiente y conduce, Sam lo mira ya que no entendió lo que dijo. —Es una sorpresa así que, lo veras cuando lleguemos — le guiña un ojo con una sonrisa pícara.

La curiosidad de Sam aumentaba pero decidió esperar ya que le gustaban las sorpresas. Miraba todo, ansioso por saber a qué lugar lo llevaría su esposo.

Al cabo de un rato el chofer detuvo el auto, Daiki y Sam bajaron uno por cada lado y Sam se quedó mirando curioso el lugar. Miró a Daiki confundido preguntándole que hacían en un cementerio.

—¿Está es mi sorpresa? — pregunta desilusionado.

—¿Olvidaste quién está enterrado aquí? — dice el mayor con un bufido. No podía creer que iría a un cementerio en su luna de miel. Pero todo por complacer a su esposo valía la pena.

—¡Espera...! ¿Me estas diciendo que aquí está la tumba de Óscar Wilde? — tira un grito de emoción y entra al cementerio buscando dicha tumba.

Daiki suspiró y solo se dedicó a seguirle, sabía que Sam quería visitar esa tumba ya que Óscar Wilde es uno de sus escrito favoritos.

Cuando encontraron la tumba Sam se desánimo un poco ya que esta estaba rodeada por un cristal, esto impedía tocar la tumba directamente. Habían algunas personas alrededor tomándose fotos y otras al parecer querían dejar su beso pintado.

—Yo quería dejar mi beso ahí— dice con un suspiro de decepción al ver que la tumba estaba limpia.

—Para eso le pusieron el cristal, para que no la ensucien— le dijo el mayor acercándose a él.

—Aún así estoy feliz, gracias por traerme aquí, aunque te negaste cuando te lo pedí. — ríe al decir esto último y se para de puntilla dándole un beso rápido en los labios al mayor.

—No es nada, me lo puedes agradecer esta noche— murmura y Sam no entendió bien lo que dijo. Daiki sonríe y lo abraza del cuello. —Ya viste la tumba, ahora vamos a comer algo que muero de hambre. — comenta y Sam asiente caminando a la Salida.

El chofer aún lo esperaba ya que lo habían contratado para llevarlos a donde quisieran.

Todo el día se la pasaron recorriendo París, Sam disfrutaba el recorrido y la comida en diferentes lugares. Ya era de noche cuando decidieron regresar al hotel para cenar allí.

Pidieron servicio a la habitación, estaban cansados de todo lo que habían recorrido, solo querían una cena en total tranquilidad.

—Me daré una ducha antes de la cena. — comentó Daiki despojándose de su ropa y Sam asintió.

El mayor fue a darse una ducha, se puso una bata de baño y cuando salió ya la cena estaba en la mesa, vio a Sam preparando las copas para el vino.

—Me daré una ducha igual, espérame para que cenemos juntos. —le dijo con una sonrisa y Daiki le respondió con una igual —No tardaré.

Al cabo de un rato ambos estaban sentados en la mesa, el mayor en una de las cabeceras y Sam a su lado, la cena estaba deliciosa, conversaban de temas variados, reían hasta que llegó el momento en que Daiki quería su postre.

Le hizo seña con la mano al menor para que se sentará en su regazo. Lo miraba con una sonrisa algo perversa y coqueta.

—Ven o iré yo— dijo al ver que Sam lo miraba confundido aunque en el fondo sabía lo que seguía después.

Sam dio un suspiro y sabía que ya no tenía escapatoria, no porque no quisiera hacerlo con su esposo, si no, que esta vez Daiki había aguantado muchos días y estaba seguro que se la iba a desquitar.

—¿Donde y cómo me quieres? ¿Aquí mismo sobre la mesa o nos vamos a la cama?— le pregunta Sam como si fuera lo más normal, se pone de pié, se quita la bata quedándose completamente desnudo ante Daiki el cual lo miraba con lujuria.

El mayor no tardó en ponerse de pié y acercarse a él, su cordura desaparecía poco a poco, si que se iba a desahogar en el cuerpo de Sam y más ahora que él mismo lo estaba provocando.

—Ni se te ocurra pedir que pare porque te voy a destrozar— le susurró en sus labios para luego apoderarse de ellos en un apasionado beso que el menor correspondió.

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Dedicado a yukyhime1 a pesar de que dije que no lo escribiría lo hice, no puedo contra ti. 7.7
Pero el final será todo mio, prepárate 7u7

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