Capítulo 12 En cuerpo y alma

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene varias escenas de contenido sexual y adulto. Si eres sensible a este tema, abstente de leer. De lo contrario, disfrútalo.
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Candy llegó a su habitación empapada en lágrimas y molesta consigo misma. Terry la había defendido como nadie en su vida lo había hecho y ella sólo le había recriminado su actitud. ¿A caso no se merecía Neil eso y mucho más después de todo lo que le había hecho? Pero lo que la hizo sentir más miserable aún fue que Terry le había dicho que la amaba, en frente de todos y ella no dijo nada y lo dejó marchar.

-Terry... Yo también te amo... Te amo tanto que no podría decirlo con palabras, creo que te amé desde el primer momento que te vi.
-Perdóname, Terry.

Decía Candy para sí misma, abrazó su muñeca y lloró. Pensó que tenía que hablar con Terry y disculparse por su falta de consideración. Iba a demostrarle cuánto lo amaba ella también y todo lo que sería capaz de hacer por él. Primero intentaría dormir un poco, fueron demasiadas emociones para un solo día. Ya mañana aclararía todo con su amado rebelde y él sabría todo lo que ella sentía por él.

-¡Maldito desgraciado!

Exclamaba Terry de sólo imaginarse a Neil besando a su pecosa.

-Debí haberte matado, infeliz.

Estaba de pie, dando golpes en el pobre buró que no tenía la culpa de lo sucedido. Menos mal que él no había presenciado el beso, porque seguro Neil no habría vivido para contarlo. No solo era la furia de que haya tratado lastimar a su Candy, también los celos lo estaban consumiendo por dentro. Los celos se habían vuelto parte de él desde que la conoció, sentía celos de sus primos, especialmente del elegante, de todo el que aspiraba a tener su atención y ahora también tenía que lidiar con la basura de Neil Leagan.

-¡Candy es mía! No permitiré que nadie la aparte de mi lado y mucho menos que intenten lastimarla, o dejar que otro se atreva a tocarla como había hecho aquél miserable, antes muerto.

Se decía Terry. Recordó haberle gritado a los cuatro vientos que la amaba, pero esa no era la forma en que tenía planeado hacerlo. Ahí se lo soltó por impulso. Gracias a ese malnacido, había discutido con ella, tal vez él había sido un poco duro con Candy, pero si ella lo quería como él a ella, entonces ella tendría que aprender a vivir con los celos de él, porque dejarle el camino libre, no estaba a discusión. Pero no podía pasar demasiado tiempo enojado con ella y mañana mismo arreglaría todo con ella.

Candy ya estaba lista para iniciar las clases, esperó por Patty, como siempre para ir a tomar juntas el desayuno.

-¡Candy!

-Buenos días, Patty.
-Mientras venía para acá, vi que se llevaban a Neil para su casa, le cedieron una semana de descanso por la golpiza.

-Oh... Cuando la tia-abuela se entere que fue por mí todo el incidente, pedirá mi cabeza.

-No seas exagerada, Candy. Neil sólo tuvo lo que se merecía, además, cuando tu tía sepa el por qué le dieron la paliza a Neil, no tendrá problemas contigo, era tu reputación la que estaba en juego.

-¡Ay, Patty! Como se ve que tú no la conoces. Ella me despreció desde que el abuelo William decidió adoptarme. Y para colmo, tiene en mucha estima a Eliza y a Niel.

-Bueno, de todas formas tienes quien te defienda, y vaya que te defendió muy bien, eh.

Dijo emocionada y soñadora Patty, pero ese comentario le desencajó el rostro a Candy. Recordó lo molesto que se había ido Terry por ella estar defendiendo a quien no debía, y a él que se la jugó por ella, ni las gracias le había dado. Pero ya vería como recompensaría a su malcriado por su falta.

Candy Candy: El rebelde y la dama de establoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora