Capítulo 33 Sorpresas de la vida

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Terry y su madre estaban a punto de quedarse dormidos en la sala de espera. Nadie les decía nada sobre el estado de Candy y el bebé. Ya habían pasado dos horas. Un corre y corre seguido de un bullicio los sacó de sus pensamientos.

-Apúrense, por favor, se nos va...

Era la voz de Robert que venía detrás de los paramédicos que arrastraban la camilla donde iba Susana inconciente. La llevaron inmediatamente a sala de emergencia.

-Robert... ¿cómo está ella?

Quiso saber Terry, pues con lo del parto de Candy se había olvidado por completo de Susana.

-Ella... nos tardamos en traerla porque las luces estaban encima de sus piernas y no nos atrevíamos a moverla... Ella está inconciente, no creo que la cuente...

Decía Robert con pesar.

-¡Dios mio! Que tragedia.

Exclamó Eleanor que había escuchado todo. De pronto Terry recordó varios hechos que lo dejaron un poco confundido. Primero que Susana tardó mucho en bajar después de revisar las luces. Después la expresión extraña con que miraba a Candy cuando se había parado en medio del escenario y luego el grito de noooo de horror de Susana cuando el se acercó a Candy, como si hubiera presentido el accidente. El doctor apareció junto con una enfermera sacando a Terry de sus cavilaciones.

-Familiares de la señora Grandchester...

-Yo soy su esposo. Dígame cómo está ella, por favor.

-Tranquilo señor Grandchester. Todo salió excelentemente. Su esposa es una mujer muy fuerte a pesar de su corta edad.

Dijo el doctor con una afable sonrisa.

-¿Ya podemos verla? ¿Y el bebé, está bien?

Preguntó Terry desesperado. Una enfermera contestó sus preguntas.

-Ya puede pasar, señor, su esposa y sus hijos lo esperan ansiosos.

Dijo la dulce mujer, cuarentona y con una sonrisa.

-¿Hijos?

Preguntó Terry y tanto él cómo Eleanor tenían los ojos bien abiertos.

-Así es, señor. Es usted padre de una hermosa pareja de gemelos. Pase por favor.

Terry no podía creerlo. ¿Gemelos? Nunca pensó que el cielo podía ser tan bueno con él. Entró a la habitación junto a la enfermera y su madre. Pensó que estaba soñando. Ahí estaba su pecosa, con lágrimas en los ojos cargando a las dos criaturas más bellas que haya visto jamás. Se quedó inmóvil unos segundos.

-Ven, Terry, acércate.

Le invitó Candy soriendo y él por fin se acercó junto con su madre.

-Candy... son... son hermosos, mi amor.

Dijo Terry con los ojos llenos de lágrimas. Se acercó a su esposa y la besó en la frente mientras contemplaba a sus hijos.

-¿Puedo cargarlos?

-Pero claro, mi amor, eres su papi.

-Pero claro, mi amor, eres su papi

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Candy Candy: El rebelde y la dama de establoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora