Capítulo 16 Víctimas de la codicia

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Terry besaba a Candy con desenfreno cuando ya se encontraba dentro de la habitación y con la puerta bien asegurada. Candy correspondía a su ardiente beso mientras una gran oleada de calor se iba adueñando de todo su cuerpo, sentía que sus piernas ya no podrían sostenerla y un mar de sensaciones nuevas más abajo de su ombligo. Trató de separarse de Terry porque sabía bien cómo terminarían si no se detenían a tiempo.

-Terry, mi amor, sólo es a dormir, no podemos...

-Hace rato que me moría por besarte, lo siento, no puedo parar de hacerlo, te amo tanto...

Decía Terry con la voz un poco ahogada mientras continuaba besándola ardientemente.

-Mi cielo, prometiste que te ibas a portar bien...

Dijo Candy, pero sin hacer ya ni el más mínimo esfuerzo porque Terry la soltara, pues muy bien que se le había colgado del cuello y correspondía de igual manera a su beso.

-Creo que no podré cumplir mi promesa, princesa.

-¡Terry! Ya no podemos seguir tomando más riesgos.

Al decir esto, Candy intentó separarse de él, con el poco juicio que le quedaba, pero Terry no cedía, seguía besándola y la atrajo hacia él un poco más, le besó el cuello y le suspiró cerquita del oído, intensificó el beso y sus manos comenzaron un paseo por su cintura y espalda para luego ascender a sus pechos, entonces a Candy la comenzó a abandonar todo el sentido común y cada vez sus protestas eran menos firmes.

-Déjame hacerte mía otra vez, princesa, por favor. Llevo todo el día deseándolo.

Mientras Terry le decía eso a Candy, no había parado de besarla y sus manos no se habían quedado quietas, ya se encontraban desabotonando la blusa de Candy. Cuando al fin terminó con todos los fastidiosos botones y pudo ver sus pechos coquetamente sujetados por el corpiño, comenzó a besarlos a travez del corpiño y a Candy se le estaba escapando el aliento  se olvidó del mundo y le empezó a devolver las caricias con el mismo desenfreno. Lo besaba intensamente, le besó el cuello, entrelazó los dedos en su pelo y se pegó más a él, le comenzó a quitar la camisa y a acariciarle la espalda. Terry la tomó de la cintura y la acercó y Terry ya no pudo contenerse más.

-Déjame hacerte el amor, Candy, por favor, no me pidas que me detenga.

Le suplicaba Terry ardiendo y Candy en la misma situación ya no fue capaz de negarle nada. No se lo dijo con palabras, pero lo besó y llevó las manos de él a sus pechos

-¿Puedo, mi amor, puedo hacerte mía ahora?

Le preguntó Terry a pesar de que dudaba mucho poder detenerse.

-Si, Terry, quiero ser tuya, ahora mismo.

Respondió Candy sorprendiéndose de sí misma, pero la verdad era que ella lo deseaba mucho. Terry no la hizo esperar más y así nublados de deseo y pasión llegaron al climax juntos.

-Te amo, pecosa.

Le dijo Terry aún sobre ella.

-Yo también te amo, amargado.

Y como la vez anterior, Terry se quedó dormido sobre ella mientras Candy lo arrullaba tiernamente hasta quedarse dormida ella también.

Una Pelirroja en su habitación no podía conciliar el sueño. Una ira irracional se había apoderado de ella. Comenzó a tirar todo lo que había en su buró y a maldecir enfurecida.

-Maldita Candy, mil veces maldita. No vas a ser feliz mientras yo viva, y prepárate, porque voy a quitarte a Terrence, no dejaré que seas feliz con él.

Candy Candy: El rebelde y la dama de establoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora