Capítulo 28 Entre el tiempo y la distancia

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Tres meses ya habían pasado desde que habían pisado suelo Américano. La convivencia de nuestros rebeldes junto a Eleanor había sido fantástica. Terry ya había comenzado en su trabajo como administrador del hotel de la familia. Le había hecho caso a a su madre en referencia al teatro y consiguió un pequeño papel en la obra El Rey Lear, aún así buscaba la manera de estar junto a Candy como le fuera posible, pues en el hotel podía ausentarse y dejar a su empleado de confianza Steven Harris, había trabajado para el Duque por más de veinte años y ahora era su mano derecha para administrar el exitoso lugar.

-Terry, te extraño mucho, ya no quiero que te vayas más.

Dijo Candy haciendo un puchero, mientras se encontraba sentada en el regazo de Terry que a su vez estaba sentado en la cama de su habitación.

-Lo sé, princesa, yo también las extraño mucho, pero ya los ensayos están por terminar, la obra se presentará en una semana y estaré más tiempo junto a tí.

-Pero yo quiero que estés aquí siempre.

-Pronto lo estaré, pecosa. Cuando nazca pequitas, pienso ausentarme al menos dos semanas de mis obligaciones en el hotel y me retiraré del teatro al menos unos meses.

Dijo Terry acariciando el vientre de Candy que ya se encontraba en su quinto mes de gestación. Se veía hermosa, su pelo estaba más largo y sedoso, sus ojos tenían un brillo intenso, su piel estaba radiante y su barriguita era tan redondita y formadita, aunque para tener cinco meses todos opinaban que estaba muy grande, Candy ya caminaba como un pinguinito y Terry hacía muchas bromas sobre eso.

 Se veía hermosa, su pelo estaba más largo y sedoso, sus ojos tenían un brillo intenso, su piel estaba radiante y su barriguita era tan redondita y formadita, aunque para tener cinco meses todos opinaban que estaba muy grande, Candy ya caminaba co...

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-Creo que pequitas va a ser grande como su papi.

Dijo Candy con ilusión pasando su mano por su pancita.

-Aún si fuera una enana como tú se vería hermosa. Esa niña será hermosa, eso no habrá quién lo dude.

-Terry, tu arrogancia no tiene límites. Te amo tanto, me gustaría un niño engreído como tú, con tus ojitos y este pelito castaño, ah y este hoyuelo que me encanta.

Le dijo Candy a Terry comiéndoselo a besos.

-Pues yo en cambio, quisiera una niña pecosita y entrometida como tú, con esos rizos que me encantan y esta naricita pequeñita y respinganda.

Decía Terry devolviéndole todos los besos a Candy. Despues de haber jugueteado un rato, la pareja bajó a cenar con Eleanor, que cada vez estaba más contenta con ellos, habían llenado su casa de luz y la llegada de su nieto le hacía mucha ilusión, tanta que ya tenía un cuarto preparado con todo lo que necesitaba, una cuna, una mecedora, un moisés, una cómoda y un enorme armario con toda la ropa habida y por haber de bebé.

Mientras tanto en Lakewood, la mansión favorita de la familia Andrew y donde estaba el hermoso jardín de Anthony, estabs Stear muy melancólico. Patty ya se encontraba en América, pero al vivir en estados diferentes no podían visitarse tan seguido, se veían una o dos veces al mes. Estaba sentado en uno de los bancos del jardín, cabizbajo y con una maraña de pensamientos.

Candy Candy: El rebelde y la dama de establoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora