Cynthia aceptó gustosa una segunda ronda. Permitió que Eduardo le llenara la copa hasta rozar el borde de cristal; unas cuantas gotas salpicaron al llevársela a la boca y mojarse los labios, pero no le importó. Por fin podía relajarse.
—Hagamos un brindis —propuso Crystal con una gran risa, a la vez que alzaba su trago—. Porque la esperanza es lo que nos mantiene vivo cuando todo lo demás ha muerto.
—¡Salud! —respondieron chocando las copas.
—¿Cómo es tenerla de vuelta? —quiso saber Bernard.
—Sentimos una felicidad inexplicable. No creo que pueda ponerlo en palabras —respondió la señora Scott, compartiendo una mirada con su esposo—. Extrañábamos tanto su risa. Tanto que dolía
Crystal no aguantó más tiempo quieta, tejiendo una potencial novela con la mente en lugar de palillos, y realizó una lluvia de ideas en una pequeña libreta que siempre traía consigo (nunca se sabe cuándo llegará una buena idea para una historia y es mejor siempre ir bien preparado). Su marido, el señor Anderson, se acomodó las gafas con el dedo índice, interesado en descubrir qué estaba escribiendo.
—¿Quisieran mostrarle un poco de apoyo a sus amigos y dejar eso para después? —les preguntó Anne con el ceño fruncido.
—Un buen escritor crea mundos a partir del suyo propio. Todo esto me parece una idea fenomenal —se justificó Crystal.
—En el que caso de que estés con intenciones de sacar un nuevo éxito de ventas, no te vayas a olvidar de nosotros para la adaptación a la pantalla grande —comentó la señora Stevens.
Los cinco adultos voltearon en dirección a la entrada. El matrimonio de actores acababa de pasar y los saludaba desde la puerta con una enorme sonrisa.
—¿Planeado ganar un nuevo Óscar? —le preguntó Bernard, volviendo a acomodarse los anteojos.
—Por ahora no. Veníamos a ver qué tal estaba nuestra niñita.
—Recién salieron los tres —respondió Crystal—. El pobre de Zack no aguanta ni un segundo sin ella.
—Y donde está Zack, está Kev —añadió Robert.
( )
—¡Podemos salir a andar en skate! —me propuso Zack con entusiasmo.
—¿Estás loco? —lo regañó Kev—. Sigue con kinesiólogo y terapeuta ocupacional.
—Sabes, Kev, muchos dicen que tres son multitud. Otros, que una bicicleta con una tercera rueda sobra... Espero que me estés comprendiendo.
—El que sea tu novia no te da derecho a apartarla de mí.
—Ni tú tienes poder para decidir qué puede hacer y qué no.
—Eh, chicos —comenté, llamando su atención—. Estoy justo aquí. —Miré a Kevin—. Y no somos novios.
—No aún —esclareció Zack con una sonrisa de medio lado—. Pero me considero una persona optimista.
Tengo que admitir que era un chico perseverante. Rayaba entre lo romántico y lo hostigaste; algo así como cien cajas de bombones rellenos en forma de corazón.
Sonreí ante su comentario y lo tomé de la mano durante unos segundos. A pesar de que en ese entonces no estábamos juntos (por mi decisión de esperar), era normal que nos diéramos muestras de afecto; éramos mejores amigos que tiempo atrás fueron novios, y nunca dejaríamos de amarnos. Pasara lo que pasara.
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Paréntesis (Entre comillas, #2)
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Entre comillas". ¡No leer sin antes haber leído el primer libro! EN EDICIÓN.