Como vampiro y lobo

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Desde que aprendí que podía tocar el piano dos cosas cambiaron. Una, no volví a recibir carta alguna (que me parecía un gran alivio). La otra es que Zack y yo nos volvimos inseparables. Si bien desde un principio se nos vio juntos en todo momento, se debía a que era él quien me buscaba, me llamaba, me seguía. Pero ahora, éramos los dos quienes intentaban a toda costa y cualquier precio, mantenerse junto al otro.

Sí, de acuerdo, estaba embobadamente enamorada, pero incluso entonces, mi afecto por él no se comparó en nada como cuando recuperé mi memoria. Recuerdo que fue en ese momento en el que corrí a casa de Zack, me lancé a sus brazos y lloré porque sabía lo que había hecho en Disney. Lo que había hecho durante nuestros doce años de amistad. Ambos lloramos y reímos, como dos locos enamorados. Que, al fin y al cabo, es lo que éramos.

Por supuesto que, cuando volvimos a la escuela, de la mano y riéndonos, los murmullos aumentaron. Hasta hubo vítores, ¡vítores! Como si el reinado bajo el que se encontraban hubiese ganado la batalla, coronándonos nuevamente rey y reina del lugar.

—¡Zeli volvió! —gritó una chica, subiéndose a un banco cerca de la entrada—. ¡¡Volvió!!

Toda la escuela nos aplaudió, se giraron a vernos, expectante. Y, a modo de confirmación, nos dimos un beso.

Éramos el centro de atención. Siempre lo hemos sido.

Sonreí ante las chicas que nos miraban con aprobación. Jodidas hipócritas. Bien sabía yo que lo único que querían era acostarse con Zack. ¿Creían que las paredes de los baños eran de plomo o qué? Lo más divertido es que ellas eran las que más se esforzaban por hablarme o invitarme a alguna parte... está demás mencionar que siempre me negué a sus peticiones.

Fue por de Enero cuando eso ocurrió. Momento en el cual no daba más de tareas escolares. Me había atrasado meses en cuanto a Sasha, Amy y Bruno, y si quería pasar a último año iba a necesitar de un milagro para lograr aprobar todos los exámenes. Yo nunca había tenido muy buenas calificaciones, por lo que mi esfuerzo debía ser monumental. Pero, ¿qué tal si dejamos ese horrible periodo para después? No, en serio, no quieres saber sobre las noches de desvela que pasé con Sasha, intentando entender matemáticas, leyendo para literatura, memorizando biología... Horror en su máxima expresión.

Antes de ese despreciable periodo llamado "época de exámenes", mi vida no podía ir mejor. Volvía a jugar voleibol. Tocaba el piano. Leía. Salía a fiestas universitarias. Era realmente feliz. Sobre todo, porque los lazos con mis amigos se iban volviendo más y más inquebrantables.

Recuerdo estar hablando con Bruno y Zack (que se habían hecho muy amigos), cuando el grupo de tercero (creo que se llamaban Xavier y Mark o algo así) pasó junto a nosotros. Por cuarta vez en el día.

—Creo que te quieren de vuelta —comentó Zack divertido.

Bruno sonrió; hizo un gesto de desinterés con la mano, como si fueran poca cosa.

—Así es —respondió—. Digamos que nos les encanta la idea de que me junte más con ustedes que con ellos.

—No tienes por qué tener problemas con ellos por nuestra culpa —tercié—. En serio.

—No es inmoral tener amigos distintos.

—¿Doble cantidad de fiestas? —dijo Zack, dándole un golpecito en el hombro—. Muy listo, italiano.

Bruno rio sin humor.

—Lo más fiestero que he hecho con ellos ha sido jugar just dance hasta las dos de la mañana.

—¡Tranquilo, tigre! —bromeé—. Ya entiendo por qué nos prefieres.

No dijo que así era, pero tampoco lo negó. Bien jugado, di Lorenzo (o diLorenzo, nunca le pregunté en el realidad), bien jugado.

Paréntesis (Entre comillas, #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora