Lauren nunca había entrado a una iglesia antes; no es que la religión le repeliera o algo parecido, pero sus padres, aunque católicos, jamás mostraron entusiasmo por inculcarle la fe, y por tanto, asistir a misa sonaba casi tan fantasioso como ser aceptada en Hogwarts. Puede que incluso más, ya que Lauren aún no alcanzaba la mayoría de edad mágica (diecisiete años para los muggles ignorantes), así que todavía albergaba la esperanza de que la lechuza simplemente se hubiese retrasado... unos cinco años. En cuanto a lo otro, ya era imposible que adquiriera el hábito, mucho menos el interés. Sí, en ese orden y no al revés, porque los niños cuyos padres intentan criarlos en un ambiente cristiano acostumbran a asistir a eventos religiosos, rezar antes de comer y pedir por los enfermos desde una edad tan temprana que no hacen más que imitar lo que ven; y una vez que todas esas cosas forman parte de su rutina, la fe recién podría o no sedimentarse en sus corazones, dependiendo de cada uno.
La castaña amante de las películas de terror bien hechas y alérgica número uno a los gatos, aceptó ir a la casa de dios aun sabiendo que podría quemarse en la entrada debido a un impulso cuyo origen le resultaba confuso de averiguar. Esta extraña salida ocurrió de manera inesperada —como ya podrá haber asumido—, ese mismo día por la mañana. Se había despertado alrededor de las ocho como siempre que no ponía la alarma (¡muerte a los relojes biológicos!), luego bajó a la cocina y se preparó un desayuno. La casa, tan silenciosa pero en lo absoluto solitaria, le hizo compañía hasta que una figura alta y pelirroja la sorprendió llevándose una cucharada de yogur con manzana picada a la boca.
—Buen provecho —la animó son una sonrisa burlesca, muy impropio de los adultos.
—Esto no es hurtar, ¿verdad? —preguntó Lauren un tanto avergonzada. Dylan y John jamás le habrían permitido sacar comida sin permiso en casa ajena. Ni hablar de su padre y de su...
De su...
Dejó la cuchara dentro del tazón. Había perdido el apetito. De hecho, su hambre mutó casi de forma automática a un revoltijo estomacal que anunciaba el peor de los panoramas.
—¡Dios mío, no! —Exclamó ella volteándose para verla a la cara—. Tú, y todos los demás son visitas. Visitas inesperadas... pero visitas al fin y al cabo. —Le sonrió; sintió menos malestar luego de eso—. Lamento que no nos hayamos presentado formalmente. Como sabrás, soy la mamá de Lizzy.
Si Lisa no terminaba con un trastorno de la identidad disociativo luego de tantos sobrenombres, Lauren le compraría un helado. Sería de un sólo sabor y en una tienda barata, porque el dinero no crecía en los árboles, pero un helado al fin y cabo.
—Me llamo Lauren, un gusto en conocerla, señora Sommer —dijo ésta intentado caerle bien. O al menos tratando de no quedar como una sinvergüenza que saca comida y ensucia la vajilla sin permiso.
—¿Eres muy amiga de ella, no? —Sacó una caja de leche de soya y se la sirvió en una taza decorada por a) un infante del prescolar o, b) un adolescente con pésima habilidades artísticas—. Me encantaría saber que estoy conversando con alguien importante en la vida de Lizzy.
Lauren jugueteó con la cuchara, revolviendo el yogurt hasta que el sonido del metal contra la cerámica se le hizo insoportable.
—Bueno, soy algo nueva en su vida... —Vio la decepción de la mujer escrita en su cara— Pero cantidad no es calidad —añadió rápidamente—. Estoy segura que ambas consideramos a la otra como una amiga muy cercana.
<<Cantidad no es calidad>>.
Alzó la vista por impulso; miró más allá de la cocina, casi esperando que alguien se les uniese. Sí, de acuerdo, ese alguien era Bruno. Pero es que... ¿así es como uno se sentía cuando le gustaba otra persona? Una extraña mezcla entre miedo y alivio; porque sudaba hasta por los codos pero a la vez se sentía bien. Bien de verdad. No sólo el tipo de bienestar que puede alcanzar una chica que acaba de perder a su familia, sino tan bien como antes del accidente. Un bien que no creyó ser capaz de volver a experimentar.
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Paréntesis (Entre comillas, #2)
Novela JuvenilSegundo libro de la trilogía "Entre comillas". ¡No leer sin antes haber leído el primer libro! EN EDICIÓN.