Capítulo 4: Siempre y cuando sea imaginario, no está engañando

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—Es el cumpleaños de tu mejor amigo, Daisy, te prohíbo no asistir.

Ella le sonrió con pesar.

—Tú eres mi mejor amigo, no Dominic —respondió entre suspiros. Sabía que no iba a ganar esa discusión. Él no se lo permitiría.

—¿Acabo de ser friendzoneado por mi propia novia? —Se golpeó el pecho con la palma de su mano de forma melodramática; cerró los ojos y lentamente se arrojó al suelo, fingiendo un desmayo—. Creo que acabas de dispararme en donde más me duele.

—¿En tu grandísimo ego? —Adivinó Daisy—. ¿O te refieres a otra cosa? —agregó con una sonrisa.

—¡En mi corazón, Daisy! —Exclamó echado sobre el piso alfombrado—. En mi frágil corazón —se llevó la mano a la frente, como si el mundo se le viniese abajo—, por Dios, Ovejita, en qué cosas piensas.

Daisy se hincó para estar más cerca de su novio. Despejó su linda carita, apartando sus rizos de color dorado. Encontró una sonrisa traviesa bajo todos esos pétalos de girasol; una sonrisa para ella. Acarició su mejilla y, durante unos minutos, se dejaron llevar por la complicidad de aquel inocente acto de amor. Tenían los ojos cerrados, pero sus almas más despiertas que nunca, luchando por salirse de sus respectivos cuerpos y fundirse en un único ser.

Recostó su cabeza cerca de su corazón, y jugueteó con su cabello como si fueran suaves resortes. ¿Por qué la vida no podía pausarse al igual que un buen libro? Daisy pidió, con toda la fuerza que tenía, dejar la historia hasta ahí, que ese fuese su último capítulo. ¿Por qué seguir narrando algo que podía acabar de manera perfecta?

—Patrick —susurró a la vez que escuchaba sus latidos—. Prométeme que serás fuerte —pidió con ojos llorosos—. Hasta el final.

—Daisy no empieces diciendo... no hables como si fueras a morirte. Por favor, yo... yo no podría soportarlo. No sabría cómo —beso su frente como si esa fuera la última vez.

Daisy tenía miedo, y no por su enfermedad como se podría pensar, sino de lo que el futuro podría tener preparado para ella. Porque, si Daisy moría, ella estaba segura que destrozaría por completo a Patrick. Y no quería eso para él. Tenía miedo de partirle el corazón y no estar ahí para ayudarle a reconstruirlo. Detrás de ese ceño fruncido y alto nivel de hostilidad, Daisy sabía que había un pequeño niño con miedo al abandono. Quería protegerlo del mundo entero, decirle que todo estaría bien... ¡Maldito su estúpido cuerpo débil!

Le dio un beso temeroso, pero él aprovechó la iniciativa y la retuvo con ambas manos por detrás del cuello; fue un beso más duradero, más fuerte, más valiente.

Sus piernas entrelazadas, sus corazones latiendo en sincronía.

—Eres lo mejor que me pudo haber pasado, Daisy. Así que no intentes huir de mí tan fácilmente —dijo Patrick separando los labios de los de ella.

—Te amo —fue la respuesta de Daisy.

—¿Lo suficiente como para acompañarme al cumpleaños de mi hermano?

—Eres muy manipulador, ¿lo sabías?

—Pero me amas igual —Patrick sonrió de medio lado—. Qué se le va a hacer, soy todo un magneto para el género femenino.

Daisy aprovechó la ventaja de estar arriba... y lo atacó con cosquillas. Patrick, a pesar de ser más alto y más fuerte, no pudo zafarse de la tortura y sólo le quedó reír y retorcerse como un pobre gusano. Ella conocía sus puntos débiles: bajo las rodillas, entre las costillas, detrás de la oreja... ella conocía todo de Patrick.

Paréntesis (Entre comillas, #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora