Capítulo 17: El milenario arte del déjà vu

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Sebastián había comenzado el libro hacía seis horas y, hasta entonces, no lo había soltado ni siquiera para ir al baño. ¿Cómo es que nunca leyó Canción de fuego y hielo antes? Y él que pensaba que la serie de por sí ya molaba. Oh, simple error de quienes se dejan llevar por las adaptaciones, en vez de darle una oportunidad al libro encargado de brindarle al mundo una fantástica historia como esa.

Leyó la última página con prisa, queriendo descubrir el final. Joder, ¿acababa de terminar un libro de más de mil páginas en solo dos días? Carajo, eso era demasiado, hasta para él. Decidió guardarlo de inmediato en su mochila para devolverlo a la biblioteca de la universidad y pedir prestado el siguiente. Tenía que leerlos todos.

Durante un brevísimo instante, el tiempo pareció detenerse. Sebas se quedó sosteniendo el libro ya dentro de la mochila, mientras que sus pensamientos viajaban varios años al pasado. Estamos refiriéndonos al periodo universitario, cuando el grupo de amigos se veía cada vez menos, pero charlaban todas las semanas vía Skype para mantener los lazos unidos. Desgraciadamente, habrían de desatarse en cierto momento, y si bien ninguno de ellos quería ser el primer en deshacer el nudo, todos estaban conscientes que tarde o temprano dejarían a un lado la vida que tuvieron en el internado.

Vice fue quien le recomendó Canción de fuego y hielo, pero también, uno de los primeros en alejarse. Pocos meses después, Kumiko se desvaneció; lo último que supieron sobre ella fue que trabajaba para el gobierno chino, diseñando cierta arma química en caso de guerra. En cuanto a Flo, conocían un poco más su actual paradero; había decido quedarse en Europa, pues insistía que Alemania y Suiza poseían los mejores recursos para el área de investigación en el que ella se desempeñaba.

Así de simple, resumido en un mísero párrafo, el grupo que siempre consideró como una segunda familia, se separó con la misma facilidad que una mezcla entre elementos de distinta polaridad.

Despejó su mente de los recuerdos de su niñez, que a veces se lo tragaban, y cerró la mochila.

El tiempo corre, la vida se acaba y el pasado está muerto. Quien afirme lo contrario, se halla inmerso en las arenas movedizas de la nostalgia; incapaz de avanzar, condenado a hundirse.

Se levantó de la silla de su oficina, dispuesto a volver a su departamento. Luego de pasar dos días holgazaneando con un libro de ficción, iba siendo ya tiempo de retomar las miles de tareas que, de seguro, lo esperaban en casa. Ni siquiera había revisado el correo electrónico de su trabajo, porque, cuando un libro lo enganchaba... no lo soltaba hasta terminarlo, incluso si eso implicaba rechazar una reunión con el mismísimo Stephen Hawking.

Palabra de nerd.

Tomó su teléfono y le texteó con emoción:

¡NAOMI! ACABO DE TERMINAR EL LIBRO, ¡ES BUENÍSIMO!

Había estado saliendo durante las últimas dos semanas con una chica muy maja que conoció en el departamento de arquitectura. Sí, ya sé que estarán pensando, pero ¿que si se inmiscuía en los campus que no era de su área para hallar una novia? ¿Han conocido alguna vez a una tía medianamente bonita que se dedique a la ciencia, a la ingeniería o a la tecnología? ¡Por supuesto que no! Porque no hay ninguna, no existe tal cosa. Era una completa injusticia que los departamentos de humanidades y administración rebosaran de bellas mujeres, mientras que todos los científicos como él, debían batallar entre ellos por las pocas chicas que su departamento tenía, y que, además, le doblaban la edad.

Sin embargo, y contra todo pronóstico, había logrado conquistar a una de primer año; se podría decir que vivía la típica historia de profesor-alumna, pero siendo justos, ambos tenían diecisiete años y él nunca le impartiría clases a ella. Todavía no lograba familiarizarse con el hecho de que sus estudiantes eran mayores que él, pues se había acostumbrado a rodearse de personas igual que él: genios, superdotados, mentes brillantes... O, como su hermano pequeño les decía: raros.

Paréntesis (Entre comillas, #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora