Patrick abrió los ojos. Durante unos pocos segundos, ignoró que sus manos estaban empuñadas. Fue incapaz de percibir el dolor de las uñas lastimándole la piel, porque su atención se hallaba concentrada en el extraño escenario que tenía enfrente.
-¡Alex! -Gritó con desesperación, perdiendo su característica formalidad-. ¡Alexia! -Volvió a llamarla, cada vez más asustado.
Sus gritos se perdieron en el ambiente cual cenizas de un cremado que arrojan desde lo alto. Mordió su labio, e intentó en vano, recuperar la compostura. Sabía que no lograría la estabilidad emocional necesaria para buscar a su pequeña hermana sin sonar como un lunático. Cuando se trataba de Alexia, todo ese muro de sólido concreto se derrumbaba.
Se imaginó dentro de una película de ciencia ficción en la que encerraban al protagonista para testearlo; todo ese blanco, encegueciéndolo y a la vez llevándolo a un estado de paranoia, no tenía aspecto de tratarse de ficción. Patrick realmente estaba encerrado en la nada misma, sin saber qué fue de su hermana. Y alejado de Daisy, pero corrió ese oscuro pensamiento que nada más le apretaba el pecho.
Corrió hacia ninguna parte, evitando las millones de preocupaciones que tomaría en un día normal. ¿Qué si se caía? ¿Qué si lo atravesaba una espada? ¡Qué importaba lo que sea que fuese a pasarle!
-¡Alexia, respóndeme. Soy tu hermano, Patrick! -Exclamó lleno de angustia. Porque sólo eso importaba, solo ella en ese momento.
Intentó calmarse, pues muerto no le haría ningún bien a la pequeña. Y a medida que corría hacia adelante, hacia atrás o a los lados (el blanco le imposibilitaba ubicarse), sus pulmones le suplicaban cada vez menos por clemencia; se pensaría todo lo contrario, pero aquel lugar era irracional como la biología básica, y eso que él no era muy bueno en esa asignatura.
El pinchazo por la falta de aire y sobre agitación terminó por desvanecerse.
Patrick disminuyó la velocidad. Parpadeó varias veces.
Se detuvo de golpe y miró a su alrededor. ¿Por qué había estado corriendo?
Alexia, se dijo. Y volvió a emprender la búsqueda.
Frenó y se mantuvo quieto. ¿Qué es lo que debía buscar?
Alexia, se repitió.
Siguió corriendo, pero.... ¿Hacia dónde iba?
Por Alexia, intentó recordar.
Y corrió, y corrió hasta percatarse del panorama. ¿Qué hacía un lugar completamente blanco? ¿Dónde estabas sus padres?
Aquella latente interrogante le sonsacó una abrumadora realidad: ¿Tenía él, padres? Y mientras se repetía una y otra vez los nombres de Victoria y David, desparecieron sin dejar rastro. Parecía que siempre que intentaba acceder a algún recuerdo, este se esfumada, casi esperando su llamado para volar lejos de él.
Cerró los ojos con fuerza; fue un patético e inútil esfuerzo por mantener a Dominic vivo en su memoria. Lo intentó; luchó por aferrarse al mejor amigo que tenía. Se repitió su nombre, pensó en su sonrisa; se vio junto a él viendo televisión, tocando el piano, hablando de libros, montando a caballo. Patrick y Nick tuvieron más alegrías que tristezas, y lo que es aún mejor, más abrazos que discusiones.
Supo que ya no podría aguantarlo por más tiempo, que había sido maldecido para olvidar.
Perdóname, Nick, dijo para sus adentros. Luego, un pánico irracional lo envolvió en una auténtica pesadilla. ¿En quién había estado pensando?
¡Su vida estaba siendo robada de sí mismo! El pánico se volvió rabia; una ira parecida con la que abandonó el hospital empezaba a correr por sus venas, contaminándole el corazón.
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Paréntesis (Entre comillas, #2)
Teen FictionSegundo libro de la trilogía "Entre comillas". ¡No leer sin antes haber leído el primer libro! EN EDICIÓN.