Capítulo 39: Fatum

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—Hola novia.

Elizabeth le sonrió a la pantalla (lo más probable que como una tonta enamorada).


*******


—Hola novio —contestó ella.

La tez pálida de Patrick se vio envuelta en una capa ardiente de éxtasis retraído, que se transformó de manera instantánea en una auténtica cereza abochornada del cuello para arriba (porque la comparación con el tomate estaba algo gastada).

Había pasado poco más de un mes desde el cumpleaños sorpresa de Patrick. Por supuesto que, para él, la celebración no fue ni la mitad de inesperada si lo comparamos con el regalo que le dio Elizabeth esa misma noche (no lo que están pensando precisamente): corresponder el amor que él por tantos meses se vio obligado a ocultar por miedo a ser lastimado o lastimar a alguien más. Pero principalmente, y aunque a él le cueste admitirlo, escondió ese sentimiento incontrolable y enardecido, temiendo que si salía a la luz, él quedaría como el malo de la película. Nunca le importó demasiado lo que el resto opinara de él, sin embargo quería a sus amigos como a su propia familia, y acabar como el patán lo posicionaría en un lugar que no estaba listo para enfrentar.

Resultó que no fue así. No del todo al menos. Mientras que algunos vitorearon su regreso con Elizabeth —o comienzo, pues nunca se llegó a un consenso de si lo que pasó en Coma cuenta como tal—, Bruno parecía querer desollarlo con cada mirada iracunda que le lanzaba no bien veía la oportunidad. Lauren, quien cada día demostraba más tener un corazón en vez de una hamburguesa, se iba alejando de Patrick por lo mismo. Si bien lo consideraba un amigo muy cercano, quería a Bruno demasiado como para preferir al niño amish por sobre su novio.

De la sombra de los enamorados no se salva nadie. Todo hemos estado o estaremos allí alguna vez en nuestra vida. A veces como la sombra, y otras bajo la misma.

Con respecto a Daisy, la relación era más que tensa; apenas se saludaban con la mano en la escuela. ¡Gracias al cielo que el quiebre fue poco antes de salir de vacaciones de verano! El ambiente se volvía tan filoso con ambos chicos bajo el mismo techo en el salón de clases, que Nick temía una explosión nuclear al tocar a alguno de los dos y liberar toda esa energía contenida, casi como la de un átomo. Y hablando de Nick... Bueno, sus dos hermanos estaban saliendo, digamos que tuvo sentimientos encontrados y no sólo por ese beso que no se podía sacar de la cabeza ni del corazón.

Por último pero no menos importante, estaba Kevin. El mejor amigo de nuestra pelirroja, quien no se alegró ni por un segundo al enterarse de la noticia. Quizás era por lo mucho que despreciaba a Nick debido al incidente en su cumpleaños y a cómo había tratado a Amy; podía ser también, porque Patrick nunca había estado del todo conforme con su relación con Grace. Ambos se toleraban, pero claramente jamás serían amigos inseparables.

En caso de que se pregunten si ambos chicos habían salido en citas, pues no. No aparte de las reuniones colectivas. Es necesario tener en cuenta que, a pesar de todo, eran hermanastros. Y si bien tarde o temprano actuarían como una pareja normal de novios, se lo estaban tomando de manera ligera (demasiado ligera para él) por Victoria. La pobre casi se ahoga con su propia saliva cuando se enteró de la noticia, que no la contentó en lo absoluto a decir verdad. No porque extrañaría a Daisy que amaba como a una hija, ni porque se vería extraño para la sociedad, sino porque significaría que Lizzy no podría mirarla como su madre nunca. Pero con el correr de los días (y más de una lágrima) concluyó que, con tal de pertenecer a la misma familia que su pequeña, incluso siendo su suegra, estaría eternamente agradecida al Señor y a la Virgen.

La vida le regresó a su Elizabeth, sólo que no de la forma en la que siempre soñó. Y aprendió que eso estaba bien. 

La vida nos concede lo que anhelamos de maneras insospechadas.  

Paréntesis (Entre comillas, #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora