Nota: Ésta novela tiene frases de canciones pero en mayoría posee líneas totalmente mías. Además posee ruptura de la cuarta pared.
"Si abordas cada situación como asunto de vida o muerte, morirás muchas veces."
-Adam Smith.
EL DIABLO, CAPÍTULO 1:
"Bed Stuy, 5:32 a.m."
Wabes. Burdel
Soy una causa perdida, soy una causa con consecuencias totalmente perdidas. Las causas perdidas no merecen una segunda oportunidad, no merecen una buena vida o tan siquiera la muerte, al menos no en el Bed Stuy y mucho menos si se trata de mí, de... el Diablo.
Me muevo de un lado a otro, apresando su cintura con mis manos, devorando sus gestos con mi mirada vacía, llena de ira, de extorsión. Vívida al ritmo de su lengua rozando la mía.
―¡Oh! ¡Dios Mío! ―Ella jadea fuertemente, tironeando pequeñas hebras de mi cabello, tratando desesperadamente de hacer que pare, que termine, que la engulla entre mis llamas de una vez por todas. Pero es una lástima, no puedo, ni quiero detenerme, no hasta que no haya nada, nada porque seguir.
Comienzo a reprocharme por los pensamientos mediocremente suicidas que rondan mi mente. Sin embargo, me gusta, me gusta cómo mi mente trabaja, aunque muchos me juzgarían de "desquiciado" si me escuchasen decir que me agrada lo que mi subconsciente reproduce, ya que no es usualmente, lo que alguien normal pensaría.
¿Pero qué es ser alguien normal?
Es ser aburrido, supongo.
―Sé dice: ¡Oh!, Diablo mío ―le murmuro al oído, suavemente, destrozándola, al mismo tiempo que muevo mis caderas más rápido, bombeando sin piedad, sin roce a la delicadeza. Está incómoda pero el placer lo merita y no pienso parar hasta terminar.
Mi placer crece cada vez más, conforme pasan los minutos, los jodidos segundos me llenan la cabeza de inconformidad. La tengo debajo de mí, a mis órdenes, a mi disposición sin siquiera sentirme poderoso.
Penetro su intimidad con fuerza una y otra vez. No me aguanta, pero no me importa.
Grita, jadea, patalea, hunde sus uñas como puede en mis brazos.
Ella no me satisface, de hecho ninguna mujer lo hace.
Desgarro las cortinas celestes las cuales yacían colgando en la habitación, el tubo que las sostiene se dobla debido a mi fuerza.
Necesitaba algo en que descargar mi ira, y al parecer el sexo era una buena opción.
―Diablo, me...las...timas ―jadea con la voz entrecortada, debido a cómo se lo estoy colocando. Arrincono su cuerpo mucho más que antes contra la pared mientras las cortinas aún rozan el filo de la alfombra en donde nos encontramos.