XXVIII

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EL DIABLO CAPÍTULO 28:

-¿tú me amas?- ella poseía el cielo en su mirada.

-arrastraría tu alma al infierno junto con la mía, ¿Eso responde a tu pregunta?-

Me senté de inmediato en la cama, con la respiración acelerada, un ardor intenso, semejante al de hace unos días en mi cuello se plasma ahora en mis pies, descubro la sábana de todo mi cuerpo, en ellos ya no caben más tatuajes, pero cambian, en la oscuridad alcanzo a ver que ya no son animales o frases, ahora se transforman en huesos, los huesos de un cadáver.

-El mío-

Apresuro a deshacerme de la camisa holgada que cubre mi torso y del bóxer.

En frente había un espejo redondo.

El ardor se transmite y riega por todo mi ser, incluso mis huesos.

-¡ah!- exclamo en un quejido ronco.

Camino hasta el espejo y puedo ver en él mi cuerpo entero, cambiando, cubriéndose de negro, acatando cada hueso de mí, cada poro de mi piel está lleno de tinta negra, exceptuando mi cara y cuello, en él siguen marcadas las letras que formaban "inferno", al igual que en la palma de mi mano.

No entiendo que es lo que está pasando ahora.

-eres un maldito mounstro- se escuchó a mis espaldas.

Por el espejo y su reflejo, logro divisar a mi hermano, lleva la misma ropa de antes, un pantalón pitillo negro con un buzo del mismo color.

Lo tomo por el cuello sin importarme estar desnudo frente de él.

-de hecho nunca me importa estar desnudo en frente de alguien-

Siento como las venas de mi cuello se marcan de la ira.

-soy lo que tú quieres ser- le transmito con arrogancia.

-ya no- respiró fuerte.

-viniste a que te mate verdad- miro su rostro, trato de grabarme los rasgos de mamá que posee.

-algo así, vine a matarnos- murmura.

-no puedes imbécil- sonreí, -yo no muero-.

-eso lo veremos... nos quemaremos como si estuviésemos en el infierno- sonríe el también.

Mi agarre en su cuello se aflojó y puedo fruncir mi ceño después de lo que acababa de decir.

-¿Qué?- articulé.

Mi hermano me sonríe de lado y saca por detrás un pequeño control.

-cuando aplaste esto, toda esta casa volará en pedazos con quienes estén dentro, incluidos nosotros-

La casa era de Zen, aquí se encontraban Tyson, Chato, Bran –quien estaba enojado conmigo por matar a Owen, pero ya se le pasará-, y Ti Fran.

-hazlo, acábanos- lo animé.

Él sonrió de igual forma que yo, miró al suelo y aproveché su descuido para torcerle el brazo, haciendo que el control cayera en el suelo.

-¡Zen!- llamé, -¡Zen!-.

-¡¿Qué mierdas pasa?!- Zen abrió la puerta refregándose el ojo derecho, pero su mirada cambió a sorpresa y a terror cuando vio la escena en mi habitación.

-saca a Tyson y a los demás de la casa, ¡ahora!- ordené.

Zen corrió sin parar hasta desaparecer de mi vista mientras yo seguía forcejeando con mi enhermano.

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