EL DIABLO, CAPÍTULO 14:
"Bed Stuy, 3:14 p.m."
Wabes.
Leves jadeos son expulsados desde el fondo de mi garganta cada vez que sus manos con uñas largas resbalan en mi pene y sus labios lo chupan.
―Sí, venga ―aclama, moviendo su mano aún más rápido, joder.
―Sr. ―la puerta de la habitación es abierta y tengo que fruncir el ceño, observando a Bran quien cierra la puerta de inmediato―. Lo lamento ―dice desde afuera.
Gruño, quitándome de encima a la prostituta de quien he decidido disponer ésta noche, para luego cerrar mi bragueta.
―Entra ―ordeno.
Anoche ni siquiera llegué a mi casa, fui al Wabes a tomarme unos tragos y de trago en trago terminé en donde siempre termino, en las garras de las mujeres.
Bran camina hacia mí, con timidez.
―¿Has visto a Owen? ―pregunto.
―Salió con Sam señor, deben estar fumando atrás.
Sigo el consejo de Bran al salir de la habitación, cruzar el escenario del burdel hasta la puerta trasera que da a un par de callejones y efectivamente, Owen camina, inquieto, expulsando humo de sus labios, Sam no, a él no le gustan los putos vicios.
―No sabía que vendrían temprano hoy ―me acerco a los chicos, arrebatando el cigarro de los dedos de Owen y dándole una calada, solo para comprobar una vez más, que fumo cigarrillos cuando no tengo marihuana.
―Buenos días, jefe ―saluda Sam, entusiasmado, y yo, asqueado, como siempre, le devuelvo el saludo.
―Viniste en la noche ¿verdad? ―comenta Owen.
―Sí ―afirmo a secas.
―Me dijeron que estabas en la mesa de Mark ―habla Owen nuevamente, parece que últimamente no hace más que ser mi jodida niñera.
―Tomé unas cuantas copas con él y su banda, después les di unas mujeres, nada más ―devuelvo el cigarrillo.
―Pensé que Mark no venía por aquí desde... ―Sam no termina su oración, ya que levanta su vista hacia mí.
―¿Desde que el Diablo se acostó con su hermana y después la entregó a la mafia negra? ―completa Owen, ganándose una mirada aburrida de mi parte―. Bueno, supongo que después de jurar que te mataría por eso, decidió volver aquí y olvidarlo ―sugiere, refiriéndose a Mark.
―¡Supérenlo! Mejor ella que yo, saben muy bien lo que tenía en riesgo si no se la entregaba ―finjo patear algo en el suelo piedroso.
―Claro ―bufa Owen―. En fin, tengo que ir a hacer unas entregas por ahí, los veo en la noche ―termina su cigarrillo, abandonándolo en el suelo para después pisarlo, y retirarse.
―Teresa me habló ayer en la tarde ―escucho a Sam, pero no pongo atención, ésta se centra en los pasos lentos del distribuidor alejándose.
―¿Y qué tal si Mark quiere matarme y por eso volvió? ―mi vista se queda estancada en la esquina que ya ha cruzado el distribuidor.