(Gracias a todos quienes han seguido la historia, gracias mil gracias esta historia es lo que me mantiene viva o cuerda en las noches nostálgicas, que la apoyen es de gran valor para mí)
EL DIABLO, CAPÍTULO 32:
"Bed Stuy 3:00 p.m."
Minutos antes del juicio.
El Diablo nunca fue perfecto, aunque pareciera serlo, su vida era una mierda, pero era magnífica.
Él dominaba a las mujeres como si fuesen juguetes, valiéndose de tantas malditas manías para controlar sus almas y apresar sus corazones. Evitando, tanto la felicidad de otros como la suya, arrebatando sueños, vida, e ilusiones.
Yo era lo que nadie más podía ser, lo que temían y querían, lo que adoraban y despreciaban, lo que jamás encontraron en ningún otro hombre. Yo era quien poseía sus almas con solo mirarlas. Yo, quien buscó la salvación entre las piernas de cada mujer, pero nunca la encontró, y dudo que la encuentre.
Éste es el momento en el cual he perdido toda clase de esperanza, el momento en el cual la llama de mí ser me ha consumado por completo, el momento en el cual las puertas del infierno se abren y dejan ver todos mis pecados, y el precio de los mismos.
(😈)
Búscame cuando te pierdas, que yo estaré en las sombras.
Ambas puertas de madera se abren, dejando a mi vista todo el estrado. Delante de mí al juez, un elegante desgraciado con bata marrón, barba prominente, de tez morena y cabello ensortijado quien me miraba con ansias.
Me fue entregado un uniforme anaranjado con las siglas del penal al cual debía ser trasladado una vez terminado el juicio. Esposaron mis muñecas con fuerza.
Mientras daba pasos dentro de la sala, pude notar que había mucha gente en éste lugar, tipos con sombreros, mujeres gordinflonas ricachonas, uno que otro fotógrafo de la prensa, pero en sí, no pude reconocer a nadie.
Un policía caminaba delante de mí y otro detrás. Las miradas de todos los presentes se incrustaban en la mía y en todos los movimientos que realizaban mis desasosegados músculos.
Hasta que, en la primera fila detrás del cual iba a ser mi asiento, pude divisar a Zen, con un gesto dominante de tristeza, y a Tyson, sobre piernas del asiático quien me miraba atónito, en sus ojos de notaba la incertidumbre, la duda, no me reconocía, de eso estoy seguro.
Y por último vi a Bran, sentado al último de las filas, se encontraba sin gafas, su mirada seria, típica de él, me transmitía suplica, como si aguardara por: que en cualquier momento yo escapara de la manera más alocada posible o trajera guardado un explosivo bajo mi uniforme para asesinar a todos, sin embargo nada de eso sucederá hoy, simplemente seré juzgado como uno más.
-comencemos- sale por fin de los labios del juez, "Rivera", mientras tomo asiento a lado de un ridículo de traje que supongo es mi "abogado" pagado por el estado.
-No iba a desperdiciar mi dinero en un imbécil de éstos-
-Leonardo J. Santana Valerius, alias "El Diablo"- dice el juez mientras lee mi acta en sus manos, está de pies puesto sus enormes lentes.
Sí, ese es mi nombre, al fin lo saben
-se le acusa de los siguientes cargos- continúa, todos los presentes están de pies, incluso yo –asesinato en todos los grados, narcotráfico, tráfico de personas, carreras ilegales, estafas masivas, robo al Banco Central, enriquecimiento ilícito...- mientras el juez repetía todas mis culpas yo trataba de hacer volver a mi memoria los recuerdos de aquellas palabras, -falso testimonio-, claro, eso lo hice a los 17 – chantaje- a ¿Cuál de todos los chantajes de mi vida se refería?, - soborno- he sobornado a todas las autoridades que se han cruzado en mi camino.