EL DIABLO CAPÍTULO 29:
-pensé que no vendrías- sale de sus labios.
-dime tu nombre-
-si es la última vez que te veré la cara, Abel, soy Abel-
-odio tu nombre-
-yo no sé el tuyo- sonríe.
-no lo sabrás, te daré una oportunidad de rendirte y rogarme por tu vida- mascullo mirándolo y poniéndome de pies.
-nunca- resopla.
-odio esa palabra-
-esto es raro- frunce el ceño.
-mátame entonces, ¿qué esperas?-
Pasó el dedo pulgar por su labio inferior abriendo la boca –para saborear ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, si las gotas de lluvia...ah que mierdas, algo de humor para los capítulos finales-, le di un puñetazo en la cara cuando el saco de su bolsillo derecho una navaja, rozando la piel de mi brazo desnudo.
-¡¿auch?!- musité, él se alzó de hombros.
Vino corriendo nuevamente, pero impulsé una patada en su abdomen haciendo que caiga al piso, dejando una ráfaga de arena. Me acuclillé en su estómago propinando miles de puños, hasta sentir que mis nudillos ardían, de la nada sentí un ardor intenso en la pierna derecha, bajé la mirada y Abel sonreía con los dientes llenos de sangre. Había clavado la navaja en mi pantorrilla, di un último puñete en su nariz, escuchando como se rompía en pedazos, tomé la navaja con la palma de mi mano y la arranqué de mis tejidos, la puse en mi bolsillo delantero por si la necesitaba después.
Me puse de pies, pero mi hermano sacó un arma de su pantalón me apuntó y disparó a mis piernas, corrí impulsado a toda velocidad mientras sentía las balas rozar el suelo por donde pisaba, regresaba mi vista de vez en cuando para ver al Demonio venir tras de mí, pude tomar mi calibre, cargarlo, y disparar unas cuantas veces, sin éxito. El crucifijo de metal que traía colgando en mi pecho rebotaba con cada paso que daba por la superficie, el suelo era arenoso, debido a esto mi velocidad se acortaba cada vez más.
-ah- me quejé, una bala había atravesado mi espalda, no detuve mis pasos, pero sentí un agarre en mi cuello.
-voy a asesinarte- era él, me había alcanzado, mi primer pensamiento fue pegarle con el cartucho de mi arma y lo hice, le di en la nuca, aun así no lo detuve, ambos forcejeamos hasta caer al suelo de nuevo, yo propinaba puños en su mandíbula y él en la mía, me puse de pies un momento para patear su torso, pisar su espalda con fuerza, se retorcía debajo de mí como un puto gusano, volví a pisar su columna, ésta se contraía.
-me cortaste- pateé su rostro, -me quemaste con nitro- volví a patear, -me baleaste hasta las pelotas- mascullé, extendió sus manos y pies en el suelo escupiendo sangre, aplasté sus manos con mis pies.
-ah, no- dijo en un gemido, casi suplico.
Tomé la navaja que guardé minutos antes, y la clavé en su pierna al igual que él lo hizo en la mía, se quejó pero me pude arrodillar a su lado, tapé su boca con mi mano, para luego acercarme a sus oídos y añadir:
-lo que yo te haré, no se compara con nada- mantenía mi mano en su boca, saqué la navaja de su pierna, retiré mi mano y prendí la navaja en su mejilla.
-¡ah!- su grito desesperado hizo un eco.
Tomé el mango de la navaja ya antes clavada en su mejilla y la deslicé hasta la comisura de sus labios, de tal manera que el corte daba desde su boca hasta el pómulo, podía oírlo suplicante debajo de mi agarre, sollozando palabras las cuales ya ni siquiera entendía.