XVII

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EL DIABLO CAPÍTULO 17:


"Bed Stuy, afueras"




―Hola, maldito ―es el tal Cal, el hombre que estaba con Lori aquella vez.

―¿Qué quieres? ―levanto la barbilla, no me encuentra en un buen momento.

―Hacer negocios, nada más ―Cal da más pasos cerca de mí.

―¿Cómo me encontraste? ―ignoro sus anteriores palabras para ponerme de pies.

―Pasaba por aquí, llámalo casualidad o como quieras ―no da más pasos, en cambio, espera a que yo esté en frente suyo―. Te quiero de mi lado Diablo.

―Yo no estoy de ningún lado que no sea el mío ―respondo al hallarnos cara a cara.

Su mirada hacia mí cambia cuando declino su propuesta.

―Sé lo que ocultas ―habla sin saber, sus palabras ponen alerta a mis sentidos y no dudo en tomarlo por el cuello, haciendo que se retuerza por la falta de aire.

―¿Y qué es lo que oculto? ―susurro.

―Te lo diré luego, pero por ahora... por ahora te tengo un negocio al cual no te puedes negar ―ya casi no tiene voz.

Un ruido proveniente de mi teléfono interrumpe la conversación. Suelto mi agarre en Cal.

―¿Y ahora qué pasa? ¿Vas a pedirme perdón? ―me dirijo a Owen a través de la línea.

―¡Maldito imbécil, te lo advertí! ―grita casi dejándome sordo―. La policía llegó, se llevaron la mercancía, nos clausuraron, e incluso se llevaron a los clientes que estaban en el burdel, no tenemos plata, ahora si estas jodido.

―Querrás decir, estamos.

―No, yo no voy a pagar por tus errores, Diablo del Bed Stuy ―cuelga.

Giro mi cuerpo a Cal, él, me observa, esperando mi respuesta, masajeando su cuello, aguantando la tos.

―Sea lo que sea, si me da plata, acepto ―concluyo como respuesta a la propuesta.

―Bi... bien, quiero que robemos un banco ―dice, llevándose un bufido de mi parte.

―¿Un banco? ―me burlo―. No te ofendas, querido Cal, pero esto no es un libro de mafiosos en Wattpad.

¿O sí?

―Además, es un trabajo para principiantes ―agrego.

―Yo sé lo que hago, tómalo o déjalo ―me mira serio.

Ruedo los ojos.

―Bien ―cierro el trato, despidiendo con eso al invasor de mi privacidad.

Al cabo de unos minutos, llego a casa, donde las luces aún permanecen encendidas a las tres de la madrugada.

Abro la puerta con normalidad.

―Señora Nash, espero que no se le haya ocurrido hacer una fiest... ―la Sra. Nash y mi amigo religioso me miran desde la sala de estar, tomando un café―. Padre Tomas, que desagradable sorpresa, no me ruegue, no le aceptaré la taza de té.

―¿Por qué demoraste tanto en venir? La Sra. Nash y yo estábamos muy preocupados ―comenta mientras se pone de pies.

―No tengo que darle explicaciones a nadie ―mascullo apretando la mandíbula―. Ahora, si me disculpa su majestad, quiero largarme a dormir ―hago una sonrisa fingida, para retirarme a mi estancia y de un salto, termino en mi cama, cerrando los ojos.

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