–Es agradable estar aquí contigo. –
Esas palabras recordaba Taehyung, las palabras que le hizo ruborizarse luego de hablar infinidades de trivialidades una tarde de aquellos. El menor se percató del pequeño movimiento en los bolsillos del pantalón del mayor, sus manos empuñadas y estirándolas en el proceso.
Cuando Hoseok le dijo aquello, este no lo observó, diciéndole cosas agradables mirando de frente hacia la calle para distraerse y que su nerviosismo no sea notorio. Pero Taehyung amaba su nerviosismo cuando estaban juntos, cuando no podía sostenerle la mirada y Hoseok la desviaba, tocándose la nuca como último recurso para distracción suya.
–Me agrada que te agrade. – suspiró el menor. Estaba malditamente enamorado de ese tipo.
Añoraba las tardes llegar porque eso significaba estar minutos, incluso algunas horas con Hoseok. Sacándolo de su rutina diaria, tan vacía para él. Pero un día llegó él, Hoseok, y todo cambió para el pequeño mundo oscuro de Taehyung.
–Quiero decir la palabra, despierta. – susurró el menor, aún recostado en el piso para darle mayor comodidad a su novio dormido. Recordar esos tiempos le hacía suspirar más de lo debido, su pecho se inflaba de amor y quería que Hoseok escuchase su liberación pues él era el causante.
Con su índice derecho le tocó su mejilla, presionándolo en el proceso para ayudar a despertarlo.
Más Hoseok no se inmutaba con nada, su respiración siendo el único indicio de que estaba vivo.
Gruñendo por lo bajo Taehyung quitó todo contacto con el mayor, la bolsa con la medicina cayendo a su lado sobre su regazo. Sin pensarlo, Taehyung arrojó la bolsa en dirección a la puerta, chocando y perdiéndose bajo el mueble que yacía al lado, a sus pies.
Se estaba acalorando y no era del tipo pasional, quería mover a Hoseok rudo si fuera posible para que despertase y poder decirle su palabra. Hacía tiempo que no salía de su boca, esa deliciosa palabra.
Sin nada claro en mente, Taehyung se paró del suelo para posarse encima del mayor, tocándolo a penas con sus piernas y brazos. Trazó con una mano la mandíbula del mayor con admiración mientras susurraba. –Hobie, despierta. Tienes que escucharlo ya no lo aguanto. – musitó, cariñosamente desesperado.
Esperó unos segundos y no tuvo respuesta por parte del otro. Logrando que su puño chocara al lado de la cabeza del mayor. Hundiendo la almohada, hundiendo el grito que quiso hacerle.
Los músculos de sus brazos se tensaron, su mandíbula parecía crujir y sus ojos vacilaban por los parpados inmóviles de su novio.