Fernando corre para alcanzar a Orlando, desde la puerta de la pequeña casa hasta la avenida aún mojada. A punto de llegar, camina más y más lento hasta que suavemente toma su mano por detrás y se para a su lado. Orlando suspira y su mirada se mantiene en el rostro de Fernando. Lo observa casi como un reproche, mientras Fernando sólo sonríe tontamente con sus ojos cerrados.
— Estamos en la calle, acaba de llover, nos podemos enfermar y tengo un montón de hambre.
— Y por eso te sostengo, ¿qué tal si necesitas calor? mi mano te puede ayudar...
— No, suéltame antes de que alguien nos vea. — Y aparta su mano de la de Fernando, casi groseramente.— No aguantas nada.
— ¡Tú no aguantas nada! Pinche romántico de tercera. Además, si fuera por mí ya te hubiera dejado atrás, pero no dejarías de molestarme con ello toda la semana. — Agrega, antes de caminar más rápido y dejar varios metros atrás a Fernando.
— ¡Tú te lo buscaste! casi te montas encima de mí, y pretendes que no te gustó. — Apresura el paso hasta quedar detrás de Orlando.
— Claro, para ti cualquier cosa es insinuación. No puedes vivir sin pensar que todos te quieren para ellos. — Contesta sin voltear a verlo, poniendo sus brazos detrás de su cabeza. — Además, no soy tu tipo.
— ¿Quién lo dice? — pregunta, de la manera sugestiva con la que tanto gusta hablar.
— Tú. Casi siempre.
— Casi parece que estás enojadoFernando dejó de caminar detrás de él y volvió a acompañarlo a su derecha. Se tomaron un largo tiempo haciendo poco más que caminar entre los charcos, desviarse el camino y separarse algunos metros cuando no sabían hacia dónde caminaría el otro, sólo para volver a juntarse lado a lado. A pesar de ser ya medio día, el clima empezaba a helar y la decisión de comprar ese par de suéteres con tela delgada empezaba a calar en la piel de Orlando tanto como el frío. Fernando lo llevaba mejor, su cabello es largo y le cubre gran parte de la cara. Utiliza pantalones que cualquier otro guardaría para piyama y tantas caminatas nocturnas lo han hecho resistente al frío.
Al cruzar una avenida extrañamente seca, Orlando desvió la mirada y a lo lejos vio el callejón. forzó la vista y creyó ver un brillo resaltar entre el lodo que cubría gran parte de aquél camino. Había cruzado ese callejón un montón de veces. Con sus botas, el lodo no era problema, pero ésta vez, la luz reflejaba perfectamente algo tirado. Se guardo para sí su curiosidad y caminó con Fernando, quién hacía rato solamente le insinuaba lo lindo que era por temblar a momentos. El brillo se acercó más y más con cada par de pasos y fue imposible para Orlando quitarle la mirada hasta el momento en el que se detuvo frente al montón de lodo del que el brillo provenía. Fernando siguió caminando pero volteó confundido, mientras veía como Orlando se agachaba y recogía una especie de cristal verde manchado y brillante. El viento se hizo fuerte, de pronto hojas secas se levantaban del suelo y al rededor de ambos se formaba un círculo por la fuerza del viento. Se miraron fijamente mientras un tornado les aturdía. El callejón empezó a cerrarse y el viento no paraba, los agitaba de un lado a otro y empezaron a toparse contra el concreto. Fernando apenas mantenía el equilibrio cuando Orlando recordó el cristal verde que tenía en su palma. Apenas lo observó cuando se dio tal golpe en la cabeza que se desmayó. Fernando corrió hacia él cubriéndose los ojos, intentando despertarlo, pero el viento levantó tierra, lodo y rocas que golpeaban su espalda. Levantó la cabeza y a lo lejos vio una persona. Sus manos estaban en sus bolsas y parecía sonreír. Una voz suave se adentró en su mente y finalmente cayó abrazando el cuerpo de Orlando.
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Brisas
RandomUn cristal invoca una tormenta, Fernando y Orlando terminan siendo arrastrados a un mundo en el que sus nombres ya no les sirven. Conocen a grandes personas mientras desvelan las incógnitas de éste lugar desconocido, empezando por un detalle muy imp...