De razonar se aprende

14 2 0
                                    

— Hiciste trampa.

— Estoy fuera del pozo.

— Vuelve ahí, tienes que salir por ti mismo.

— No dijiste de qué manera.

— ¡Te lo digo ahora, vuelve ahí adentro!
Manu y Agregor veían en silencio como Chikane y Seifer discutían encima de la flor. Seifer le daba la espalda y Chikane le gritaba. 

— ¡Tírate al pozo! 

— Tírate tú.
— Me vas a hacer tirarte yo misma de nuevo.

— Saldría escalando mi flor. 

— Voy a quemar tu estúpida flor. 

— Entonces haré otra. 

— ¡Por tu culpa vamos tarde!

— ¡Y me quedaré aquí con mi flor si te molesta tanto!

La discusión parecía divertirles a ambos. Seifer sonreía como si fuera un juego, Chikane fruncía el ceño pero dar vueltas mientras caminaba sobre los pétalos le hacía feliz. Se mantuvieron con la misma rutina hasta que Seifer tropezó y Chikane cayó con él.

— Ojalá te quemes entonces. — Le dijo, encima de su pecho, sonriendo de forma cálida y casi pegada a su rostro.

— Chikane, deja de jugar con el niño verde. — Manu interrumpió finalmente. — Si no hubieras tenido la gran idea de tirarlo a un pozo no nos hubiésemos retrasado. No falta mucho para llegar.

— ¿Llegar a dónde? — Preguntó Agregor, parado detrás de él.

— El retrasado eres tú. Yo voy a tiempo. — Contestó Chikane sin poner atención a la pregunta de Agregor.

— ¿A dónde vamos? — Preguntó Seifer.

— A un pueblo. — Dijo Manu.

— Es más una ciudad muy bonita. — Agregó Chikane. — ¿Qué te parece idiota? ¿Te quedas con tu flor? — Le dijo a Seifer, irónicamente y juntando sus labios con ternura.

— Me parece que mejor te quitas de encima cariño. — Le contesta Seifer. 

— Levántense entonces. No faltará mucho, hoy no. 

— Oh, pero éste idiota está suavecito. ¡Y huele a limón! — con alegría decía Chikane, dejando caer la mitad de su rostro en el pecho de Seifer. Su ropa volvía a estar limpia, parecía estar llena de parches más blancos que ayer. 

— ¿Le pasa algo? — Preguntaba Seifer extrañado, con Chikane aún encima, ahora abrazándolo. 
— Los días de Nuestro Sol la ponen así. Vamos. Levántense. — Finalizó Manu, empezando a caminar.

Retomaron el camino unos momentos después. Seifer se levantó dejando caer a Chikane sobre la flor. Chikane levitó hasta alcanzar a Manu y Seifer se agachó un momento para acariciar su flor, Agregor se acercó a él. 

— Tú hiciste ésto. 

— No sé como.

— ¿No sabes? 

— Estaba dormido, tenía un sueño raro, el brazo me dolía y de mi pecho imaginaba un alelí florecer. 

— Y aquí tienes un alelí gigante.

— Claro, pero no era así, era horrible. Parecía que me mataba, empezaba a crecer y mientras lo hacía mi cuerpo se quedaba seco. Grité hasta que no pude.

— Qué miedo loco.

— Ya no sé qué tanto de ello fue un sueño. — Dijo apartando su mano de los pétalos. 

— Eso pienso yo desde que llegamos aquí. — Decía Agregor mientras reía. 

— Supongo que yo también, pero al menos la flor terminó siendo bonita. — Seifer se levantó y le dio la espalda a Agregor. Puso su brazos detrás de la cabeza. — Pero sigue dándome miedo. 

Agregor y Seifer alcanzaron a sus compañeros. Ambos preocupados a su manera, sin demostrarlo. Ninguno notó que la piedra en el brazo de Seifer había desaparecido junto a su herida. Una textura de hojas verdes lo cubría lentamente sin que se dieran cuenta. Agregor todavía estaba consciente del aura de poder que lo recorría y lo conectaba con Chikane.

BrisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora