- Tengo que irme chicos... - Decía Elíz, parada todavía en la entrada del bar, mirando con miedo a las personas cercanas.
- No parecen malas personas, ¿por qué te vas? - le preguntó Agregor antes de sobresaltarse por el sonido de una roca rompiéndose que venía de adentro del lugar.- Deja que se vaya, solo viene a alumbrar. - Seifer le dijo, dando pasos largos y lentos cerca de la entrada.
- Tú lo que quieres es que ilumine tu vida.
- ¡Loco! ¡Ya!
Elíz se pegaba las manos al pecho y no las separaba, su cabeza daba vueltas con su inseguridad y en su rostro se veía la preocupación con el arquear de sus cejas y el brillo que se extendía de sus ojos, que brillaban diferente, como con una capa de esa forma que tomaba al desvanecerse entre los cristales.
- No me gusta aquí... - Dijo bajando la mirada, haciendo que Seifer volteara la cara, escondiendo su rostro enverdecido. Agregor le miraba por encima del hombro.- Parecen buena gente - Le contestó volviendo a mirarla.
Elíz estaba a punto de hablar, una esfera de madera salió volando de adentro de aquel local, rebotando en el suelo frente a ella y golpeando un cristal de una casa cercana cuyas ventanas no tenían protectores. Elíz se agachó y sujetó su boina roja con las manos, cubriéndose la cabeza y cerrando los ojos. Asustada y sin emitir sonido.
- Ya veo el problema... - Dijo Agregor, volteando a mirar a Seifer- ¿Qué pasa? ¿Son los cristales? - Le decía Agregor, acercándose.
- Eso creo, no sé qué clase de persona es ella.
- Manejo los reflejos. - Les contestó, todavía agachada, con las manos en las rodillas. - No me gusta estar mucho tiempo fuera de mi mundo...
- Oh.
- ...Te entendemos - Le dijo Agregor. - Podrías...?
Agregor intentaba preguntarle algo, pero Elíz se empezaba a fundir en aquella forma construida de reflejos, parecida al cristal pero acuosa.- ¡Lo siento chicos! De verdad que lo siento, mucho, mucho.
- ¡Oye, no te vayas! - Gritó seifer, intentando tomar su mano, pero incapaz de hacerlo. Simplemente su mano atravesó la de ella y terminó tropezándose, pasando entre su cuerpo sin sentir nada y quedando parado detrás de ella.
- Son los cristales... me siento insegura cuando hay tan pocos. Perdonen. - Y fue empequeñeciéndose hasta desaparecer en un cristal que había caído cerca de ellos.
Seifer miraba a Agregor desde el suelo y ambos mantenían su boca semiabierta. Seifer miró al suelo y levantó otro pedazo de cristal. Por medio segundo pudo ver uno de aquellos grandes y azules ojos que desaparecieron con Elíz.
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Brisas
RandomUn cristal invoca una tormenta, Fernando y Orlando terminan siendo arrastrados a un mundo en el que sus nombres ya no les sirven. Conocen a grandes personas mientras desvelan las incógnitas de éste lugar desconocido, empezando por un detalle muy imp...