La mirada somnolienta y cansada de Chikane sonrió con tranquilidad. Se dio una vuelta en el banco y levantó su brazo saludando.
— ¡Seifer! ¡Agregor! ¡Estamos aquí!
Los dos chicos sonreían inseguramente mirándola todavía un poco lejos. Manu volvía a hablar con Kozo pero volteaba a mirarlos constantemente, con calma. Chikane se levantó, un rastro de polvo salió cuando arrastró su banco al levantarse y pisar con ambos pies el suelo. Aquél banco era más largo que sus piernas y el sonido se escuchó chirriante. Caminó descuidadamente, con torpeza, casi a tropezones y apoyándose en sillas y hombros continuos. Se acercó a ellos con los ojos abiertos y a un metro de distancia los cerró y empezó a caer. Seifer y Agregor actuaron rápido, ambos la sostuvieron antes de que cayera al suelo y la fueron levantando con suavidad.Sosteniendo cada uno un brazo, mirando su cabello caer en sus hombros y su espalda, suelto y despeinado. Recobró la consciencia, miró a uno, después al otro, volvió a cerrar sus ojos y bajó la cabeza.
— Los extrañé... — Y quedó dormida.
Seifer y Agregor se miraron sonriendo, hicieron esfuerzo para levantar a Chikane firmemente y caminaron con ella hacia la barra mientras las personas del bar los miraban. Manu seguía bebiendo sin inmutarse, esperando a que se unieran a él. Cuando Seifer y Agregor sentaron a Chikane y la hicieron dormir sobre la barra, se sentaron a su lado. Kozo los esperaba, con dos jarras y sus manos haciendo un aplauso alegre para mantenerse juntas, alegre por su llegada.
— ¿Tú serás el de la flor, no? — Le preguntó a Seifer, todavía con las manos hechas un capullo.— Vaya, no tardaste nada. — Manu dijo.
— Venga, éstas cosas llegan lejos siempre, sobre todo cuando se es de esos elementales.
Seifer no sabía qué hacer una vez más. Agregor bebía su Kozo de un trago pero él detuvo su mano en medio del airee.
— ¿Manu? — Preguntó, girando la cabeza hacia él.
— No se lo he dicho yo, ni Chikane. Al llegar me lo ha preguntado él a mí.
— Fue una amiga, verde como tú, rellenita, vende plantas. Ya la has conocido. — Le dijo Kozo sin dilatación.
— Loco, eso ha sido hace nada. — contestó Seifer, acercándose la jarra a la boca y empezando a sorber.
— Otro elemental me lo avisó. Mucha gente viene aquí.
— Manu, ¿como funciona eso? — Dijo Agregor, que se sentaba a la izquierda de Seifer y apuntaba al cartel mural de detrás de la barra. Algunos círculos habían perdido su delineado de brillo.
Manu miraba la madera quemada de la mesa, sin soltar su jarra, con la cabeza baja. Pasaron unos segundos sin una respuesta, en silencio agobiado por el ruido que venía de las demás personas.
— Kozo lo usa para contar a la gente. — Levantó su cabeza para contestar y volvió a beber. Un círculo de humedad se formaba en la mesa, debajo de su jarra.— Llevas mucho bebiendo. Esa es la última. — Le dijo Kozo mientras recogía las jarras vacías de Chikane y Agregor. — Y tu, Agregor, ¿así te llamas verdad? Es algo que me vendió un elemental de papel muy loco. Es sensible, tiene un rango. Cuando siente el poder de un elemental, el círculo que lo representa se ilumina.
— Oh, entonces ahora mismo hay... ¿7 elementales de fuego puro?
— Y uno de sombra, y aquí está Chikane, gravedad. Manu se esconde siempre, no lo verás en la tela. — Decía mientras señalaba algunos círculos de color y pasaba su dedo contando las líneas de luz que los rodeaban — 4 de tierra, éste de burbujas es Cerri, el gordo que estornuda allá atrás.
— Eso explica mucho. — Le decía Agregor mientras cruzaba los brazos.
— ¿Por qué? — Preguntó Seifer.
— Desde que llegamos la gente se empezó a ir. Mira, cuando entramos, éste de rayo tenía tres aros, ahora no tiene ninguno.
— Empieza a anochecer. Los días de Nuestro Sol relajan a la gente, beben Kozo a libertad durante el día y cuando el sol se esconde, — Kozo se recargó en la madera y usó su brazo para sostener su cabeza. — vuelven a su hogar.
— Wow.— Dijeron tanto Seifer como Agregor.
— Es lindo, todavía no tengo idea de algunas cosas que hace. Mira, desde ayer apareció ésta mancha aquí en la esquina. — Señaló un circulo deforme, muy pequeño como para leer las letras que eran solo manchas blancas aún más pequeñas.Se escuchó un paso fuerte. El lugar iba quedándose más vacío desde hacía un rato, la gente se retiraba para prepararse, mañana sería un día en el que no usar sus elementos los pondría en riesgo. Kozo levantó la cara para ver a aquél quien llegaba. Era un sujeto vestido en negro, su ropa era de un cuero deslavado oscuro. Una chaqueta, sin cierres exuberantes como aquellas que Seifer guardaba en un armario de su mundo, con bolsas sin botones y debajo de ella una camisa blanca. Pequeños destellos aparecían en su piel con una regularidad lenta. Entró al lugar a pasos fuertes y se sentó solo en una mesa.
Kozo sacó una jarra de debajo de su barra y la llenó con la llave que siempre parecía estar a un lado de su cabeza, colgada. Se la lanzó igual que a cualquier otra persona y aquél tipo la tomó con una mano.Agregor miraba al sujeto mientras Seifer y Manu hablaban de la ciudad y el mercado, se sentía nervioso. Cuando volteó su cabeza, notó como uno de los círculos iba creciendo, uno amarillo chillón, y al mismo tiempo, una línea de luz lentamente lo iba rodeando. Era electricidad. Se sintió raro y miró a Kozo, quien había mantenido la vista en él.
— No pasa nada. — Le dijo, a manera de intentar calmarlo. — No lo conozco, si en eso piensas.
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Brisas
عشوائيUn cristal invoca una tormenta, Fernando y Orlando terminan siendo arrastrados a un mundo en el que sus nombres ya no les sirven. Conocen a grandes personas mientras desvelan las incógnitas de éste lugar desconocido, empezando por un detalle muy imp...