Nuestro Sol

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La luz recorre de manera tenue los campos, las copas de los árboles. Le pega en la cara a todo el mundo, el pozo se ilumina y los charcos reflejan tanta luz como reciben. Es ese día del mes en el que el Sol brilla de ésta manera. Los animales no habían sido algo común de ver para Agregor en éste mundo, no se había topado con ninguno y todo aquello que comía eran reservas de carne que Manu cargaba en una bolsa con algunos hongos, plantas y bayas que recogían mientras caminaban. Esa mañana, el rostro de Agregor empezó a molestarle, la luz del sol le pegaba directamente y el ardor empezó a empeorar hasta el momento en que despertó agitado. 

— ¿Chicos, están ahí? — Dijo levantándose del saco que utilizaba para dormir sobre la yerba. — Me siento extraño. — continuó, mientras empezaba a caminar, buscando a sus compañeros.

Estaba desolado. No había nadie cerca, ni rastros de que Chikane y Manu hubieran estado ahí en algún momento. La piel de Agregor picaba, empezó en su rostro pero se fue a sus brazos. Se rascaba mientras caminaba.

—¡Manu! ¡Chikane! ¡Seifer! —Gritaba, dirigiéndose al pozo dónde pasó la noche Seifer. Vociferaba, se sentía débil, la picazón era leve pero no paraba. Se pasó a su abdomen y de pronto no podía separar sus manos de su cuerpo, pero seguía gritando y buscando. Empezó a correr. Su confusión se volvió terror al ver sus manos. Una pigmentación dorada lo empezaba a recorrer y notó que mientras avanzaba, la comezón se detenía. Pero el miedo continuaba, y siguió gritando y buscando hasta que una voz familiar que de lo lejos sonaba lo calmó. Era Chikane, que corría hacia él.

— ¡Agre! ¡tú piel, el sol! — Le gritaba preocupada mientras se acercaba. El aliento de Agregor se iba, se volvía incapaz de gritar mientras sentía la comezón desaparecer con el tono azulado de su piel, cubriéndose de dorado, tomando su energía.
—Me siento mal — Dijo apenas, después de que el correr le quitara el aliento. 

—¡Es el sol, no se supone que te de! — Chikane le decía, aún corriendo, pero Agregor había dejado de hacerlo. — ¡Ven aquí! ¡necesitas protegerte! 

Chikane lo alcanzó y tocó su mano. A ésta distancia, Agregor finalmente pudo notar cómo el cuerpo de Chikane se cubría por una especie de deformación en el aire. Parecía calor brotando de su cuerpo, pero su mano estaba fresca. Aquella aura extraña pasó del cuerpo de Chikane al suyo a través de su mano, limpiándolo de la coraza dorada que estaba a punto de alcanzar su rostro, dejándolo sin comezón ni ardor, con la piel retomando el color azul claro que ahora tenía normalmente.

Chikane se mantuvo mirándolo mientras se tranquilizaba. Agregor seguía sintiendo su mano que ahora se ponía fría, notó el café oscuro de los ojos de Chikane, lo grandes que eran, el cabello negro haciendo contraste con su blanca piel. Y sus labios delgados, color rosa. Helados. A su al rededor todavía resaltaba la silueta de energía o calor imperceptible. No hizo más que mirarla encantado.

—Te morías, idiota. — Le dijo finalmente, con voz dulce, mientras soltaba su mano sin cambiar su expresión y le daba la espalda. — Ven, tenemos que ir con Manu y Seifer, te sorprenderás.

—Estoy mucho más que sorprendido ahora mismo. — Le dijo Agregor sin moverse, mirando sus manos, aquél aura que Chikane desprendía ahora la tenía también él.
—Es nuestro Sol — Chikane contestó, llamando su atención y poniéndola en su brazo, que apuntaba al cielo. — ¿Puedes ver las marcas?

El brillo del Sol era diferente ese día. Más dorado, menos intenso. Al mirarlo directamente, Agregor se dio cuenta de aquello que Chikane señalaba. Tenía una marca negra que no despedía luz. Parecía cambiar completamente la estructura de lo que hasta entonces era un Sol igual al del mundo de Seifer y Agregor.  

— ¿Qué le pasó al Sol? — Preguntó Agregor.

— Así se comporta nuestro Sol, idiota. Ésa sensación que tuviste, fue por él. 
— ¿Qué es ésto que nos cubre?
— Son mis poderes
— ¿Por qué?

— Porque así funciona nuestro Sol — Le contestó Chikane, mientras se alejaba de él caminando. Agregor seguía mirando sus manos, curioso. — Será mejor que te apures, Manu nos espera, ¡y Seifer lo logró!

Escuchar esas palabras lo hizo alegrarse. Empezó a correr detrás de ella, pero volvió a mirar el sol un momento. Esas marcas negras lo tenían preocupado.

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