Dormir

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El cuello de la chaqueta de Fernando es estirado, lo mueven de un lado a otro, su cabello se mueve a todas partes mientras lentamente abre los ojos. Algunas palabras dichas en voz alta se unen al ajetreo y mientras Fernando despierta, se da cuenta que Orlando está casi encima de él, aunque duerma en un sillón pequeño

—¡Fer!, ¡Ya es bien tarde cabrón!— Le grita Orlando, en la cara, mirándolo fijamente, sin soltar su chaqueta. — ¡Ya es bien tarde cabrón!¡levántate, tenemos que ir a la tienda!

Fernando recobra sus sentidos poco a poco, aún sintiendo humedad en el aire, manteniendo sus ojos abiertos para evitar quedarse dormido. La escena continúa por al menos veinte segundos, y Fernando se levanta del sillón, limpiándose la cara con la mano y frotando su cabello oscuro.

—¿...La tienda? pero qué... ¿qué quieres comprar? ¿¡Por qué no te vas solo!? —Le grita finalmente.

—Comida, ¡obvio! si no la compro yo, te puedes quedar toda la semana en ayunas, pinche loco —Contesta Orlando, mientras camina hacia la cocina y revisa su cartera. Continúa hablando, mientras abre una alacena y saca una caja de ella.
—A ver, tenemos 20 dólares y un paquete de galletas saladas. Si escogemos comida barata, nos va a alcanzar hasta el lunes.

—¡Ve tu solo cabrón! ¡Quiero dormir! —Interrumpe Fernando
—¡Me tienes que ayudar a cargar las cosas! 
—¡Pinche niña!
—Te compraré un yogur
—Vamos. 

Y la discusión termina al instante. Orlando toma las llaves, se guarda la cartera y abre la puerta. Fernando se pone sus botas mientras él lo espera afuera.

—¡Dejé las llaves pegadas, me alcanzas en la esquina! —Se escucha a lo lejos.
—¡Si loco, vete! —Y Fernando se levanta, sale de casa, y aún medio dormido, deja las llaves dónde están, cierra la puerta sin ponerle seguro y corre hacia la avenida.

A lo lejos, en un callejón, algo brilla entre el lodo.

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