Camino

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La piel verdosa de Seifer se cubría al caminar con una capa hojas largas y anchas que parecían crecer justo encima de sí. Desprendiéndose como aquella piel que muda una serpiente. Pegadas a él y en unos minutos, endurecidas. Se secaban y se caían. Un rastro de hojas muertas que les seguía. Manu se mantuvo callado mientras Seifer pedía una explicación, hacía un gesto con los ojos y se adelantaba mientras que Chikane directamente le ignoraba. 

El caminar callado volvió. Con Manu tranquilo y Chikane dando las mismas zancadas alegres, impetuosamente largas.  Entre Seifer y Agregor abundaba indiferencia que se mantenía callando la preocupación. Preguntarle si estaba bien no tendría sentido, pedirle a el otro la explicación que nadie les daba era perder el tiempo. Caminaron tirando hojas hasta que el campo y el pozo con aquél capullo se habían alejado del mirar.

Terreno rocoso y áspero, empezando súbitamente como una frontera entre mar y tierra. Rocas enormes, artificiales y oscuras paradas en la llanura, llamando la atención, pretendiendo ser figura de hombre al observarse de la lejanía. Pequeños rasguños en el suelo y montículos de tierra suelta que el viento no se llevaba. Un par de siluetas corrían por la periferia del camino, casi sin ser notadas, tan chicas y súbitas que la caminata no se detenía y ninguna pregunta se atrevía a salir de la boca de aquellos en cuyo mundo ésto no pasaba. Se lo habrán imaginado, mejor no hablar.

Con los pasos, Manu se detuvo en seco, Seifer y Agregor quedaron detrás de él mientras Chikane seguía su camino. 

—Es Nuestro Sol. Así Funciona. — Y de la misma manera en que se paró, continuó caminando.

Las sombras se hicieron más frecuentes mientras más pasos se daban. De pronto ambos notaron que pasaban de atrás de una roca hasta otra, acompañadas de un traqueteo leve y preocupante.

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